Al escribir este reportaje acerca de estos 10 años que han pasado desde el surgimiento de “TV o no TV” en Canal 13 -gracias @AdrianFRG por la idea-, quiero aclarar que esto no lo hago con el fin de imponer gustos u opiniones a quienes hablan de televisión chilena. Lo hago con el fin de que cada uno de nosotros, tanto quienes tenemos la dificil misión de comentar el acontecer tevito, asi como también a quienes trabajan dentro de cada canal, meditemos y pensemos acerca del rumbo que ha tomado el medio en nuestro país, sus miles de errores y pocos aciertos, los que pagaron el pato, los yerros que pudieron evitarse y las miles de oportunidades desperdiciadas dentro de una industria que fue carcomida y jibarizada por un modelo de negocios que terminó siendo más perjudicial que beneficioso.
El libro “Radiotelevisión de Servicio Público, un manual de mejores prácticas” de la UNESCO dice en uno de sus apartados:
“Creando una mejor práctica para programar los contenidos, lo que importa es que contenido y como se ordena. Los encargados de la programación deben ser creativos, competentes, progresistas y políticamente independientes, pero también reflexivos a la cultura que les rodea. Ellos representan la cultura como ciudadanos y como profesionales. Deben distanciarse políticamente para evitar la arrogancia cultural o la irrelevancia.”
Lógicamente, cuando un contenido en específico se monopoliza en virtud de las ganancias y utilidades de cada canal, lo que sucede puntualmente es un empobrecimiento de la oferta programática de la televisión chilena, un establecimiento sesgado de prioridades y programas de buen nivel que triunfan fuera de nuestras fronteras, pero que acá pasan desapercibido “porque no hay interés para aquello”. Y en consecuencia, fabricamos a un televidente progresivamente inculto, arrogante, ignorante en cuanto a música y actualidad y desinteresado al 100% en la cultura.
Esto es lo que ocurrió entre 2008 y 2018, entre los 50 y los 60 años de la televisión chilena. Una seguidilla de malas decisiones tanto programáticas como editoriales, un tratamiento sesgado y poco profundo de la información que se presentó, preponderancia de los llamados “contenidos basura” ligados a la farándula y un llamado “apagón creativo”, lo que significó logicamente la crisis que la industria hoy padece.
Para empezar, vamos a señalar a un primer responsable de este descalabro: Vasco Moulián. Del “Área Infantil” de Canal 13 pasó a la dirección de programación donde estableció una cuestionable práctica: La llamada “parrilla flexible”, la cual consistía en transmitir maratones de “Los Simpsons” durante todo el día, cambios de programación y de línea editorial de un programa sin previo aviso y una verdadera “silla musical” en la que él definía qué día y qué hora se transmitiría un espacio. Además de “nanocapítulos” del reality “1810”, el estreno de “Cuenta Conmigo” durante el mencionado teleencierro y programas que sencillamente no salieron al aire, como “Un país serio” -programa de Aplaplac que terminó emitiéndose en La Red en un horario de poronga- e incluso un partido de La Roja, lo que motivó a una carta de queja formal por parte de la ANFP.
Pero en el 13 el descalabro continuaba, al fracaso de “El Hormiguero” se suma la salida de Mercedes Ducci y de rostros como Vivi Kreutzberger. Como consecuencia, en agosto de ese año, la PUC vende el 66% de su participación a Andrónico Luksic, para luego vender su participación restante el 2017. Ya llegaremos a esto último.
Por ahora, centrémonos en el periodo 2010-2012, año en el que fue el llamado “boom” de la farándula chilena. Proliferaron programas de dudosa calidad creativa y editorialmente carentes como “Secreto a voces” de Mega, “En Portada” de UCV, el pionero “SQP” de Chilevisión, el estelar “Primer Plano” del mismo canal, “Intrusos” de La Red y un lamentable cambio de formato de “Alfombra Roja” de Canal 13, que dejó de ser un magazine juvenil de entretenimiento para pasar a hablar de cahuines acerca de parejas de personas sin talento, conflictos familiares entre los mismos y el quehacer de diversos chicos reality.
Lo de “AR” si que fue vergonzoso, como programa farandulero nunca logró brillar ya que sus notas solamente consistían en preguntarle sobre diversos temas a los panelistas de los otros espacios del rubro, por lo que su cambio de formato nunca se justificó, ni siquiera en pos de lograr una mejor sintonía.
Lo que si lamentablemente brilló fue la “cultura del tongo”: Los ya citados conflictos familiares y peleas amorosas entre ex parejas -con bastante dinero de por medio- lógicamente atrayeron la sintonía, pero empobrecieron la oferta programática de nuestra televisión. Pero como daba utilidades y el rating estaba por las nubes, eso no importó y se siguió apostando por estos contenidos, los cuales eran defendidos incluso por los mismos ejecutivos de la época como Mauro Valdés de Televisión Nacional.
Para ser claros: La farándula está presente en casi todos los países del mundo, sin embargo, en ninguno de estos se había visto una dependencia absoluta de un modelo televisivo como sucedió acá en Chile. Personajes como Valentina Roth, Nicole Moreno, Patricio Laguna, Yanina Halabi, Belén Hidalgo, Raquelita Calderón y tantos otros se apropiaron de la televisión chilena y, cual dictadura, impusieron sus temas, sus problemas y sus quehaceres a todos los televidentes de Chile, marginando a artistas, cantantes, grupos musicales e incluso a actores, quienes terminaron encontrando su nicho en el teatro o en el cine, donde les fue lógicamente mejor. ¿Hay otras maneras de sostener un negocio? Claro que si, de hecho, en España la “prensa rosa” desde 2012 que se mimetiza con una brillante industria seriéfila, shows musicales e incluso programas de concursos.
Pero acá o era farándula o no era nada, y asi fue como un tonguero o una tonguera fueron más importantes que una serie, novela bien hecha o un artista del momento. A esto lo llamamos “apagón creativo”.
Dicho apagón también afectó a las telenovelas, las cuales durante la etapa de Quena Rencoret dirigiendo el Área Dramática de TVN se trataban de tramas absolutamente iguales acerca de desigualdades entre ricos y pobres, lo que comenzó con “Pobre Rico” (2012) y se replicó en el resto de producciones e incluso novelas nocturnas.
En mi mente se me viene el 2012: Un día jueves hubo una protesta del Movimiento Estudiantil durante el primer gobierno de Sebastian Piñera, la cual fue duramente reprimida y, ante esto, hubo un cacerolazo espontáneo en todo el país para respaldar a los que entonces pedían una educación pública, gratuita y de calidad. Ese mismo día, Mega en su “Secreto a voces” optó por televisar una pelea conyugal entre Belén Hidalgo y Miguel “Negro” Piñera. Si eso no es tener malas prioridades… ¿qué es entonces?
Volviendo a las telenovelas, jamás se igualó la calidad que hubo en varias producciones de los 80s, 90s e inicios de los dosmiles. Escenas donde era notoria la pobreza escenográfica, la instauración de los llamados “microcapítulos” en los que era casi imposible un seguimiento perfecto de la trama de cada producción y un desarrollo ramplón fueron otros de los elementos que contribuyeron a este “apagón creativo” que hubo en la televisión de aquel entonces.
En 2014 asume Patricio Hernández la dirección ejecutiva de Mega y toma radicales decisiones: Se acaban programas que eran bien rentados y que incluso lideraban en sintonía como la versión local de “A todo o nada” y “Sábado por la noche” y se optó por traer telenovelas desde Turquía, las cuales se convirtieron en un suceso de masas. Eso logicamente subió toda la sintonía del canal de Bethia, la cual también trajo consigo el resurgimiento de su Área Dramática después de varios intentos fallidos aunque con la misma receta que Quena Rencoret tanto popularizó en TVN: Ricos vs Pobres.
A su vez, también los realities de encierro vivieron un resurgimiento. Ignacio Corvalán de Mega -como una terrible casualidad, uno de los periodistas de “El tiempo es oro” en Canal 13- instauró una peligrosa receta: Violencia en exceso. “Amor a prueba”, “Volverías con tu ex” y “Doble tentación” tuvieron bastantes peleas, bullying y violencia de género la cual incluso fue bajada de perfil por la misma gerencia del canal, la cual entregó todo su respaldo a dicho producto desde la prensa y sus llamados “upfronts”. Se presentaron como “ídolos” y “role models” a gente que no constituía buenos ejemplos a seguir como Oriana Marzoli, quien se caracterizó por ser falta de respeto, clasista e incluso homofóbica.
Pero el resurgimiento de Mega trajo un grave damnificado: TVN. El 2014 sería el inicio de una lamentable crisis de la cual recién este año se están recuperando. Carmen Gloria López asumió la dirección ejecutiva y apostó por programas experimentales, de nicho y harta programación cultural. Lamentablemente no fueron del gusto de la teleaudiencia, el canal público solo vivió con números rojos y programas sea de mucho o poco aporte. La actual panelista de Tele13 Radio terminó dejando su cargo a disposición en 2016 dejando un terrible descalabro financiero lo que terminó en la capitalización de la red pública, en una sesión no exenta de polémica.
La receta es tan rentable como peligrosa: La programación del primer canal privado del país se constituyó de una maratón de teleseries de distintas nacionalidades sin espacio para programas de entretenimiento o de concursos. Sin ir más lejos, el canal había suscrito un acuerdo con la productora israelí Keshet, quienes eran los dueños de la franquicia de “Escape Perfecto”, pero hasta ahora nada de ellos hemos visto en las pantallas del 9.1. Mega terminó acaparando casi todos los actores, guionistas y productores de otros canales.
Y acá me quiero detener en algo muy puntual. Quienes defendían a la farándula chilena, asi como el peligroso modelo de negocios de Mega, eran en su mayoría gente soberbia, agrandada y que le gustaba burlarse de los fracasos de las otras televisoras, principalmente de TVN. “El que puede puede”, “es oferta y demanda” y otras muletillas eran habituales entre los defensores de lo indefendible que pululaban en redes sociales tanto como en foros y sitios de noticias. Peor aún los que decían “si no te gusta cambia de canal”, lo cual no servía absolutamente de nada: Aunque uno no lo vea, ciertos programas igual siguieron haciendo maldades. Y cuando les dabas algún argumento, te tiraban ataques personales. ¿Cómo se podía dialogar así?
Sumemos a ello que gracias a esos malos y pobres contenidos, la sociedad chilena se ha convertido en una sociedad apática, inculta, desinteresada en la música y en diversas artes, totalmente machista -recordemos que varios “tongos” o “pobrémicas” difundidas por la TV chilena tenían un trasfondo machista lamentable detrás, al igual que los comentarios de varios opinólogos- y sumamente violenta. Nadie reparaba en el lamentable daño moral que pasaba en el país pero, vaya, la plata mandaba. Y está bien que mande. El problema es que acá cuando se piensa bajo la lógica del mercado, se piensa muy mal.
Y acá llega otro responsable: Javier Urrutia Urzúa. En 2014 contaba con orgullo que La Red había llegado a su peak de producción nacional, sin embargo, al año siguiente, declaró que su canal estaba en crisis y que “había que sacar grasa y músculo”, por lo que cerró prensa y el importantísimo programa “Vigilantes”. Hoy, la programación de la estación “alternativa” es bien pobre teniendo como estandartes “Mentiras verdaderas” e “Intrusos”. Con todo, llegó a Canal 13 donde escaló desde el directorio a la dirección ejecutiva, llevando un plan lamentable de externalización en manos de Secuoya, y llevando a cabo un plan de despidos que fue criticado al aire por varios rostros de la estación televisiva.
Una tensión que todavía no se va ya que hemos sabido que todos los equipos y estudios del canal ahora están en manos de la empresa española.
Como sea, el panorama ahora es el siguiente: Ya con la farándula dura mayoritariamente fuera de circulación, TVN está subiendo su sintonía con programas de concursos, hasta UCV tiene su acorazado -MILF-, CHV encontró un nicho en los programas de concursos y Mega comienza a bajar lentamente su sintonía -no seré quién para celebrar eso-, pero Canal 13 y La Red no encuentran todavia el “cómo” y Telecanal está más muerto que Michael Jackson.
Lamentablemente, mientras Carlos Valencia e Ignacio Corvalán sigan manejando los hilos de la televisión chilena, seguiremos teniendo vestigios de televisión chatarra donde se vende la ignorancia y la falta de respeto como una virtud y donde se buitrea hasta con packs sexuales. De nosotros, como televidentes, depende elegir si maduramos o seguimos siendo indolentes ante la realidad de nuestra pequeña pantalla. Al menos agradezcamos que los farandulitos ya no tienen poder autoritario dentro de los canales, y que se están abriendo a acoger a aquellos que han sido injustamente ninguneados incluso por la misma televisión.
Como conclusión de este reportaje, puedo decir que la gran lección que nos deja este periodo es que el negocio televisivo chileno no se sostiene a punta de tongos, pobrémicas televisivas, peleas conyugales y packs sexuales.