Hace algunos días se conmemoró el vigésimo aniversario del fallecimiento de Gonzalo Bertran, destacado director de televisión y que cuyos programas marcaron el periodo más importante de la televisión chilena, algo que analizamos aquí hace unas semanas atrás.
La trascendencia de Bertran y sus programas traspasaron el anonimato que gozaban los productores en la esfera publica, Bertran pasó a ser un personaje altamente conocido y existía una enorme expectación en sus acciones y declaraciones, pero las expectativas aumentaban en el momento en que estrenaba un nuevo proyecto televisivo, tanto televidentes como críticos acaparaban la sintonía de sus espacios para analizar la creación de un personaje que solo equivaldría para nuestro mercado a la fama cosechada por un director de cine de alta reputación.
Pero la transcendencia de Gonzalo Bertran no solo radica en su fama personal, sino el factor que justificaba su nivel de conocimiento público, hablamos de sus programas. Es difícil conocer otro realizador que refleja tan bien el sentido de la construcción de la televisión por aquellos años, sin Bertran no podemos explicar parte importante de lo que consistía el modelo de la industria televisiva chilena por más de treinta años, y es que Bertran pudo modificarse de manera oportuna en cada momento que por motivos internos o externos, la televisión chilena debía evolucionar. La carrera de Bertran inicia en los años en que la industria estaba comprometida con los profundos cambios sociales que experimentaba el país, y es así de como este joven realizador produjo programas para la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) en sus primeros años, pero en los momentos en que el país (y la televisión) enfrentó un retroceso en tal desarrollo de cambios, el productor supo asumir que la industria era diferente y asumió la labor de generar un medio de comunicación cuyo objetivo principal era el entretenimiento, y es así de como recordamos en gran parte su obra, pero cuando nuevamente Chile enfrentó la necesidad de abrirse a los temas públicos, Bertran nuevamente estuvo al frente de los eventos sociales que involucraban la apertura de los contenidos políticos en la pantalla chica, así realizó los primeros debates políticos durante los días de la visita de Juan Pablo II en 1987, como luego encabezó el ya histórico De Cara al País (y su decisión de no haber censurado la acusación de Ricardo Lagos en contra de Pinochet) y en 1989 produjo el primer debate presidencial realizado en el país.
A pesar de la apertura democrática, Bertran, tal como la industria misma, privilegió el entretenimiento en vez de desarrollar contenido más confrontacional, al punto de desarrollar en la década de los noventa uno de sus productos más trascendentales:Viva el Lunes. De todos modos, y esto se refleja de mayor forma en sus últimos años, Bertran buscó que sus programas analizaran asuntos públicos de controversia, como el reflejo de buscar un contenido más realista, esto último se gráfica bien en estelares como Noche de Ronda, El Triciclo e incluso en el mismo Viva el Lunes, una cosa era la prioridad hacia el entretenimiento, pero eso no significaba un abandono de los temas públicos.
Ya en los últimos años de desarrollo profesional (y de vida) entendía bien que la televisión debía acercarse a la realidad nacional, pero que estos asuntos no debían tomarse con un peso intelectualoide, sino que sea capaz de ser atractivos para el público masivo.
Sin dudas que es imposible hablar de televisión en Chile sin hablar de Gonzalo Bertran y su obra, sin dudas que se refleja a través de su trabajo y creaciones, los diversos periodos de transformación y cambio que experimentó la industria, pero también la sociedad chilena durante tres décadas. Muy pocos realizadores analizaron tan bien las necesidades de los chilenos por esos años como el ojo de Bertran, y es por eso que sus producciones tuvieron tanto éxito, porque don Gonzalo en vez de quedarse cómodo con las “vacas sagradas”, buscó siempre abrir espacios a una sociedad que iba en cambio y que requería nuevos contenidos, pero siempre con respeto hacia el público y sin caer en el mal gusto. Por eso, personalmente, la mejor fase de Bertran es justamente la de sus últimos años, porque percibió bien que el país entraba en una nueva apertura de contenidos, y a su manera (y en la manera que su canal lo permitiese) lo podía reflejar. Ese es su mayor atributo, y tal vez eso es lo que se extraña de los realizadores de televisión de nuestros días, la capacidad de ver más allá, la capacidad de tener el reflejo vivo de lo que somos.