La televisión chilena sufre su peor momento. La credibilidad está en el suelo, así lo refleja los resultados de la encuesta CEP dejando a la televisión como el medio de comunicación menos creíble, aquello no es una causalidad, por años que la pantalla chica no ha dado en ancho en leer las nuevas realidades y eso le está contando caro. Tampoco se anticiparon a las innovaciones tecnológicas lo que ha provocado que no pocos sectores socioeconomicos y etareos hayan dejado de prestarle atención a la pantalla, exceptuando instancias puntuales, como las que estamos viviendo, pero más allá de eso la situación es poco halagüeña, la gente o no le cree el mensaje emanado por los canales o encuentra que su propuesta es aún insuficiente para satisfacer una demanda cada vez más exigente.
Pero a pesar de todo la industria da que hablar.
La ciudadanía aún presta atención a los rostros que interactuan en sus programas, incluso podemos determinar desde octubre del 2019 la televisión ha jugado un papel fundamental en el incremento de la discusión política en el país, este tiene sus errores, es cierto, pero será difícil volver al panorama anterior al 18-O, donde rostros y temáticas no formaban parte de los temas a analizar en los programas, lo contingente más que nunca ha tenido un papel preponderante, me atrevo a decir fundamental en la influencia social de la televisión. Reitero, difícilmente la industria podrá evitar tratar los temas más punzantes como los está haciendo ahora, incluso en los programas o contenidos más livianos, los últimos estrenos de programas humorísticos así lo demuestran.
Pero en lo meramente programático, aun la televisión local demuestra que tiene cierto peso social, algo que puede dejar trascendencia, algo que es fundamental para la recordación social de los programas. Y es así de como en el vocabulario de los chilenos hemos agregado frases como “pasapalabra” y hemos creado una práctica social como son las “divinas comidas”. Si bien ya la pantalla local no crea hábitos de horario como lo tuvo en sus momentos más privilegiados, aún sigue siendo capaz de generar una alta reacción social, el sentido de lo masivo no lo ha perdido, y aún más, aún es capaz de crear personajes que posean influencias más allá de un programa televisivo.
No es causalidad que existan tantos rostros que crecieron su popularidad a través de la televisión que hoy poseen cargos de representación popular o postulan a serlo, desde figuras de la farándula, pasando por actores, periodistas y hasta directores ejecutivos de las estaciones están en ese grupo de privilegiados. En la elección presidencial del 2017 ya tuvimos a dos rostros que crecieron en influencia gracias a la pantalla chica en la papeleta y todo indica que este año volveremos a tener personajes que hicieron de su profesión en este medio como candidatos a la presidencia. Pero esto va más allá, el rostro televisivo que más ha crecido durante este año y medio, Julio Cesar Rodriguez, presenta una alta intención de voto demostrado a través de un sondeo realizado por Criteria Research. Tal como en sus años más dorados, la televisión chilena aún genera personajes que terminan llegando a ser más que meros animadores, sino en verdaderos intérpretes de parte de la voluntad nacional. Todo un logro, sabiendo que este medio, reiteramos, es el peor evaluado del país.
Por eso hay que seguir prestando atención a nuestra dañada industria, porque aun esta se mueve, y bastante bien.