Los medios de comunicación se han vuelto en la vedette de las primarias presidenciales. Desde que Daniel Jadue anunció una batería de medidas al respecto, rios de tinta han corrido a favor o en contra de estas propuestas, pero queremos alejarnos de la contingencia y proponer una sana discusión sobre este principio fundamental en las sociedades democráticas, ¿que pluralismo queremos? ¿De qué forma esta se manifestará?
Existe una diferencia entre dos formas de proponer el pluralismo en medios, el primero es el pluralismo entre los medios y el segundo es pluralismo al interior de los mismos medios, estas fórmulas han sido aplicadas en el país y tienen sus ventajas y desventajas, las analizaremos a continuación.
El pluralismo entre medios es aquel donde un medio emite de manera clara y evidente al público sus principios editoriales y sus puntos de vista sobre la sociedad a través través su particular enfoque a las informaciones que está divulga, son medios “camiseteados” con ciertas causas y principios y buscan que el contenido expresado esté acorde a tales principios, que pueden pasar desde temáticas acotadas hasta grandes proyectos ideológicos. Este pluralismo se ve en Chile especialmente en los medios escritos, herederos de la tradicional práctica de la prensa escrita anterior a 1973, donde prácticamente todos los medios se identificaban con uno u otro proyecto global de sociedad, este principio tuvo su clímax entre 1970 a 1973 donde las radios e incluso la televisión se sumaron a este principio, incentivando la polarización política y social que experimentaba Chile en aquellos años, es por esto que este principio fue desechado al restaurarse la democracia en Chile, en especial dentro de los principales vehículos de comunicación.
El segundo principio es el pluralismo dentro de los medios, esto quiere decir que un vehículo de comunicación ampara la opinión de todas las visiones de sociedad preponderantes, los medios abandonan defender principios ideológicos a priori para transformarse en meros canales de difusión de las voces más importantes dentro de las discusiones sociales, el ideal era que todas las visiones tuvieran cabida en los debates que se plantean y que los medios de comunicación se abstienen en definir una idea en concreto. Esta práctica fue la usada en la mayoría de los vehículos de comunicación más preponderantes en aquellos años, sobresaliendo el modelo transversal generado en el proyecto de TVN a partir de 1990. Este modelo tuvo éxito en los años más fructíferos de la Transición, pero luego experimentó un fuerte desapego en parte porque las voces que representaban transversalidad en otros años ya no era suficiente para el nuevo ambiente social y político del país, todo este cuestionamiento solo se intensificó a partir del estallido social del 2019.
Todo arroja que al intensificarse la discusión política, los medios, o por presiones generadas por el público o por sus controladores terminan abanderadose en principios definidos, algo así se observa en algunos medios independientes, de derecha y de izquierda a partir del 18 de octubre, y que han tenidos éxito, pero ese éxito solo se traduce en que estos vehículos pasan a ser cajas de resonancia de determinados grupos y sus posturas y se alejan a la búsqueda de interpretar las múltiples aristas de un determinado tema. Si bien el público hoy reclama mayor transparencia en las políticas editoriales de los medios, no es sano que tal presión corra por parte de un consejo creado desde el Estado, tal decisión es una estrategia máquinea para generar una tensión entre “buenos y malos” que terminan muchas veces diseminando la sana convivencia que deben tener las democracias.
Si bien es un acto valorable que los medios de comunicación sinceren sus propósitos, estos actos deben surgir desde la voluntad de estos mismos y no una exigencia mínima para su funcionamiento, la aplicación de tales exigencias sólo terminan siendo cortapisas para el libre ejercicio de este principio tal elemental como es la libertad de expresión y opinión dentro de los medios de comunicación social.