Durante los años en que tanto la Universidad de Chile como la Pontificia Universidad Católica mantuvieron simultaneamente estaciones de televisión (1959-1994), se evidenció como las administraciones de los canales terminaban otorgando una impresión que llegaba a la percepción pública de las casas de estudio que sostenían a estas señales.
Para entrar al análisis es sumamente necesario tomar en consideración que durante gran parte del Siglo XX la Universidad de Chile era por antonomasia la casa superior lider de nuestro país, llegando a lugares de privilegio en toda America Latina, mientras que la Universidad Catolica, si bien respetable en calidad, era considerada como un resabio del conservadurismo político y moral del país. La casa de Bello era sin dudas el arquetipo de la enseñanza superior chilena y alta irradiadora de las ciencias y las artes no solo dentro de Chile, sino de toda la región.
Ambas (junto a la Universidad Católica de Valparaíso) encaminan conjuntamente la formación de la televisión en Chile. Estos planteles contaban con el elemento técnico y humano para poder emprender esta titánica tarea que ni el Estado ni la empresa privada quisieron iniciar. Fueron desde ingenieros y técnicos, pasando por actores, periodistas y artistas los que generaron los primeros años de nuestra pantalla chica. Por de pronto señalar que sus incios fueron muy artesanales, con muchos impedimentos presupuestarios y más bien con un compromiso personal y profesional que las ganas de ganar fama y fortuna a traves de este medio.
Solo a partir del Mundial de 1962 se comenzó a proliferar el concepto de televisión como industria, más de 30.000 aparatos en la ciudad de Santiago, un interes creciente de los avisadores y el sugirmiento de una televisión orientada a las masas comenzaron a marcar las primeras divisiones entre los canales universitarios. El Canal de la Universidad Católica se empeñó rapidamente en crear un organigrama institucional claro, asemejandose al concepto de una empresa eficiente, su propósito, ser un canal divulgador de los objetivos de la universidad, pero sin perder al público masivo y el apoyo comercial. Por su parte el Canal 9 de la Universidad de Chile mantuvo desde sus primeros días una indisimulada tensión entre los sectores que pretendían mantener al canal universitario una visión academizante versus aquellos que pretendían otorgar conceptos de gestión administrativa y así captar la atención de los avisadores. Todo esto englobado en una profunda batalla ideológica donde se disputan de manera antagónica el modelo marxista versus los conceptos capitalistas de desarrollo y donde los planteles universitarios eran puntos fundamentales de estas tensiones.
Al poco tiempo, Canal 13 comenzó a imponerse a Canal 9 tanto en sintonía, como en organización. Canal 13 se mostraba como un canal ejemplar en eficiencia administrativa, mientras que Canal 9 se languidecía en los conflictos ideológicos sobre su misión. Esto solo se acompleja con el periodo de las reformas universitarias y la llegada de la Unidad Popular al poder. Si bien Canal 13 busca alejarse de los propósitos capitalistas para acercarse a los objetivos reformistas, no pierde el camino de tener programas altamente masivos (como Sabados Gigantes) pero con una mayor orientación social. Canal 9 llega a su punto máximo de tensión cuando en 1973 la Universidad de Chile, producto de sus divisiones en el plantel, termina creando dos señales diferentes: el Canal 9, de orientación marxista y dirigido por sus trabajadores y el Canal 6 que se suponía que era el canal oficial del rectorado.
El Golpe de Estado solo agudiza la tensión entre ambas casas universitarias y sus canales. Mientras que la PUC pasa a ser el sembradero de las ideas políticas y económicas del régimen, la casa de Bello sufre una profunda diseminación de su plantel, tanto en lo académico como en lo administrativo, perdiendo sus sedes regionales y asumiendo la deuda de los planteles que eran parte de la Universidad.
Mientras que en la pantalla chica esta diferencia se ve incrementada por la inalterable gestión administrativa de Canal 13, atractiva para el gran público y las marcas, mientras que Canal 9 busca infructuosamente dejar la denominación de “canal universitario” para presentarse como un canal nuevo y atractivo: se cambia de señal al Canal 11 y se pretende separar todo acercamiento al plantel universitario.
Si Canal 13 logra un destacado nivel organizativo lo hace sin separarse de su proposito mayor, ser una ventana de la Universidad Catolica para divulgar sus ideas, planteamientos y propósitos. El 13 pasa a ser un gran vocero de las actividades del plantel católico, académicos de la PUC aparecen profusamente en varios programas de la señal explicando sus especialidades. Programas como Almorzando en el 13 y la serie Mundo solo incrementa el prestigio de la casa de estudios a traves de la participación en estos programas de notables egresados y profesores de las facultades universitarias. Por su parte, Canal 11 revive sus viejas tensiones del pasado, si bien no en el plano ideológico, pero si en aquella disputa entre un canal que sacrifica su rol masivo para ser un irradiador de las ideas universitarias.
Llegamos a los noventa y vemos un esquema muy diferente en ambos planteles y sus respectivos canales. La PUC y Canal 13, llegando a tener exitosas gestiones administrativas, siendo ejemplos de universidades modernas y cercanas al modelo económico imperante, pero que no abandona ni sus principios éticos rectores ni las especialidades menos rentables, y la Universidad de Chile y Canal 11, deficitarias, mermadas por la dictadura y con importantes divisiones entre las facultades “ricas” y las facultades “pobres”.
Cada vez más personas se matriculan en el plantel catolico, viendo en ella su robustez administrativa, su vida universitaria armónica e incluso su mayor libertad de expresión durante el regimen militar, mientras que muchos, incluso de sectores laicos o progresistas, ariscan la nariz si su hijo prefiere matricularse a ciertas carreras de la Chile, por su deficiente infraestructura, o por sus tensiones políticas.
Para 1994 y con la presencia del Presidente de la República (un ingeniero civil de la Universidad de Chile), la Corporación de Televisión de la Universidad Católica de Chile inaguraba su moderno centro de televisión, una de las más modernas de America Latina, simbolo de la alta gestión y de la sinergia con la Universidad Católica, la que Canal 13 traducía incluso con millonarios beneficios económicos a su plantel. Mientras que Canal 11 terminaba sus vínculos con la Universidad de Chile, vendiendo su participación al grupo venezolano Cisneros, así el plantel laico se sacaba un verdadero punto negro y lograba tener algo de financiamiento para sus abultados deficits.
Si para la Universidad de Chile, Canal 11 terminó siendo un ejemplo de las profundas tensiones de ideas que vivió la casa de Bello por décadas, Canal 13 terminó siendo el mejor instrumento posible para la Universidad Católica de imponer sus ideas y de paso, visualizarse a si misma como un plantel lider, organizado y moderno. El canal de la Chile terminó siendo un serio traspié para su histórico propósito de ser la casa de estudios guía de la academia chilena, mientras que el canal de la PUC fue por mucho tiempo un orgullo, por ser el mejor mensajero de la labor universitaria, llegando a tener una percepción publica envidiable e impensada cuando en los años cincuenta la PUC era vista como la “segunda opción” de la Chile.
Esta fue la historia de dos ciudades, dos universidades y de sus canales.