Vivimos días en que la industria televisiva está con bajísimos indices de aprobación ciudadana, eso me hace pensar en momentos en que realmente la televisión chilena vivía bajo la intervención del poder gubernamental y censuraba todo hecho que le pareciese contrario, hablamos evidentemente de la Dictadura Civico Militar que gobernó Chile durante 1973 a 1990, pero a la misma vez me viene a la mente de que fue en ese mismo periodo histórico donde nuestra industria se consolida y se transforma en el medio preferido por la ciudadanía.
¿A que se debe esa paradoja que se experimentó de que un medio que podía mentir y ocultar información a la misma vez era tan potente y trascendental para la vida de los chilenos?
Hay muchas respuestas para responder tal situación.
A partir del Golpe de Estado, efectivamente nuestro país vivió un periodo de excepcionalidad no solo en el goce de sus derechos más mínimos, sino tambien en muchas de sus rutinas diarias. El toque de queda cambió la vida bohemia que había experimentado los principales nucleos urbanos durante la mitad de Siglo, pero no solo eran las limitaciones de hora, durante los siguientes años (sin contar la crisis económica que ya vivía Chile durante la UP) el país experimentó transformaciones económicas drasticas que por un lado generaron capas enteras de de población desempleada y sin ingresos fijos, pero a la misma vez esas mismas transformaciones económicas favorecieron al credito de consumo y la adquisición de bienes de forma mucho más rapida que en el país pre Pinochet.
La primera paradoja está respondida. No había plata para ir a un espectáculo nocturno, ni para ir a ver el cine, ni para ver futbol, más bien, había miedo de estar mucho rato afuera de tu casa, con temor de que llegase la hora del toque, mejor ahorrar algo de platita y comprarte un televisor: espectáculo, cine y futbol gratis y más encima en tu casa. El tema es que la televisión llegó a ser un bien de primerísima necesidad, a niveles de exageración, segun los datos emanados del Censo de 1982, solo un 35% de los hogares de nuestro país tenía lavadora y un 49% refrigerador, pero más del 90% de los hogares ya tenía un televisor en su casa, aunque faltase alcantarillado o incluso una ducha con agua caliente, lo importante era tener algo que ver.
Observadores con mayor capacidad de pensamiento critico (algo de por si perseguible en esos años) veían con un asombro esta peculiar situación, un país pobre y carente, pero con una televisión digna del primer mundo.
Y a eso vamos a enfocarnos ahora, en la segunda paradoja que más bien es el “pacto tácito” que nos prometía la televisión al telespectador: olvida la realidad, entra con nosotros a este mundo distinto, diferente, lleno de alegría y entretención. Ven con nosotros y dejarás la tristeza de un mundo negativo, con un oscuro porvenir, asume de que los animadores son seres generosos, simpáticos y que llegan a ser casi santos, asume que puedes llegar a ganar casas y autos con solo mover una manivela, asume que un escenario de cartón puede transformarse en un gran teatro de Broadway, con grandes musicales y artistas, asume de que nuestra selección puede ganar a Alemania y tal vez llegar alto, asume de que el alimento fortificante que promocionan te hará grande y fuerte o que tal yogur te hará lograr cumplir todos tus anhelos, asume que tu vejez será sin problemas de salud y de plata, de que con la alegría y juventud de la mujer chilena conquistaremos el mundo y mostraremos nuestro real rostro, de que lo podrás tener todo sin moverte del escritorio. La canción del Jappening con Ja puede ser la mejor forma de interpretar este pacto: “rie cuando todos esten tristes, rie solamente por reir” (no se sabe si había una real intención de decir algo tal canción, pero resulta ideal para graficar el entorno de lo que era televisión en estos tiempos).
Tal vez este pacto, esta paradoja solo se entiende en sociedades tan carentes de estímulos tanto emocionales como de recursos económicos. La televisión terminó siendo la hipotesis de lo que realmente querías ver, de lo que deseabas hacer y no buscar un medio que solo recrudecía la realidad en que vivimos, como decía otra canción de aquellos tiempos “el sol siempre brilla por la tele”, y eso tal vez buscabamos, algo luminoso que entregue calor y vitalidad, algo que pudiese estar presente en lo mas intimo y a cada momento. La televisión era necesaria no lo que objetivamente emitía, sino porque lisa y llanamente era el complemeto ideal para muchos que solo buscaban estar un poquito más felices.
Nosotros estamos en otra era, tal vez seguimos buscando la felicidad por algun instrumento, pero este ya no es precisamente en la pantalla de un televisor.