Cuando recién se estaba creando TVN, en las revistas de la época apareció una entrevista a uno de los fundadores de la señal, nada menos que el gran Raúl Matas. En él manifestó su preocupación por los contenidos de la TV y radio y recalcó, en el nacimiento del canal 7 y su red de repetidoras de entonces, la necesidad de una señal con identidad y calidad nacional. Hoy, en tiempos en el que la TV pública tiene que imitar las malas costumbres de la privada para intentar recobrar una rentabilidad que aún no llega (y con la consabida polémica con los archivistas de YouTube), sus palabras cobran aún más vigencia.
Es ese espíritu de los fundadores de TVN y los que hicieron grande Canal 13 entre los 80s y 90s que debe preponderar para hacer la televisión de la próxima década, tal vez no en la forma que se hacía entonces pero si en el fondo: “Integrar, informar, entretener y dar cultura”, como decía el mismo conductor de “Una vez más”.
Esta década se perdió. Aunque lo quisieramos para ahorrar tanto mal gusto, no hay vuelta atrás. Ya no se vale llorar por lo que pudo ser y lamentablemente no fue, pero si se puede a partir de todo lo que se vio y lo que no se vio sacar lecciones para que ojalá no se repitan en la siguiente. La principal es no aislarse del resto del planeta tele. Porque mientras los gringos inventaban el streaming y los asiáticos renovaban el espectro para alojar las señales 4K y hasta 8K, en este pasillo del mundo los canales no lo quisieron ver y se inventaron su propio mundo. Un mundo plástico, lleno de tongueras, escándalos amorosos, peleas familiares, dimes y diretes agresivos y violentos, peleas boludas y contenido que no sumaba ni constituía aporte alguno al desarrollo de la industria. Y eso terminó siendo perjudicial.
Qué importaba que los artistas nacionales alcanzaran una popularidad inédita en España o que Katy Perry impusiera cinco canciones suyas en la cima del Hot 100, si el hit del momento para los matinales era Kenita Larrain, si arte era ver a Francoise Perrot bailando en una discoteque y la gente debía conocer con quién se había peleado Luli o Adriana Barrientos. No, con eso no se compite, no se logra relevancia ni prestigio dentro del espectro mundial tevito. Es más, muchas industrias televisivas veían la chilena y se reían en la cara por lo que entendíamos por entretenimiento.
Pero la tarea para la próxima década es una sola: No tanto recuperar el tiempo perdido pero si crear una nueva televisión chilena. Y aún estando en Mega, Pancho Reyes no olvida a TVN y le tiene cariño, y demuestra preocupación por su estado, que es a la vez el de toda nuestra pequeña pantalla. Y a diferencia de las ingratas y lamentables declaraciones de Felipe Braun hace un tiempo, su cariño al canal lo demuestra siendo parte de una mesa de trabajo junto a personalidades del ambiente artístico, tevito y del mundo de las comunicaciones que buscará desde adentro reflotar nuestra complicadísima industria. En la práctica, Reyes contará con una doble militancia que en el fondo es buena, porque denota un compromiso que no cambiaría por nada del mundo y en ese sentido, su consecuencia al respecto es admirable.
Pero los problemas de la TV pública también lo son de la privada, y es que los contenidos buenos que se crean son eclipsados por los malos momentos de los matinales llenos de charlatanes, crímenes y líderes neofachos que buscan su plataforma para amplificar su discurso nefasto. Para qué decir de los chicos y chicas farándula que buscan recuperar su sitial, por suerte sin éxito alguno.
Por eso, y motivados por la encomiable labor de Reyes, es que acá queremos dar nuestras razones para una nueva televisión chilena, que esperamos rija los destinos para los próximos 10 años y los que falten.
Para empezar: Dejemos todos de menospreciar el poder de las redes sociales. En un principio cuando se propuso que se incluyeran estas en el rating muchos dijeron que no era representativo, incluso algunos dijeron que esa posición era de picado por el fracaso de ciertos programas. ¿Pero qué pasó? Kantar Ibope Media creó su medición semanal social y en la próxima licitación de la medición de audiencia de Anatel se tendrán que incluir si o si, y si la firma que ha medido el rating por muchos lustros quieren seguir pues tendrán que adaptarse a lo que demandan los tiempos. El fenómeno de “Pacto de sangre” que sin tener una audiencia descollante logró instalarse como una sorpresa durante finales de década asi lo motivó y sin duda los canales saldrán ganando.
Las OTTs como Netflix no son los enemigos a enfrentar, sino que posibles aliados. Recientemente Canal 13 creó 13Now -espero acá pacientemente su arribo como aplicación en Android, ojalá con soporte para Chromecast- y los resultados son cada vez más decidores. Y para qué decir su potencia como aplicación en los smarts de Samsung -ojalá también se expanda a Android TV y a las teles de LG-. Es momento de que Mega saque su tan prometida plataforma, asi como Turner potencie MiCHV y TVN relance +TVN, asi le sacarían el jugo a lo digital y conseguirían mucho dinerito fresco, ese que tanto necesitan.
Tampoco menospreciemos a las series. Hoy la industria seriéfila chilena tiene todo para surgir, y si no fuera por los Fondos CNTV -aún con los recortes de este gobierno al que nada le importa la formación social de los medios de comunicación- quizás cómo sería hoy el panorama. Mega le ha atinado con “La cacería” y “Martín, el hombre y la leyenda” demostrando que público hay. El tema es que aún se mira este género de forma reacia, mismo pensamiento que tenían los españoles hace 10 años y que, gracias a fenómenos del mismo Netflix como “La casa de papel” y “Élite” hoy son junto a Estados Unidos el país que más series produce, fabrica, realiza y transmite en cualquier plataforma. De la nada lo hicieron todo y perfectamente pudimos haber sido nosotros si hubiesemos tenido visión de futuro y no nos hubiesemos creado un mundo propio y plástico.
Y eso es lo que más lamento de esta crisis de contenidos, más que por el hecho de no haber tenido a los artistas que peleaban el Hot 100 de Billboard en vivo y en persona: No habernos tomado en serio la ficción. Los ibéricos también estuvieron encerrados en su mundo de mediáticos, tertulianos y polígrafos tanto que tuvo que dictarse una ley que obligara a las empresas de televisión a financiar y apoyar películas. Pese a que Mediaset España se opuso, hoy el cine español es la principal fuente de ingresos de la tele en el país de Victor Manuel, de la misma forma que lo son las mismas series. Una cosa llevó a la otra y hoy el nivel de la ficción mediterránea es más que envidiable, porque son historias cuyo nivel es incluso a veces superior a las de los gringos.
“Rojo” con sus virtudes y defectos ha convertido a la música en vivo de un bien escaso a algo habitual al menos en sus pantallas, algo que en la TV privada solo se ve en Chilevisión. El otro día Iván Núñez en “24 Horas Central” entrevistó a la brasileña Anitta con miras a su primer concierto en solitario en Chile, sumado a ello volvieron los shows exclusivos al buscatalentos con Reik el pasado jueves y esta semana con la ochentera Taylor Dayne. No cabe duda que se han acogido a todos los estilos musicales habidos y por haber, tanto que hasta Princesa Alba con Gianluca han aparecido en “Muy buenos días” y “Viva la Pipol”. Y si juntamos esto con lo anterior eso se resume en otro de los factores que pueden incidir en los destinos de nuestra pequeña pantalla en la próxima década: No ningunear el talento, por ningún motivo.
Recuerdo un twittero que criticó mi posición diciendo que yo decía que era bueno para las audiencias en base a mis gustos. Sin duda él no sabía la diferencia entre un actor que interpreta el mejor papel de su vida o un cantante o grupo que deja el cuerpo y el alma en el escenario, y un hombre y una mujer ventilando y mediatizando todos sus problemas con jugosos sueldos de Madonna de por medio. Y si a lo último le sumamos honerosas sumas de dinerito para pelear con otros compañeros en un teleencierro, pues tenemos una televisión tóxica y sobre todo amarga. Y los actores y cantantes, sea cual sea el gusto de ustedes (en mi caso, lo es el pop femenino), encarnan el estilo y sobre todo los valores que queremos en la televisión chilena. No es la venta de la familia ideal o el hombre perfecto o la mujer perfecta, sino que lo es la proyección de buenos ejemplos e inculcar valores positivos en los televidentes.
Sin duda la presencia de la programación basura en las formas que se vieron en Chile (porque en algunos países vaya que se cometen excesos que todavía no se transgreden, cosa de ver lo que pasa en Argentina o en Perú) han convertido psicológicamente al televidente chileno en una persona amargada y sobre todo violenta, vulgar, sin empatía ni respeto con el resto y que solo piensa de forma individual y egocéntrica. Una real variedad en contenido basado en el talento y en la alegría (casos como el “NiceTV” estadounidense encarnado en Ellen DeGeneres y los programas de concursos gringos que hy en el verano) crearán televidentes más conscientes, mejor formados y que estimulan sus talentos y sus capacidades. Todo lo que vemos en televisión queda marcado en nuestra forma de ser y pensar y se ha demostrado con estudios fehacientes en Italia donde lamentablemente quienes crecieron viendo Mediaset terminaron votando o a Berlusconi o al Movimiento 5 Estrellas. En una televisión con contenido y buena gente creamos personas que pueden perfectamente diferenciar lo bueno de lo malo.
Es bueno que exista en la tele la alegría, el esfuerzo y el talento de personas como usted en pantalla, principalmente para demostrar que el “país de mier…” que tanto dicen algunos twitteros de izquierda millennial también puede ser un lugar amable, cordial, respetuoso y preocupado por su entorno y quienes lo rodean, evitando el ciberbullying y formando personas que le pongan el hombro y que en lo posible den el 200% de sus capacidades.
Creemos que con estos elementos que resumen a su vez lo que escasea en esta década podremos hacer que en la próxima, la televisión chilena mejore y sea lo que todos aspiramos que produzca, cree y sobre todo, que forme.