Josep Guardiola en una conferencia de prensa en 2011 previo a un partido de la Champions League entre Barcelona y el Real Madrid, hablaba de manera sarcástica de unas declaraciones José Mourinho. “En esta sala, el es el puto jefe, el puto amo, es el mas sabe del mundo”, es lo que dijo “Pep” en referencia a las constantes quejas del entrenador portugués sobre un supuesto favoritismo de la UEFA al elenco “Culé”. Sin embargo, la declaración se enfoca al enorme afán de “Mou” de figurar en frente de las cámaras de televisión. Es por ello que al comenzar la conferencia “Pep” comienza la conferencia mencionando “No se cual es la cámara del señor José… deben ser todas estas…”
Algo similar podemos encontrar en algunas personalidades de las redes sociales como por ejemplo Twitter. Desde su aparición, un sin número de personalidades se han suscrito a esta red de microblog para emitir sus opiniones en pocos caracteres. El hecho de sumar a muchas figuras del mundo académico, del espectáculo, de la política y otras han hecho que un gran número de personas se suscriban tanto como seguidores como opinantes para así cosechar un séquito de los propios, e ir logrando cada vez mayor alcance.
Sin embargo, ¿Cuánto es el precio a pagar por llamar la atención en una red social que ya no es lo mismo de hace diez años? Se dice que el problema no es del cuchillo sino de quien le da el uso y de ello hemos sido testigos por lo menos en el caso chileno de diversas personalidades que se han creído “Los reyes de la red social”, esos que bien podemos llamar “los putos amos”.
Quizás el mejor caso que relaciona este fenómeno de figuración excesiva es la del cientista político Patricio Navia. Diez años atrás era uno de los analistas políticos más citados a los programas de televisión del ámbito de la opinión, algo que hoy en día se ve casi olvidado producto que en estos días yace como un polemista tuitero que solo se preocupa de insultar a políticos y personas que lo encaran por la excesiva virulencia de sus comentarios. Navia se convirtió en el ejemplo perfecto de como la fama por pretender figurar en la red social del pajarito lo ha llevado a convertirse en un individuo sumamente insultado por la gente quien lo recrimina por su carácter ególatra y altanero que se demuestra en cada tuit que lanza en dicha red social.
Hoy en día Navia es considerado como un mercenario dentro del mundo de la academia, pues de pasar del bando político de Marco Enriquez-Ominami en 2009, hoy es uno de los varios ideólogos de la campaña del “Rechazo” del lado de Ediciones El Libero propiedad de Gabriel Ruiz-Tagle quien de seguro le paga por sus columnas en el conocido pasquín conservador de derecha. Pero su caso, no es el único de estos “Figurettis” en twitter.
Se muy bien que Alberto Plaza fue el foco de mi pasada columna en este medio, pero hay que resaltar muy bien donde nació ese afán de figurar como “comentarista político”. Desde hacía mucho tiempo que no se sabía nada de este cantautor nacional radicado en Miami desde mediados de los 2000, y lo último que se supo fue su afiliación al polémico culto de los “Scientology”. Pero desde 2017 volvía a dar que hablar en el país, ya no por su música, sino que principalmente por su polémicos posteos en la red del pajarito.
Partiendo de sus comentarios a la actuación de Chiqui Aguayo en Viña 2017 y hasta el día de hoy, Alberto Plaza ha hecho usufruto de twitter para solamente emitir comentarios polémicos en contra de sus pares artistas, políticos, activistas y personajes. Muchos de estos llenos de una odiosidad injustificada a la cual se defiende bajo la manoseada excusa de la “libertad de expresión”, pero que al fin y al cabo terminan devueltos por los mismos tuiteros, en algunos casos ex fans suyos, quienes de manera inteligente terminan por hacerlo caer como un completo ignorante.
Estos dos ejemplos ilustran perfectamente como un simple canal de emisión de comentarios termina por elevar el ego de varios participantes entre los que se cuentan trolls, tuiteros pagados por el gobierno, ex personalidades de la dictadura militar, ex figuras del espectáculo, entre otros, quienes no hacen mérito alguno más que ganarse enemigos por millones, como si estuvieran librando una guerra cuyo premio son medallas de honor. Parafraseando nuevamente a “Pep”: “Son los putos jefes, los putos amos, los que le debemos respeto a costa de sus palabras, son los dueños de la opinión del país”, todo por un par de letras en una red social que cada vez cobra menos valor.