Si bien desde el 18 de octubre, y sobre todo en los últimos meses (meses previos al Plebiscito Constitucional) han proliferado una serie de espacios políticos en televisión, estos no cuentan con el respaldo esperado en las audiencias, aunque estos generan un altísimo seguimiento en redes sociales. A pesar de la intensificación del debate político en los últimos once meses, los indices de sintonía de estos espacios siguen siendo bajos.
Esto no es nada de nuevo, segun una declaración del ex director de programación de TVN Jaime de Aguirre las paupérrimas sintonías de los espacios políticos han sido una constante incluso en los años en que A esta hora se improvisa era cataolgado uno de los programas con mayor visibilidad, la opinión de De Aguirre ya la había esgrimido en su momento Gonzalo Bertran, el realizador de espacios emblemáticos de la televisión política como De cara al país, aludía a que los programas políticos eran espacios que su misión no era atrapar grandes sintonías sino mantener la faceta de servicio público que cumplen las estaciones de televisión, o sea, las altas sintonías de los programas de interes político entre 1988 y 1989 fueron solo golondrinas que no hacían verano.
Aquí se manifiesta entonces un dilema importante: de como los programas políticos, necesarios para la convivencia democrática deben sobrevivir a pesar de que per se estos espacios tienen una baja sintonía.
Y la respuesta parece darlas los matinales, que desde hace más de un año han abierto las puertas de personeros políticos y en varias ocasiones han tenido más que aceptables cuotas de sintonía, sobre todo en los debates de alta importancia ciudadana como el retiro del 10% de los fondos previsionales en las AFP. Pero estos programas tambien han jugado con una excesiva banalización de las figuras políticas, llegando al extremo de disfrazar a algunos dirigentes de próceres de la Independencia siendo ferozmente criticado por los columnistas de la plaza como es el caso del rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña. Sin dudas que algo de razón tiene Peña, pero no hay que olvidar que estos sketches con políticos han proliferado desde hace varias décadas (cosa de ver algunos cuadros protagonizados por dirigentes en las teletones de los primeros años noventa) sin causar mayor critica, tal vez sea la baja calificación ciudadana hacia la clase política provoca estos destemplados argumentos en contra de estos cuadros.
Este segundo dilema, que es el de presentar discusiones políticas atractivas sin caer en el sensacionalismo no es propio de estos lares, la laureada serie danesa Borgen (disponible desde algunas semanas en Netflix) presenta entre sus ejes temáticos la disyuntiva de un director de prensa de un canal de televisión de hacer más atractivos los espacios políticos, mientras que el canal rival presentaba debates políticos que se asemejaban a un partido de futbol y cheerleaders, el director de prensa defendía que los debates tenían que ser serios y con la posibilidad de que los líderes políticos esgriman sus puntos de vista de una manera argumentada.
Son estos los grandes dilemas de los espacios políticos en televisión: que estos programas tengan la suficiente sintonía para ser rentables, pero que estos no caigan en la banalidad que abunda en los espacios de entretención.
Sin dudas que son debates profundos los que se instalan en las mesas de decisión de los canales y que a veces se hacen lo suficientemente visible para ser percibidos publicamente. Sin dudas que hay que buscar el sano equilibrio entre espacios atractivos al público (y los avisadores) pero que contengan contenido, y lo segundo, motivar a la ciudadanía que sea partícipe de los temas públicos y así puedan nutrir la sintonía de estos programas.