No es la primera vez que una telenovela aborda el tema de la homosexualidad, tampoco va a ser la última. “Puertas adentro”, “Machos”, “Ídolos”, “Soltera otra vez”, “Perdona nuestros pecados” y otros ejemplos que tal vez aportará usted son muestras de que se pueden abordar temas tan complejos como este sin las caricaturas que se generaban en tiempos otroras.
Pero en la coyuntura nacional que estamos viviendo, con una Nueva Constitución en vías de desarrollo, el anuncio de Matrimonio Igualitario por parte del mandatario en funciones (que recordemos, fue algo que empezó Bachelet pero que en primera el empresario desechó, pues tuvo que retomarlo para intentar dar algo rescatable como “legado”) y un intenso debate sobre diversidades y conservadurismos, escenas como la que sucedió el martes con el beso entre Rubí y Macarena en “Edificio Corona” reafirman la necesidad de una televisión más acorde con el Chile de hoy.
Lo que antecedió a la comentada y aclamada escena fue digno de destacar: Una amiga que le confiesa a su confidente que siente cosas sobre la misma, la involucrada reaccionando en caliente queriendo mandar todo al carajo, la conversación en el ascensor, la confusión, la sinceridad. Un sinfin de sentimientos que terminaron convirtiéndose en el más romántico, hermoso y apasionado de los besos que la teledramaturgia nacional jamás haya pensado en transmitir, menos en una novela vespertina.
Pudo ser una conjunción de labios más de las tantas que han habido en Chile, pero acá el panorama es distinto, porque a su vez plasma que en todos los espectros, y en mayor medida el televisivo, ya no cabe el espacio para el odio, la violencia, el miedo, el terror y la amargura. Llegó el momento del respeto, la convivencia fraternal, la diversidad de ideas, opiniones y credos, pero por sobre todo… El amor. Y es que eso es lo que nos hizo falta en estos tres años y un par de meses.
Fue bonito cuando los sectores más jovenes de ese mundo lleno de rabia llamado Twitter se hizo un alto al fuego momentáneo (porque las cosas están más que crispadas en ese libro de reclamos, sobre todo por la lucha entre Orrego y Oliva por la Gobernación RM) para paralizarse y sentir el mismo amor que tienen los personajes de Vivianne Dietz y Hitzka Nudelman. “Esa pequeña cosa llamada amor” que cantaba Queen en los 80s, ese sentimiento de expresión que hermana a cada nación. Ese Chile romántico, soñador, diverso y apasionado que es representado en Rubirena es el que va a regir los destinos y la toma de decisiones.
Ese país nuevo, renovado, lleno de sueños pero por sobre todo de amor. Porque el amor derrota al odio y los ideales de Rubirena van a ser tendencia en esta televisión reformulada, pero mucho más agradable de ver.