Desde esta tribuna queremos analizar la televisión más allá del comentario semanal y coyuntural de nuestra industria, sino buscar un amplio análisis, que implica el factor histórico y social del impacto de la televisión en Chile. Desde aquí hemos tratado de acercar al público la influencia y alcance que la pantalla chica tuvo hace algunas décadas atrás y que aún mantiene, a pesar de su evidente pérdida de influencia.
En esta columna, reuniremos algunos planteamientos que hemos realizado en estos dos años de permanente trabajo en este plataforma, en aras al fenómeno social que ha implicado la televisión en Chile y que se refleja en diversos ámbitos de la vida social, incluido la política y las costumbres mismas de vida.
Tal como hemos descrito anteriormente, el alcance de la televisión chilena, sobre todo en sus años de mayor influencia (entre las décadas del ochenta y noventa) es superior a la alcanzada a industrias incluso más desarrolladas y complejas. Esto en parte ocurre por el poder de la paradoja existente en el país de aquellos años, un país carenciado en el aspecto económico y cultural que motivaba a que la cultura popular del país se reflejara casi exclusivamente a través de las pantallas de televisión. Si bien la influencia de esta industria fue enorme y decisivo en todos los países importantes, esta compartía influencia con otros vehículos sociales, como la música y el cine, en Chile, por las particularidades históricas conocidas por todos, la realización de elementos artísticos más allá de la esfera oficial era muy difícil de obtener una figuración social más allá de ciertos círculos. También la pérdida de los derechos políticos durante la dictadura llegó a que la discusión política estuviese vedada de la esfera pública, por lo que los puntos de unión social, lo masivo estuviese exclusivamente radicado en lo que sucedía en la pantalla chica.
Y es notable el papel que tuvo la televisión como el principal factor de unidad social, el ejemplo de la Teletón es insuperable. Si bien en muchos países este evento se realiza constantemente, es es Chile donde está transmisión alcanza niveles de importancia social inusitadas, la Teletón chilena forma parte de una tradición nacional surgida por la fuerza de la televisión y de su principal exponente, y que no deja indiferente a nadie (incluido a sus detractores), seguramente, si nuestro país no dependiera tanto del impulso de la televisión, el impacto de esta campaña no alcanzaría a tener los niveles que tiene las autodenominadas “27 horas de amor”.
Llegaríamos ríos de tinta (mejor dicho, hojas de Word) en explicar otros fenómenos generados por el enorme poder de la tele en Chile, algunos de esos descritos en mis últimas columnas, pero cada vez nos sigue siendo sorprendente el alcance social de nuestra pequeña pantalla, su mejor ejemplo es el alto número de personajes surgido de las pantallas que postulan a altos cargos políticos como lo estamos viendo en el proceso electoral del fin de semana. Pero para detallar eso con una mejor profundidad, realizaré una segunda parte para poner mayor ejemplificación sobre el poder de la televisión en la vida diaria, incluso en sus contenidos más negativos.