Tierra derecha. El 2019, asi como la década de los 2010s, se despiden, y en la pequeña pantalla el balance es negativo. La industria estuvo plagada de errores tanto editoriales como programáticos y éticos que comprometieron duramente su desempeño, su relevancia, su imagen ante las industrias foráneas y constituyó una baja en sintonía en comparación al cable y lo que ofrecen las diversas plataformas de streaming habidas y por haber.
Por eso, en TVenserio, queremos hacer una síntesis de aquellos errores que la televisión chilena pagó carísimo esta década.
Predilección por la farándula dura
Entre 2010 y 2014 la televisión chilena sobrevaloró la farándula “dura y pura”. Se crearon espacios, incluso en el primetime, en el que se hablaba de peleas amorosas, dramas familiares, conflictos mediáticos, insultos, agresiones, peleas físicas y verbales, amenazas de todo tipo, dimes y diretes, escándalos de diversa índole, y un largo etcétera.
Esto valió innumerables críticas por todos los sectores, y no faltaron los que defendían este modelo diciendo que “es lo que la gente quiere ver”, los cuales venían incluso desde rostros hasta ejecutivos, como el caso del ex mandamás de TVN Mauro Valdés, quien apoyó los espacios y bloques faranduleros de su canal diciendo que fue “un formato éxito en todo el mundo”.
En 2014, Patricio Hernández se estrenó en la dirección ejecutiva de Mega eliminando todos los espacios familiares, cancelando “A todo o nada”, un programa de concursos que incluso estaba confirmado por todo ese año, siendo reemplazado por “Secreto a voces” que no hacía ni la mitad de la audiencia del ciclo de Francisco Kaminski. Sería la tónica de su gestión y el inicio de una lamentable etapa.
¿Cantantes con méritos? Nope, improvisados.
El periodo era 2010-2012. Katy Perry imponía en la cima del Billboard cinco éxitos de su disco “Teenage Dream”, asi como también el liderazgo se lo disputaban cantantes como Kesha, Britney Spears, Demi Lovato, Selena Gomez, Jennifer Lopez, Beyoncé y Lady Gaga, por nombrar algunas. Un reportaje de El País, además, elogió el pop chileno que se creó en esta década que tuvo su merecida consolidación este año con los movimientos sociales y el estallido del 19 de octubre, donde proliferaron pancartas con menciones a las letras de las canciones de Cami, Mon Laferte y Denise Rosenthal.
¿Pero qué mostró la televisión chilena a través de sus espacios de entretenimiento? Cantantes improvisados, provenientes por supuesto de farandulandia, quienes no reunían ni la mitad del talento y el encanto de los artistas mencionados más arriba, pero que cobraban las mismas sumas de dinero enriqueciéndose a manos llenas. Lo que allá coloquialmente llamamos “Sueldos de Madonna”.
La que encabezó esta epidemia fue Kenita Larraín, con su tema “Mi mundo sin ti” que no tuvo rotación en las radios de éxito, le quitó el espacio a los verdaderos cantantes. Es más, fue tal la vergonha ajena que incluso mostraron como grabó el single y la creación de un supuesto disco que nunca llegó, y de pilón le preguntaron a los directores de las radios qué opinaban sobre ese tema. ¿Cómo ningún cantante nacional alegó en ese tiempo?
Subvaloración a la industria de las series
En países como Estados Unidos y España se ha tomado la decisión, en consonancia con la gran revolución televisiva que significó Netflix, de poner mucho énfasis en las series. De hecho, el caso del país ibérico ha sido muy llamativo porque hoy es el formato que le da la mayor rentabilidad a las cadenas que gozan de buena salud, de hecho, las producciones de Atresmedia han sido tan bien laureadas que recientemente firmaron un acuerdo con Telefónica para crear juntos nuevas obras, las cuales seguramente llegarán acá a través de Movistar Series y Movistar Play.
¿Y acá? Nada. Se han creado pocas series. ¿Por qué? Porque se ha subvalorado una oportunidad de oro para salir al mundo. ¿Qué producción o formato chileno ha sido vendido al extranjero? ¡Ninguna! Pese a los miles de galardones de “Los 80”, “Los archivos del Cardenal” y “Zamudio” se pone en última prioridad el desarrollo de la industria seriéfila, que si no fuera por el Fondo CNTV, no se emitirían por las señales abiertas porque los ejecutivos estarían felices si no se exhibiera ninguna. Y el progreso tevito no llega con realities.
Todavía recuerdo una columna de un diario en el que expresaba su indignación porque la gente prefirió ver a Angie Alvarado peleando en “Secreto a Voces” a que “Los archivos del Cardenal”.
Saturación de personajes polémicos
Se tenía que decir y se dijo: Los “personajes polémicos” de toda índole, sean faranduleros u opinólogos de política, no son un aporte. Pero la televisión chilena ama ganar rating a toda costa aunque se llenen de críticas al día siguiente en este y otros portales. Y es que como bien dijo Angela Merkel -que es de centroderecha-, la libertad de expresión se acaba cuando se amplifican los discursos de odio contra las etnias.
Los personajes “polémicos” llamese líderes neofachos, tongueras, charlatanes, medicos que recetan sustancias tóxicas, no aportan. No hay más vuelta que darle. Acogerlos es hacer un llamado al sensacionalismo.
Realities que aman el bullying y el racismo
¿Cuándo fue que el concepto “reality show” se empezó a chacrear en nuestro país y se usó como “Trampolín a la fama” de personajes nefastos? Diría yo que con “Año 0”, el programa que dio el punto de partida al nuevo 13 que partió esta década y que tuvo peleas entre mujeres y amorios tóxicos. Los mismos ingredientes de “Mundos Opuestos”, la sensación del 2012 y que lo único bueno que hizo fue bloquear a “Fiebre de baile” en su temporada más polémica y controvertida.
Luego Mega lo agrandó trayendo a esa experta en bullying llamada Oriana Marzoli, quien usó el racismo y la homofobia para ganar “Volverías con tu ex”, repitiendo su receta en “Doble tentación” comiendose una demanda por parte de Dominique Lattimore y una prohibición de volver al país. Lo peor es que el mismo canal, y su director ejecutivo, justificaron su actuar y le bajaron el perfil.
Por suerte “Resistiré” no prendió y ninguna estrella de papel de ese programa trascendió. Y es que los teleencierros del canal moradito tienen el mismo ingrediente tóxico: Bullying, racismo, intolerancia a las etnias, violencia de género, celopatía, gente tóxica, amenazas de muerte e intimidaciones.
Ejecutivos grandilocuentes
El mismo Patricio Hernández vende al canal como la fábrica de contenidos más importante de Chile y del Pacífico Sur, pero la realidad es que en los otros mercados, sobre todo los más importantes, ven sus formatos de “telerrealidad” y se les rien en la cara. Pero ellos insisten en venderse como la nueva Globo, la nueva Televisa.
Lo mismo pasó con Mauro Valdés, otro ególatra que se jactaba de tener las novelas más vistas pero que llenó de faranduleras el canal público durante su gestión. En Prensa de Canal 13 hubo varios “minimosciattis” como Enrique Mujica Fernández y Cristian Bofill Rodríguez, lo que trajo consigo una pérdida significativa de calidad y credibilidad en esa área.
Gente que se hace famosa por tonterías y no por talento
La maldad tiene forma de tongueras. En 2010, los matinales y programas del rubro levantaron a más no poder varias figuras, entre ellas la argentina Eugenia Lemos quien en un reality veraniego argentino trató de “gorda lechona” a Luli Moreno. ¿Sabe cómo se llama eso? ¡Bodyshaming! Si, ella se burló del peso de la “modelo” y se hizo famosa por aquello, tanto que Mega le dio un programa satélite para uno de sus tóxicos realities. Linda televisión tuvimos esta década.
Y ojo que la rubia con rulos no es tampoco una santa: Se hizo conocida por inventar un secuestro en un mall y por facturar millones con sus escándalos. Lo mismo con otras de sus “coleguinhas” que cobraban “sueldos de Madonna” por escándalo o evento. Nada de talento, nada de humildad, nada de conciencia social ni lucha por causas justas.
Fueron esos millones hacia las faranduleras los que causaron la crisis que hoy existe. Se farrearon elementos como la televisión digital, la industria seriéfila, la industria musical -a tal punto que las artistas que hoy gozan de éxito en las radios tuvieron que financiarse solas o pedir crowfunding-, el desarrollo de una industria televisiva a la altura de los gigantes de Latinoamérica. ¿Quién aprobaría una televisión tan mala como la que tuvimos durante este folio?