Habíamos hecho una editorial de impacto respecto a dos errores lamentables que cometieron Mega y Canal 13, sin embargo y como en “Mea Culpa”, nada hacía presagiar que se sumarían dos nuevos patinazos después de nuestro artículo, lo que reafirma que la TV privada en Chile se metió en un callejón sin salida.
Por si no se ha enterado todavía, el matinal “Mucho Gusto” llevó a un supuesto experto del Banco Mundial para defender los polémicos “medidores inteligentes”, sin embargo, la organización desmintió cualquier nexo con el personaje. Y la guinda de la torta sucede el viernes, cuando se destapa que uno de los participantes de “Pasapalabra” de Chilevisión fue parte de una red de pedofilia. En consecuencia, se adelantó una emisión del espacio de Julian Elfembein.
Los dos yerros anteriores sucedieron en la TV privada y hasta ahora costaron cargos, como ocurrió con el editor Juan Lanata quien fue despedido luego de la grave manipulación ocurrida en la tarde durante el 8M. ¿Qué pasará ahora? ¿Despedirán a Pablete Alvarado de “Mucho Gusto” que no fue capaz de verificar el curriculum del compadre que los tomó de boludos? ¿CHV echará -por fin- a Carlos Valencia, que si no se va por acosador, debería irse por no haber filtrado bien el casting de participantes para un programa que pelea el primer lugar de sintonía con las novelas de Mega? Bueno, no es primera vez que lleva a impresentables a alguno de sus programas.
La TV chilena durante estos últimos años se ha vendido como perfecta, como el lugar donde se construye el país, el medio influyente, poderoso e intachable que a diferencia del diablo en forma de plataforma OTT, se ha mantenido vivo digan lo que digan algunos malvados medios como el nuestro que buscan crisis donde no la hay. Y si la hay, en todo sentido y ámbito.
Luego los altísimos ejecutivos se preguntan por qué la gente no los toma en serio, por qué ya nadie se interesa en las producciones del daytime y prefieren la TV extranjera y el todopoderoso Netflix, que pese a que tiene más calidad y sus estándares éticos son más elevados que nuestra tele de libre recepción, no es lo mismo que ver cosas hechas en casa, con nuestra gente y con nuestros profesionales.
En fin, la TV privada se mandó un suicidio de aquellos, yerros lamentables que a cualquiera los hace sospechar si hay buena leche o no en sus contenidos. Todo, mientras en la misma semana, TVN le da la cabida que siempre debió tener a Javiera Mena haciéndola cantar en “Rojo”.