Son días tristes para Chile.
La desaparición del pequeño Tomas ha emblandecido hasta al corazón más duro que exista en el pais, no se había visto una conmoción tan grande en un caso desde hace mucho tiempo, hasta llegar a ver situaciones que bordean lo irracional como un grupo de motoqueros que buscaban derrumbar las rejas de un centro penitenciario de Concepción, lugar donde está detenido el principal sospechoso del caso, todo esto cubierto en vivo y en directo por una intensa cobertura de los medios de comunicación, sobre todo la televisión.
Nuevamente vemos como un caso de alto impacto es cubierto hasta la saciedad por la pantalla chica, desde mostrar imágenes del occiso hasta plantear toda clase de hipótesis, a viva voz y sin un control editorial que evite la sobrepoblación de datos, y sobre todo, que no exista una efectiva protección tanto a la investigación en curso como al respeto a la intimidad de los familiares y amigos de la víctima. La delgada línea roja que separa la información con el sensacionalismo cada vez se traspasa cuando la cobertura de los hechos involucra una mayor incidencia horaria. Y ahí creo que hay un punto interesante por el cual discutir.
Hasta hace 15 años, e incluso algunos años menos, la televisión era el medio de comunicación de mayor penetración y credibilidad, pero sobre todo era el medio que marcaba la pauta definitiva en el acceso de la información para la gran mayoría de los ciudadanos, a través de los noticieros (en sus respectivos espacios) nos enterabamos de primera fuente de los asuntos noticiosos, por tanto, era la televisión la que fijaba los horarios en que el público iba a conocer los acontecimientos diarios, porque ningún otro medio alcanzaba el impacto que lograba la televisión para poner en importancia los hechos de trascendencia. Así también pasaba con las noticias que otorgaban mayor urgencia o mayor impacto, era la televisión la que detentaba el privilegio de informar primero a la población sobre los hechos que merecían un informe extraordinario, no era de extrañar que cuando los canales entregaban un “extra” la ciudadanía acudía raudo hacia el televisor, porque sin dudas que el hecho que interrumpía la transmisión habitual era algo de alta connotación e impacto.
Pero esto quedó atrás, el surgimiento del Internet, pero sobre todo las Redes Sociales han cambiado la pauta de quien informa primero de los hechos de gran impacto, y es así de como a través de canales electrónicos, o el simple aviso de alguna amistad o familiar a través de algún servicio de mensajería que nos enteramos de las grandes noticias, solo ahí buscamos informarnos de mejor forma a través de los canales tradicionales de comunicación. Entonces, la televisión corre con desventaja, porque ya no tienen la capacidad de forjar fácilmente una “primicia informativa” y tiene que competir con otros medios que tienen tanta o mayor capacidad de entregar información de manera pormenorizada y actualizada al instante.
Esas son las justificaciones de porqué la televisión hoy tenga que ofrecer cada día más extensos espacios informativos y aun más si se trata de eventos de gran conmoción pública. El problema es que muchos de estos eventos, al tener que competir con medios que no utilizan métodos éticos para informar la noticia, cruzan esa barrera muchas veces facil de transgredir de entregar datos no comprobados o que generan hipótesis que abren graves daños al principio de inocencia que tienen los intervinientes en este tipo de procesos. Los medios, por una preparación profesional deberían tener más claros esos límites, porque eso también favorece a un factor superior que proteger y garantizar, que las investigaciones de rigor se hagan libre de presión fisica, con el propósito de alcanzar la tan ansiada justicia. Los medios deben procurar mantener que la población controle su racionalidad y pueda respetar que las instituciones cumplan con las debidas investigaciones, en fin, es nada más ni nada menos que respetar el imperio de las leyes, de la justicia y el Estado de Derecho.