Escribo esta columna en parte por los efectos que han repercutido tras el asesinato de George Floyd en Estados Unidos como tambien recordar a una figura familiar para los que fuimos pequeños entre fines de los noventa y los primeros años de los 2000, “Don Graf”.
La delincuencia siempre fue parte de los contenidos de los medios de comunicación. Algunos de estos casos se convirtieron en clasicos del periodismo chileno y sirvieron para que la “crónica policial” o “crónica roja” pudiese desplegarse en varias publicaciones de la prensa escrita, casos como la revista “Vea” y el diario “Clarín” evidencian la influencia de este género periodístico en nuestros medios. La creciente televisión tambien los cubría, pero con un tratamiento de menor impacto que las publicaciones escritas, donde incluso mostraban cadaveres o pedazos de personas descuartizadas en sus páginas centrales.
A pesar de la importancia de este género la “crónica roja” nunca osó superar a otros géneros del periodismo, como la crónica de actualidad o la deportiva, menos lo hizo la televisión, que durante decadas mantuvo las noticias policiales en un menor grado sobre otras temáticas.
Con la llegada de la democracia y un menor control estatal sobre el contenido noticioso en los medios televisivos, se comenzó a abrir un campo mayor para cubrir hechos policiales, quizas el mayor ícono de esta apertura lo identificamos en el programa “Mea Culpa” de TVN, que logró identificar a prominentes delincuentes, donde muchos de ellos se arrepentían de sus delitos cometidos, “Mea Culpa” transformó la televisión chilena, acercando la realidad a niveles inusitados para los parámetros de esos tiempos y significó altísimos índices de audiencia, tanto fue así que al creador del programa, Carlos Pinto, se le consideró como el “Rey del rating”.
Justo por esos años, el propietario del diario El Mercurio, Agustín Edwards Eastman, motivado tras el secuestro de su hijo Cristian en 1991 creó la Fundación Paz Ciudadana, esta era una organización que buscaba identificar los factores que motivaban la delincuencia y por último poner en el tapete público al mundo del crimen como uno de los principales factores de precupación de la cuidadanía.
Vivíamos tiempos en que el auge económico llevó a muchas familas chilenas a adquirir bienes de mayor valor, lo que generó dentro de estas mismas un mayor temor de que un delincuente pueda robarse los objetos que tanto esfuerzo costó lograr.
Las temáticas propugnadas por Paz Ciudadana (de altísima figuración pública gracias a sus campañas, entre ellas la adaptación del perro “Mc Gruff” aquí llamado “Don Graf” y su encuesta de victimización), el rating alcanzado por “Mea Culpa” y el creciente temor ciudadano motivaron a que los canales de televisión poco a poco enfocaran sus contenidos hacia los delitos y crímenes, para la decada del 2000 esta se consolida.
Es en esos años donde Chilevisión, de la mano de su director ejecutivo Jaime de Aguirre (exitoso exdirector de programación del TVN de los noventa) y del director de prensa Patricio Caldichoury (creador de “Informe Especial”) tranformaron el noticiero de este canal como un programa de noticias que priorizaba sobre todo en los hechos policiales, así fue de como los chilenos nos familiarizamos con los “lanzazos”, “portonazos” y robos de cajeros automáticos como los principales hechos noticiosos que transcurrían diariamente en Chile, muy por sobre los avatares de la política o los hechos internacionales que antes tenían lugares de privilegio en los noticieros, “Chilevisión Noticias” pasó a ser el noticiero más visto de la televisión chilena.
La mayor demanda de temas vinculados a hechos delictuales generó una proliferación de programas que enfocaban en el mundo mismo del hampa chileno, como tambien mostrar la labor de las policías en evitar los delitos. “133”, “Policías en acción” o “En la mira” se tranformaron en programas que relataron no solo los delitos, sino tambien el mundo mismo de donde se genera la delincuencia, así barrios que ya estaban estigmatizados socialmente por la pobreza ahora eran sobreestigmatizados por ser la “cuna” de importantes organizaciones delictuales. La estigatización llegó a niveles inusitados cuando en un aviso publicitario de “En la mira” llamó de “Puente Asalto” a la populosa comuna de Puente Alto, lo que acarreó una serie de críticas de como mostraban los medios a una de las comunas más necesitadas de Santiago asociandolas directamente con el mundo del crimen y del narcotráfico. Estas criticas tambien llegaron hacia el trato de estos programas hacía las policías, en estos se muestran a Carabineros y la PDI como instituciones solidas y capaces de solucionar rapidamente los delitos, se les acusó de operaciones comunicacionales a favor de las instituciones policiales. Finalmente, al decaer este contenido en las audiencias de horarios estelares, las noticias sobre el mundo de la delincuencia y la estigmatización social asociada al crimen fueron tratadas de manera latosa en los matinales hasta que la contingencia social acarreada primero por el 18-O y luego por el COVID-19 hicieron que estos temas pasaran a un menor plano.
Si bien por razones de fuerza mayor la “crónica roja” ha debido abandonar las principales agendas informativas, su efecto en la percepción ciudadana han sido enormes. Si la estigmatización social de poblaciones y comunas donde antes se asociaba a la extrema pobreza y la marginalidad, hoy han sido reinterpretadas por los medios como lugares propensos al delito y el crimen, generando una visión trastocada de la realidad de la mayoría de los vecinos que buscan escapar de las garras de estos grupos cada vez más organizados y que incluso hoy reemplazan a las prestaciones sociales que deben ser proporcionadas por el Estado.
La televisión ha terminado (de manera involuntaria muchas veces) generando un mayor daño a los grupos sociales que habitan en las zonas de mayor peligrosidad producto de la delincuencia, asociando indirectamente a poblaciones como focos de criminales y discriminando aun más a los pobladores que luchan por sacarse el estigma, como tambien la televisión ha jugado un rol clave para asociar a grupos y “tribus” sociales como peligrosas, sin incurrir en el “porque” estos jovenes optan por la vida delictual para ganarse la vida. La televisión no debe ocultar los problemas que ocurren en estos focos de violencia, pero si entregar un reenfoque de como se trata esta información buscando en los antecedentes sociales que motivan a que muchos jovenes deben entrar en el mundo delictual por sobre desarrollar una vida libre del delito y los vicios. La televisión hoy puede jugar un rol clave en desestigmatizar a estos grupos sociales y tratar de ser canales de difusión de las necesidades de muchos chilenos que por mucho tiempo se sienten desamparados.