La farándula chilena nos ha dejado demasiadas cosas nefastas: Líderes de opinión que se dedican más a destilar odio más que a hablar con seriedad, gente que confunde “ser franco, directo y auténtico” con faltar el respeto y ser discriminador, noteros que ponen una vocecita estúpida insoportable, noteras que se vuelven cómplices del entorno heteronormado de esos programas (cofcofMarielaSotomayorcofcof), y desde luego, una crisis que empezó en 2014 y que todavía no haya por donde salir.
Lo más nefasto, de todas las cosas nefastas que llegaron cuando partió el farandulismo como lo conocimos desde el 2007 en adelante, en sintonía con el llamado “Piñerismo mediático” del que habló excelentemente nuestro colega “El último blog”, es lo que vamos a hablar a continuación, y que son una de las causas del estado de miseria en la que está nuestra pequeña pantalla: “Los sueldos de Madonna”.
¿Qué son “los sueldos de Madonna”?
La explicación es muy simple: Se trata de cantidades de dinero que se les pagaban a farandulitas y farandulitos que, en algunos casos, llegaban a ser francamente inmorales. Asi como los define a diario Felipe Anabalón en el matinal de Niu Radio.
Un farandulito puede ganar más de 50 millones de pesos en un mes por contar cómo le pegó a su pareja. Una farandulita puede ganar más de 60 millones de pesos en un mes por pelear en vivo y en directo, a todo color y en alta definición, en un programa de televisión.
¿Quiénes ganaban? Ellos, solamente ellos. Porque el resto perdía. Perdía la televisión chilena, al destinar cifras exorbitantes de dinero en difundir escándalos y “cahuines” que no deberían importarnos. Perdían los laburantes de la tele, quienes eran relegados a programas de bajísima calidad técnica y con una producción que dejaba bastante que desear, sin mencionar desde luego el bajísimo nivel de contenido que había en esos espacios. Y lo que es peor: Perdía el televidente, quien terminó viendo cómo dos personas desconocidas se hacían famosas por acostarse con alguien, pelear con alguien por un hombre o por decir boludeces contra una persona indefensa en televisión abierta. Todo con el beneplácito de un CNTV que no fue capaz de parar en seco estas malas prácticas.
¿Cuáles son los ejemplos de los “sueldos de Madonna”?
Podemos hablar, por supuesto, de cómo “el lugar donde se construye Chile” ayudó a construir (xD) la fortuna de Nicole “Luli” Moreno. No, no vamos a sacar el tema de que no tiene cuarto medio porque no corresponde. Lo que si corresponde, y desde luego, es tremendamente cuestionable, es que la televisión de nuestro país haya destinado más de 10 millones de pesos cada mes a cubrir sus escándalos, polémicas y ataques de ira en todos los programas de baja calidad donde ella se presentó. Eso es lo cuestionable, y más aún cuando, en tiempos en que se veía un movimiento importante en la música chilena con artistas de todos los estilos y para todos los gustos, la TV chilena se haya quedado financiándole su fortuna, de la cual ahora se encargan de mostrar a la gente con orgullo. Un falso orgullo.
¿Y qué me dice de los participantes de “Volverías con tu ex”? Participantes como Oriana Marzoli, Marco Ferri, Pascual Fernández, Camila Recabarren y Tony Spina, quienes tienen el mismo sentido común de un Kastlover (o sea ninguno), ganaron 3 millones de pesos CADA SEMANA. Ojo, no hablamos de sueldos mensuales, sino que semanales. Vale decir, 12 millones de pesos al mes. Y con todo lo que duró el programa, se fueron a vuelo de águila, 60 millones de pesos. Y eso que estamos hablando de lo que ganó cada “persona”, porque si nos pusieramos a calcular el acumulado entre toda esa gente clase Z, nos ponemos a llorar.
¿Para qué pudo servir esto? ¡Exacto! Es más, para qué lo vamos a mencionar por enésima vez.
Los participantes de “Amor a Prueba”, de hecho, ganaron 2 millones de pesos cada semana. 50 millones de pesos cada uno al mes. De nuevo, no quiero calcular el acumulado, porque reitero, me dan ganas de tirar bien lejos el notebook.
¿Hablemos de las “viejas glorias” del farandulismo? Gente nefasta, sin talento, ni aptitudes, pero que aparecieron en televisión para auyentar a la gente que terminó contratando el cable o Netflix (que llegó en buena hora a Chile, mientras ellas y ellos seguían contaminando a Chile).
Vamos a citar a La Cuarta:
El cobro por evento depende de tres factores: la exposición mediática de la persona, la cantidad de prensa que convoque para el evento y el nivel de espectáculo que se entregue, aunque éste último ítem no importa mucho.
Los precios de los eventos son variables. Los chicos de Calle 7 y de Yingo facturan cerca de 250 mil pesos por 30 minutos. Por su litro, otras figuras más “consolidadas”, como Vale Roth, Luli, Tanza Varela, Anita Alvarado y Romina Salazar bordean los 500 mil pesos por presentación.
Si, créalo. Y acá si vamos a calcular el acumulado entre esas 5 nefastas para que usted se entere con lujo de detalle: Dos millones quinientos mil pesos por hacer lo mismo que hacen las divas del pop que suenan en todas partes, pero con un bajísimo nivel y sin el sentido del espectáculo que tenían Gonzalo Bertrán, Felipe Pavéz, los Colodro y tantos otros que le dieron otro sentido a nuestras noches tevitas.
Seguimos citando el mismo artículo:
Los argentinos Bernardo Borgeat, Joché Bibbó y Esteban Morais cobran cerca de un millón 20 mil pesos por presentación. Y si la disco quiere a todos juntos haciendo el baile de “Los Vagos”, debe desembolsar tres millones y medio de pesos.
¿Se acuerda de cuánto daño hicieron “los cordobeses” en la sociedad chilena? Tres millones y medio de pesos por hacer un baile que nunca tuvo un nombre más acertado, porque eso es lo que son. Y claro, entonces, la TV chilena promovía la vagancia como una virtud.
Sigamos…
Las figuras faranduleras tienen clarito que su “valor comercial” depende exclusivamente del escándalo que puedan protagonizar. Si el cahuín logra captar la atención de los programas, el precio de sus eventos discotequeros puede subir como mínimo en un 50 por ciento.
Existen discotecas en Santiago que pagan por la cantidad de prensa que la figura pueda convocar. En promedio, se estima un pago de 250 mil pesos por cámara de televisión que llegue al evento. De esta forma, una figura promedio que cobra 300 mil pesos por media hora de presentación, puede llegar a facturar un millón y medio sólo por convocar TV.
Algunos empresarios nocturnos piden incluso más exclusividad y contratan al farandulero con la condición de que sólo pueden dar entrevistas a la televisión al interior del local.
“Lo ideal es que todas las polémicas se hablen y discutan en la disco. No podemos competir con lo que paga Primer Plano o Alfombra Roja Prime, pero apostamos a que la figura encienda un cahuín en el programa para que después lo hable en profundidad en el local”, relata el dueño de una disco capitalina que pidió reserva de su identidad.
¿Cuántas asociaciones ilícitas habrán ocultas detrás de todos esos negocios entre empresarios discotequeros y programas farandulitos de la época? ¿Cuánta corruptela, cartel mafioso, habrá escondido? ¿Carlos Valencia será quién más gana pasando a llevar la dignidad de las personas?
¡Un millón y medio de pesos! ¡Plata perdida por donde se le mire! Y todo a costa de llevar a la televisión chilena a la peor crisis de su historia, sin mediar las consecuencias que el uso y el abuso constante de los tongos y las controversias (armadas, por supuesto) podían tener en el desarrollo de la industria.
¿Qué podemos sacar como conclusión?
Si la televisión chilena está en crisis, es por pura tozudez. Estamos claros que la farándula no es la causa de todos los males de la televisión, pero si parte de todo lo nefasto que provocó la lamentable situación en la que está, que desde luego, se tradujo en una baja de la calidad y diversidad de la oferta programática, despidos miles en todos los canales, cierres de áreas importantes y una sobrepoblación de personajes nefastos. En la política, en la farándula, en la opinión.
Cuánta plata que se gastó, muchas veces sin medida, en hablar de la farandulita o el farandulito de turno, pudo haber servido en estos tiempos en que el dinero vaya que se necesita para diversificar la parrilla. Cuántos problemas se pudieron haber no solo solucionado, sino que evitado, si se hubiese tenido más sentido común e inteligencia a la hora de determinar los lineamientos de nuestra odiada televisión chilena.
Queda claro que si hablamos de los “sueldos de Madonna” no es una exageración, son hechos que usted y cualquiera pueden buscar con el simple hecho de googlear. Esos nefastos, con más plasticidad que cerebro, ganaron lo mismo que en los 90s cobraban La Ley, Los Tres o el fenómeno musical nacional o latino de aquel momento por ir a “Martes 13” o “Viva el lunes”. Se le cerró derechamente la oportunidad a los movimientos musicales, no solo poperos, que terminaron rehusandose a actuar en la pantalla masiva porque no querían contaminarse con ese mundo ni mezclarse con personajes que no aportaban ni lo mínimo (acuérdense de Los Vásquez y Anita Tijoux, fenómenos musicales en el último tiempo, que no quieren juntarse con la chusma).
Se perdió una oportunidad de lujo de elevar el nivel y se obedeció a una necesidad de ocultar las desigualdades y los problemas del país tras una peligrosa alfombra que acumuló tanta suciedad que al final terminó por pasarles tremendamente la cuenta. No vimos grandes artistas porque toda esa plata terminó en nefastos que hipotecaron su dignidad por unos pesos y por complacer la necesidad de entretenimiento de unos pocos, y porque a ellos les gustaba ver a Vale Roth con Adriana Barrientos pelearse por plata o por dinero, los brillantes ejecutivos que tenemos pensaron que nos tenía que gustar a todo el mundo. Y eso no podía ser. Era un “Progreso antinatural”, como cantaba brillantemente Claudia Muñoz con su Grupo Sien a fines de los 80s.
Y no creo que la reina del pop haya construido una carrera que ya lleva cuatro décadas a punta de peleas, controversias, insultos, agresiones o comentarios denigrantes contra sus colegas pop.