En los cerca de cuatro años que lleva la televisión chilena dentro de una crisis donde se han dado más vueltas intentando revivir lo que hipotecó su futuro en vez de crear y generar contenido atractivo para los televidentes, hay una malísima costumbre que invade los comentarios de las páginas de Facebook y los foros de televisión.
Más específicamente cuando TVN entró en un vía crucis: Burlarse de la televisora pública cuando un programa, por muy bueno que sea, le va mal. Lo mismo sucede en la actualidad con las producciones de Canal 13 que no alcanzan los resultados esperados.
Pero, ¿Por qué esa maldita costumbre? ¿Para qué? ¿Ganan algo quienes hacen eso? La verdad, no.
Nadie gana con una crisis tevita. Es más, por pertenecer al “bando ganador”, quienes se burlan de ambos canales por los vaivenes de su audiencia ven limitada su opción de elegir qué programa ver. Afortunadamente, programas como “Carmen Gloria” y “Rojo” vinieron a movilizar la TV chilena… claro que CHV solamente acusó de recibo del llamado. El resto sigue con su maratón de telenovelas.
Quienes se acostumbraron a ningunear a TVN por su mala gestión o sus malos ratings no saben que siempre que hay crisis, sea el canal que sea, se limita la oferta programática y la libertad creativa de cada uno de ellos. En cierta medida, Mega que es el canal líder también está en una “crisis creativa” puesto que sus novelas vespertinas son exactamente lo mismo que hemos visto en enemil producciones, para qué decir de la producción cutre de “Verdades ocultas” y el próximo reality que es otra vez un rémedo de “La Granja” o de “Mundos Opuestos”.
¿A qué me refiero con limitación de diversidad programática? A lo mismo que le pasó al canal de la Universidad de Chile en los 70s, a UCV Televisión entre 1982 y 1984 antes de romperla con “Pipiripao”, al mismo Canal 11 a fines de los 80s que como vimos en el reportaje sobre ese periodo tuvo que recurrir a la capitalización estatal -si, lo mismo que satanizan a TVN- por parte de la dictadura que le hizo incluso transmitir programas afines al dictador, a La Red y sus enemil dueños entre 1994 y 1999, a Canal 13 entre 2001 y 2003 y también en 2010, y lo que sucede ahora en la televisora estatal. En todos estos casos hay un factor común: Limitación de las opciones televisivas, experimentación con orientaciones programáticas que no consiguen los resultados que se esperaban y la pérdida completa de la identidad de una estación televisiva.
Y las consecuencias las viven todos, desde los trabajadores que ven que su fuente laboral no genera rentabilidad, asi como también los televidentes, cuya resistencia a la limitación programática la hace encontrar la panacea en el cable, en Netflix y en otros factores.
Por eso, una crisis no es “para la risa” ni debe ser motivo de burla. Sea quien sea el canal. Y si llega a pasar en Mega tampoco sería para alegrarse. El que pierde al final siempre es usted.