Vivimos un “momento populista”, eso no debería caber dudas. Desde el 18 de octubre del año pasado, la ciudadanía se “rebeló” con el poder dominante del país y se demuestra en una relación pueblo-elites donde los primeros buscan mayores oportunidades para la participación, mientras que los segundos son acusados como los causantes de los problemas sociales que presenta el país. Cuando hablo de “momento populista” no me refiero a un surgimiento de un lider populista necesariamente, sino de un momento en donde se palpa la desconexión entre la clase dominante y el llamado “pueblo llano”, este “momento populista” puede desembocar en una institucionalidad que se basa en caciquismos o por el contrario, se reformula el contrato social y se permita que esta ciudadanía tenga posibilidades de escalar hacia mejores esferas de influencia.
¿A que viene esta diagnóstico con lo que sucede con la pantalla chica? Bastante, porque lo que sucede en las calles tambien se está reflejando en la televisión, especialmente en ciertos contenidos que han tenido sus momentos de brillo con esta crisis, como el caso contrario de una caída de respaldo en otros programas.
Y partimos por el “ocaso” de las élites (tanto políticas y económicas) reflejadas principalmente en Canal 13, un canal que, como hemos hablado en esta tribuna anteriormente, ha sido el espacio de expresión del llamado “Partido del Orden” o “Partido Transversal”, un grupo formado por personalidades de diferentes tendencias ideológicas, pero que se asimilan en haber tenido el poder de decisión de las políticas públicas y económicas de los últimos 30 años. Este sector, tan fuertemente repudiado por la ciudadanía durante este año (partiendo por el eslogan “no son 30 pesos, son 30 años”) ha tenido un espacio privilegiado en la señal de Andrónico Luksic, algo que se refleja tanto en sus espacios televisivos como radiales, y si bien aun obtiene respaldo dentro de los grupos de decisión, cada vez más la reputación de la ex señal universitaria se ve debilitada por la sensación de “defensa corporativa” que este sector refleja a traves de las pantallas de la señal naranja. Finalmente, la sintonía de espacios como Bienvenidos se ha visto cercenada por la presencia de estos voceros, y llegan a niveles impensables para esta señal (bordeando apenas el punto de rating).
Por otra parte, “el pueblo” se refleja a traves de las figuras de Julio Cesar Rodriguez, Eduardo Fuentes y el abogado Rodrigo Logan son el reflejo de una ciudadanía empoderada, que busca que se les escuche, pero que sobre todo, busca un mejor porvenir, ascendiendo socialmente a traves de la educación. Estos tres personajes provienen de estratos sociales inferiores a la de los voceros de las élites, que con esfuerzo pudieron costearse sus carreras universitarias y finalmente, pudieron tener un lugar en los círculos de influencia. Eso es el deseo de muchísimas familias chilenas, que sus hijos no solo puedan acceder a un mejor estandar de vida, sino que estos puedan formar parte del grupo de personas que influyan dentro de la sociedad. Por esto la empatización hacia estos personajes, porque no solo son sujetos “con calle” y que “escuchan a la calle”, sino que tienen éxito y todo en base al sacrificio y a los estudios, en conclusión la verdadera meritocracia.
La popularidad de estos tres personajes se refleja tanto en la sintonía de los espacios donde intervienen (el matinal de Chilevisión, que conduce Rodríguez es el más visto del país) como el lo popular que han sido sus mensajes a traves de las redes sociales.
En conclusión, podemos divisar dos cosas del “momento populista” en la televisión, el primero refleja de como la élite dominante en Chile durante los últimos 30 años (con resultados exitosos, aquello es indesmentible) hoy experimente su ocaso, cosa que se refleja en el descrédito que la ciudadanía tiene con los voceros de estos grupos de poder, y segundo, refleja algo muy positivo que debe ser el germen para superar exitosamente este periodo, que algunos de los “voceros” de esta ciudadanía no buscan derrumbar ni el concepto élite ni menos el orden éconómico, sino que representen que todo el esfuerzo haya valido la pena, y que las nuevas generaciones de chilenos puedan participar efectivamente de los procesos de desarrollo del país, no estamos hablando entonces de un grupo que busca una ruptura, sino que por el contario busca un mejor porvenir, con mejores oportunidades de ascenso social y sin las precariedades que vivieron sus generaciones anteriores. Espero que esto sea lo que finalmente impere en el desarrollo del proceso constitucional que vive Chile.