Querido Daniel “Ex Huevo” Fuenzalida: Me dirijo a usted porque hace solo unos meses, usted escribió en El Filtrador (sitio que más que nuestra competencia, queremos que seamos aliados, y espero que si Juan Luis lee esto, le pido disculpas por haberlo tratado horrible en otros tiempos y le ruego que me desbloquee y que hagamos prensa de industria televisiva de altura) acerca de la farándula.
En él, esgrime que tiene un espacio bien ganado y aduce a los mismos argumentos que la mayoría de los defensores de este género dicen: Sin ir más lejos, cierra definiéndola como “Un subgénero del periodismo de espectáculos que es amado y odiado a la vez. Un placer culpable. Un duchazo de banalidad –ojalá diario- que refresca y nos hace menos graves”.
Usted puede defender a puño y espada este estilo de hacer televisión, sin embargo, hoy quiero expresar mi tribuna para decirle a usted, con el respeto que se merece, que se equivoca rotundamente.
La llamada “farándula dura”, esa que monopolizaba la televisión chilena entre 2007 y 2015, se convirtió en el único modelo de negocios de la cada vez más alicaída televisión chilena. Y es un submundo del género de espectáculos, como usted bien lo define, pero que a su vez se compone de los dos ingredientes moralmente peligrosos para la sociedad en cualquier país bien planteado: Machismo y discriminación.
¿Se acuerda cuando Francisca Merino trató a Anita Tijoux de “carita de nana”? ¿Se acuerda cuando José Miguel Villouta hizo pebre y denigró a Felipe Camiroaga solo un día antes del accidente de Juan Fernández? ¿Se acuerda cuando también hicieron lo mismo con Amaro Gomez Pablos? ¿Y con Felipe Braun? ¿Y con Cecilia Bolocco? ¿Y con Vodanovic?
¿Se acuerda cuando se burlaban de Valentina Roth por su líbido sexual? Hace poco fue golpeada por un grupo de mujeres que seguramente eran fieles televidentes de “Intrusos” y “Primer Plano”, por lo mismo no debería sorprenderme que avalen el machismo, el juzgar a una persona por los hombres que uno consigue. Y es que si un congénero suyo y mio hace lo mismo es tratado como “winner” y un “campeón”, pero si lo hace una mujer, merece poco menos que las penas del infierno.
Es que de eso se trata la farándula: Un modelo de “entretenimiento” que está lejos de serlo. A mi, en lo absoluto, no me entretiene ver a dos modelos peleando e insultándose mutuamente, bajo un contexto machista y cosificador. Y lo peor: La mayoría de esas peleas son por plata, por un viejo amor, por rencillas del pasado. ¿Qué clase de televisión estamos forjando por Dios?
Y eso lógicamente causa que la gente juzgue por su vida afectiva y por sus actitudes. La mayoría de los llamados “farandulitos” son personas que no cantan, no bailan, no actúan, no tienen ningún talento, y ganaron dinero por pelear en pantalla. Dinero que pudo haber servido principalmente para contratar artistas de nivel internacional, de esos que venían cuando usted daba sus primeros pasos en televisión. O para financiar películas o hacer de Chile una potencia en la fabricación de series. Sin ir más lejos, en España es una obligación legal y hoy es la principal fuente de ingresos de la industria en ese país.
Eso es industria televisiva. No es financiarle los tongos a gente sin talento. No es hacerle la vendetta napolitana a un crítico como lo hizo “Primer Plano” con el Rumpy. No es llevar a la gente a una burbuja llena de estereotipos de que la mujer es tonta que no piensa (porque ese mensaje dieron con el personaje maqueteado de la Luli), o que por cambiar de pareja cada cierto tiempo es peor que una prostituta. Ya diplomáticos de Canadá y Alemania hicieron críticas feroces a la televisión en Chile, y no les falta razón, y hablan desde su realidad. En ambos países se invierte en medios y se invierte bien. No por nada el país de la hoja creó “Orpan Black”.
Y ya que estamos, ¿no le parece llamativo que Netflix haya nacido justo cuando la farándula era el dictador de la televisión chilena y haya agarrado vuelo a partir de 2012? Expliqueme entonces por qué bajó el rating de la TV abierta, por qué las utilidades que daba la tele por abusar de la farándula se esfumaron de la noche a la mañana, por qué en Chile sigue pensandose gracias a la “farandulodependencia” y no con sentido del futuro.
Por último si la farándula hubiese coexistido con otros géneros como los estelares, las series, las novelas, los franjeados, la música y la cultura, no me hubiese molestado como me molestó durante tantos años. Imagínese cuantos artistas locales, a falta de espacio en TV abierta, tuvieron que conformarse con una pobre cabida en canales de cable de rating escaso como ViveTV. Imagínese que con la plata que se ocupó en farándula, se pudo traer a una Katy Perry, a una Selena Gomez, a un Nick Jonas, se pudo entrevistar a Britney Spears cuando vino en 2011, se pudo contar con la presencia de una Christina Aguilera, una Ariana Grande. Como en todo país con una televisión seria y bien planteada.
Y ya que estamos, lo que me molestó de la farándula es que se haya lanzado a la fama a intentos de cantantes que no contaron con el respaldo de sellos serios ni con una intención seria de carrera. A Kenita la llamaron como “el hit del momento” cuando no fue mandada a ninguna radio y no salió siquiera en el ranking de los más tocados en ninguna emisora. Con Marlén lo mismo, ¿por qué ellas y no otras? ¿No deberían darle la misma cabida a Denise Rosenthal, a Camila Gallardo, a Martina Petric, a Javiera Mena (otra vilipendiada por el farandulismo) y otras en iguales condiciones?
Creo que la farándula jibarizó y carcomió a la industria y la dejó en la situación en la que está ahora. Y eso que no mencioné los realities y su machismo atrás. Eso de que “la farándula nos hace menos graves”, perdón, si quiero ser “menos grave” me pongo un programa de humor o una serie de comedia como “The Big Bang Theory” o “Aquí no hay quién viva”, no me dedico a ver como dos modelos desconocidas se sacan los ojos entre si con pretensiones heteronormadas.
Ex Huevo, lo invito a ver cómo está la televisión en otros países. Se enterará, por ejemplo, de que en Portugal, Alemania y Suecia, la farándula en televisión sencillamente no existe. En España, como ya mencioné, convive en perfecta armonía con las series y los programas de talentos. Lo mismo en Estados Unidos, en Canadá, en Inglaterra donde solo se remite a los tabloides. En Australia tampoco es muy relevante que digamos. Solo acá agarró una notoriedad inmerecida a costa de la dignidad de las personas, el culto al dinero y al cuerpo y a la fabricación de ignorancia masiva sobre el mundo en que vivimos, gracias a los estereotipos que el género buscó perpetuar. Lo único que deseo es que no lo tome a mal porque, reitero, todos tenemos derecho a opinar y creo que se puede disentir con respeto, como he planteado en esta columna. Lo único que pido es que la televisión chilena sea de nivel internacional, y eso no se logra a punta de tongos y cahuines.