La televisión, no solo en Chile, sino el el mundo, experimenta su decadencia, no hablamos necesariamente de su final, pero si nos referimos al fin de la etapa en que este medio de comunicación era el principal canal de interacción con el entorno. La televisión por décadas cumplió como ningun otro medio la idea de ser parte de la “Aldea global”, esto ya ha sido superado.
Hace algunos días conmemorabamos un nuevo aniversario del la primera llegada del ser humano a la Luna, este evento formó parte no solo de las conciencias de quienes vivieron ese momento sino también confirmó el poder de convocatoria que tenía este medio, en cual aún no llegaba a la mitad de los hogares del orbe, pero ya era el instrumento idóneo para mostrar con imagen y sonido los grandes eventos de la humanidad, sin necesidad de moverse de la casa. Doce años después del primer alunizaje, el matrimonio de los príncipes de Gales generó la fuerza para revitalizar la monarquía británica, esto no hubiese sido posible si esa boda no fuera transmitida para través de cientos de millones de hogares del planeta.
La sociedad vivía bajo los estímulos de la televisión, se impresionaba de lo que bajo la pantalla emitía, y sobre todo generaba la sensación real y perceptible que todo tu entorno estaba viendo el mismo contenido, la televisión era el mejor ejemplo de la generación de una sociedad de masas, dispuestas a consumir de manera inmediata y masiva algún contenido, si bien la cultura de masas no inició con este medio, la televisión pudo integrar los otros fenómenos masivos que se habían generado durante el transcurso del siglo pasado; la prensa, el cine y la radio. La televisión fue el medio fundamental para que nos líderes del mundo (políticos, sociales y eclesiásticos) pudiesen generar su respuesta esperada hacia su público, sea positiva, pero también negativa.
Escribo esta columna en los días finales de los Juegos Olímpicos, uno de los eventos que por antonomasia cumplen con el efecto cohesionador que cumple este medio, pero ya esta cita muestra pasos gigantescos que la cobertura televisiva no es suficiente ni necesaria para buscar a todo el publico objetivo, ni siquiera las nuevas atracciones deportivas, como el skating y el surf, han logrado atraer a un público más juvenil, y es que no se trata de que las nuevas generaciones hayan perdido atracción con el deporte, sino que el enganche televisivo ha perdido su poder de convocar, sobre todo en los países más desarrollados. Tenemos segmentos etareos que ya perdieron todo rastro a la televisión exceptuando circunstancias extraordinarias, que son las que justamente la televisión sobreexplota para poder generar algo de su relevancia perdida.
Seguiremos hablando de televisión, porque esta en definitiva no va a desaparecer, pero tendrá que adaptarse asumiendo que su papel no fue el que cumplió desde los sesenta hasta los dos miles, para eso, tendrá que buscar una forma de renovación para no caer en la obsolescencia y mantener parte de su prestigio ganado. En Chile, esta necesidad se hace más apremiante debido a la larga crisis que está industria sufre, lo que hace urgente su renovación para mantenerse activo más allá de la contingencia y de ciertos sectores socioeconómicos y etareos.