Esta semana, el exconductor de “Primer Plano” Jordi Castell dió una polémica entrevista con el periódico The Clinic, y en ella elogió la labor de la constituyente derechista Teresa Marinovic con una particular comparación.
Y es que para destacar la labor de la polémica columnista, la equiparó con la modelo farandulera Kenita Larraín, diciendo que “Independiente de que piense distinto a ella, es lejos de lo más atractivo que hay como personaje. Astuta, inteligente, cojonuda. Me encanta”.
Sin embargo, Castell no comprendió que la labor de Marinovic dentro del hemiciclo del exCongreso Nacional ha sido, más que nada, patear la jaula en innumerables ocasiones: No usó la mascarilla en ningún momento de la instalación y, entre otros escándalos, increpó a la Presidenta Elisa Loncón por hablar en mapudungún, calificando lo que ella hacía como “un show”, siendo la también rostro de la Fundación Nueva Mente considerada como “racista”.
Ahora, ¿con qué motivos y bajo qué parámetros hizo la comparación con la polémica figura pública? No se sabe qué es lo que piensa Kenita en materia de política, ni lo que opina sobre el proceso que vive el país. Ni siquiera habló durante el estallido social ni se expresó a favor ni en contra del movimiento que originó la revuelta.
Es más, esto refuerza la tesis de este portal de que la farándula dura le ha hablado a las personas que están despolitizadas y/o conservadoras, aquellas que se consideran “apolíticas” pero que adulan a figuras pertenecientes a ese mundo sin siquiera saber si son un real aporte a lo que buscamos como país. Y cuando alguien de ese mundo logra ocupar un puesto de poder a través del legítimo mecanismo democrático, se destaca por escándalos y por su pintoresca forma de gobernar, la cual puede ocasionar un millonario déficit como ocurrió en Maipú.