En la televisión chilena los casos de racismo en televisión, principalmente los cometidos por Oriana Marzoli en los realities que ha hecho Mega, no han tenido sanción alguna y lo que es peor, han sido justificados y avalados por los directivos de las estaciones televisivas, como lo hizo Patricio Hernández en su minuto. Sin embargo, en la pequeña pantalla norteamericana, estos casos no se esconden bajo la alfombra y se asumen como lo que son: Asuntos graves que tienen que ser sancionados.
De esta forma, la actriz Roseanne Barr que hace algunos años estaba preparando el reboot de la icónica serie noventera (que en su minuto fue emitida por el viejo UCTV) fue despedida de ABC Networks debido a comentarios en redes sociales de connotación racista. Según informó en su minuto Eldiario.es, “El mensaje de Twitter de Roseanne Barr, en el que también “bromeaba” con que Jarrett estaba vinculada a los Hermanos Musulmanes, escandalizó a la opinión pública e hizo que sus compañeros del programa salieran rápidamente a repudiarlo, hasta que finalmente la cadena tomó la decisión sin precedentes de dar de baja la serie con mejor índice de audiencia que tenía, a solo una semana del final de la temporada”. Para peor, el presidente de ABC Entertainment Channing Dungey afirmó en un comunicado que el mensaje de Barr era “aberrante, repugnante e inconsistente con nuestros valores”. A estas palabras se sumó el consejero delegado de Disney, Bob Iger, quien dijo que “Había sólo una cosa por hacer en este caso y era hacer lo correcto“. Si la TV chilena tuviese esa mentalidad tantas cosas pudieron haberse evitado.
Misma sanción ejemplificadora recibió la periodista Megyn Kelly, quien de Fox News había saltado a NBC con una labor en prensa y hasta con un programa propio en las mañanas, el cual se acabó abruptamente debido a un comentario racista que dijo la animadora. Lo que mencionó fue que “consideraba aceptable que personas de raza blanca se pinten el rostro para representar a personas de raza negra como parte de sus disfraces de Halloween”, algo considerado racista en Estados Unidos. De hecho, ella hacía referencia al “black-face”, una tendencia muy habitual en obras de teatro y que fue erradicada en los años 60s. Las disculpas del día siguiente no fueron suficientes y fue despedida en el acto por la gerencia de la cadena de Rockefeller 30. De eso hablamos en su minuto en este sitio.
Mientras la televisión norteamericana asume que, pese a que consideran el medio como un negocio, esta no debe comprometer la ética ni el respeto a las personas, en la chilena se hace exactamente todo lo contrario por rating y un par de billetes más que tanto necesitan en tiempos de pérdidas de plata y de audiencia en favor del cable y el streaming. Una mentalidad que tiene que cambiar antes de que sea demasiado tarde.