Y finalmente pasó. Hablamos en no pocas ocasiones en esta tribuna sobre el riesgo de la farandulización de la política, tanto por los personajes que intervienen como la forma de como manejan a la ciudadanía los asuntos políticos. Ya era muy evidente de como diversas figuras estaban haciendo esfuerzos loables para que elementos de género que destruyó la buena reputación de la televisión chilena hiciera lo mismo con la política, que ya viene años en una pendiente descendente en confianza y prestigio.
La farándula en sus años de gloria se vanagloriaba de entrometerse en la vida privada de los famosos, algunos cobrabran suculentas cifras de dinero para para millones de espectadores accedieron a verlas a través de la pantalla chica, otros simplemente contaban infidencias que los protagonistas de estos hechos no querían que se conocieran. El hecho es que de capitán a paje, gran parte de los actores del “show business” chilenos fueron objeto de noticias por sus conductas privadas, muchas veces siendo objetos de opiniones falsas e injuriosas, si bien pocas veces estas polémicas llegaron a tribunales, algunos rostros de la farándula sepultaron en vida a algunos personajes, mientras millones de personas cotilleaban sobre estos hechos.
La política estuvo inmune por mucho tiempo de aquella gangrena, muchas veces por la calidad de sus miembros, que no dejaron que sucedieran situaciones que ya experimentaban otros países, pero los tiempos políticos hoy son diferentes, y si bien hoy hay una apertura mayor de grupos políticos que no tenían representación parlamentaria, entraron también elementos que utilizando los nocivos componentes de la farándula cimentaron su figuración pública, sin dudas aquí podemos identificar la figura de Pamela Jiles.
Jiles, una persona que por años tuvo una carrera en el periodismo digna de admiración, pasó a formar parte del mundo de personajes, que buscando una apertura moral en una sociedad conservadora y doble estándar, terminó traspasando la necesaria privacidad que tienen las figuras públicas, y no sólo eso, sino que buscaban degradar a quienes no tenían el beneplácito de la llamada “abuela”. Jiles pudo haber recuperado su talante de una mujer activista, depositaria de una familia involucrada con las causas a favor de la igualdad de la mujer y con de una profunda convicción de izquierdas, pero la actitud de Jiles en el Congreso es la conocida en sus años de panelista de programas de espectáculo, donde su lengua podía ser más filuda que navaja suiza. Es así de como llamó “poco hombre” (vaya contradicción decir eso para una mujer considerada como feminista) a un colega suyo suyo que la criticó, pero esto sería solo el aperitivo de un momento insólito.
Si alguien no tenía asumido que la farándula había llegado a la política, lo que vimos el pasado el pasado jueves en el matinal Bienvenidos lo confirma. La pareja de Jiles, el candidato a la gobernador de Santiago Pablo Maltés, terminó revelando al país sobre su convivencia sexual con su pareja, para desmentir (de manera incorrecta) un conflicto de interés existente entre ellos. Pero lo más preocupante no vendría de este espacio. Si se pensaba que la televisión iba a emitir una actitud crítica de lo obrado por Maltés, el matinal de Chilevisión el viernes pasado terminó subiéndose al carro de lo esgrimido por el autoproclamado “abuelo”, sin siquiera transmitir el importante anuncio del Ministerio de Salud sobre la efectividad de las vacunas Sinovac.
Hay una responsabilidad múltiple sobre lo acaecido en estos días, en parte de los mismos políticos que se prestan para protagonizar estos hechos, pero también de los medios de comunicación que hacen alarde a estos eventos y también del ciudadano común, que abatido de la política tradicional busca figuras mediáticas para suplir la falta de credibilidad de nuestra actividad política. De las buenas intenciones está construido el camino al infierno, espero que el futuro de la política chilena no corra tal derrotero.