Estamos en vísperas de una nueva campaña de recolección de fondos para la fundación Teletón, esta se hace en un trasfondo donde el método de recaudación ha experimentado niveles cada vez mayores de desaprobación, entre los que se incluyen personajes que en el pasado defendieron y participaron en la campaña. El ambiente cada vez se hace más pesado, las dudas se acrecientan y las voces que antes eran menores y subterráneas hoy se empoderan, pero a pesar del ambiente adverso hubo esta semana una noticia que por si sola es un buen mentís para el éxito social que se traduce el servicio propinado por la fundación Teletón.
Las críticas que la actriz y constituyente Malucha Pinto esgrimió contra de la campaña golpearon fuerte, y es que Pinto no es un personaje que pertenece a los clásicos opositores de la campaña, incluso la actriz participó en spots de la campaña tiempo atras, pero la visión de Pinto, que luego tuvo que descafeinar, pertenecen a un sector social y político que hoy comienza a oponerse abiertamente a la campaña encabezada por Mario Kreutzberger. A las constantes críticas sobre la utilización de niños, niñas y adolescentes para apelar a la conciencia pública para la donación, se encuentra también una mayor oposición a dos de los sectores claves de apoyo a la campaña, la gran empresa privada y la televisión abierta. Mientras el empresariado nacional y nuestra pantalla chica gozaban de gran credibilidad social, la Teletón gozaba de una excelente salud y prestigio público, quien osaba esgrimir una crítica a la campaña, por muy constructiva que fuesen, eran demolidas por los medios, haciéndolos asociar a personas sin corazón. La Teletón se anota una derrota, que no se traduce necesariamente que la campaña resulte un fracaso en la recaudación de fondos, sino en que incluso dentro del sector que apoya la institución, hoy tenga que justificar acciones como el programa televisivo o la función social de la institución. Antes la Teletón no necesitaba escuderos públicos, era per se una organización positiva para Chile y su infancia, la derrota de la Teletón por tanto es moral, porque hoy incluso desde la posición de personas que defendemos a la existencia de esta organización vemos que se necesitan reformas urgentes y necesarias para la sobrevivencia de la fundación, entendemos que los tiempos son diferentes y que no se explican algunas de las prácticas que por años se asumían de facto como positivas.
Pero una noticia alentadora surgió como un alicate a esta sensación ambiente enrarecido, el triunfo del nadador chileno Alberto Albarza en los Juegos Paraolímpicos de Tokio, y sobre todo su declaración posterior agradeciendo al personal de la fundación significaron una demostración de como una organización en la que colaboran tantos puede transformar positivamente la vida de muchos chilenos a través de la participación generosa y desinteresada de profesionales que día a día protagonizan su propia maratón de 24 horas, en donde se enfrentan a la desigualdad de oportunidades, la indiferencia y la falta de una política de Estado real para esta población dificultan el desarrollo integral de estas personas, que encuentran en Teletón un lugar de apoyo, respaldo y crecimiento físico y moral. La Teletón no necesita la defensa de algunos que tratan de esgrimir en sus argumentos la necesidad de defender un modelo de sociedad y economía sobre otros, tratando de poner a la Teletón como ejemplo de eficiencia empresarial, sino, los verdaderos defensores de la institución deben ser aquellos que directamente ven como está fundación transforma de manera positiva sus vidas, a pesar de la adversidad que aún reina, algo inexplicable para un país que desde hace casi 45 años se ha conmovido por las vidas de estos compatriotas, es como que si los efectos de una campaña solo duran las horas de la maratón televisiva. Tal vez esto último es lo más preocupante, de cómo una sociedad, a pesar de la evidencia demostrada aún considera a las personas con capacidades diferentes como seres de segunda clase, y eso, es mucho más profundo que eliminar una campaña de recaudar fondos o traspasar la Teletón al Estado.