Llegó septiembre, el mes de la patria. Como cantaba Sexual Democracia, “con devoción mirarás la bandera” y “admirarás a todos esos heroes que en la historia dieron la vida por tí, sin que lo pidieran”.
En otros tiempos la llegada de la novena temporada del año era motivo de fastuosos especiales televisivos y estelares varios que nos recordaban que tenemos un rico patrimonio artístico y musical. Ejemplos hay varios: Desde los “Chilenazo” y “Esquinazo” hasta “Chile, chile lindo” del canal nacional durante la dictadura. Entrada la democracia se prosiguió la tradición de distintas maneras, hubo un año en que TVN reestrenó “La Quintrala” y la televisora entonces eclesiástica daba incluso shows circenses con sus rostros en primera fila.
Sin embargo habían varias cosas en común detrás de todas esas sesiones de “El gran circo Chamorro” y “El burócrata González” y especiales artísticos que eran habituales en los meses patrios: Un sentido de impulso a nuestras artes nacionales. Nuestra historia, nuestros baluartes musicales y cinematográficos se daban cita cada año en la pequeña pantalla.
Durante el pasado año, la pandemia trajo algo bueno que fue el especial de “La gran fonda de Chile” que programó TVN y Coca-Cola, que nos demostraban que en nuestro país había talento musical que estaba incluso dando que hablar en buena lid en el extranjero. Sin ir más lejos, en el día en que se escribe esta editorial, Denise Rosenthal hacía una exitosa gira de promoción en España, fabricante de tremendos cantantes y que acogió en sus pantallas televisivas a los más grandes de allá, acá y el mundo.
Estas fiestas patrias vienen en un escenario mejor que el año pasado, a pesar de que nuevamente las fondas brillarán por su ausencia: Los contagios por COVID-19 están en su mínimo y hay una vacunación que, innegablemente, está mostrando sus frutos, lo que ha provocado que podamos celebrar juntos, en familia, con las disposiciones sanitarias debidamente obedecidas, al sabor del asado y una buena empanada.
Hoy nuestra cultura merece un impulso a través de la televisión. Ayer (6 de septiembre) en la inauguración virtual del FICVIÑA, la alcaldesa Macarena Ripamonti señaló que “no solamente supone un consumo de espectáculos artísticos sino que es constitutiva del quehacer de nuestra sociedad”. Vemos como positivo lo que se está haciendo desde la industria para darles el realce que se merece desde diferentes formas: Tanto con ciclos de cine y teatro a través de TVN, como la aparición de Princesa Alba en el nuevo estelar de Mega, un canal que -sabemos de antemano- no es habitual ver música del más alto nivel. Y a eso sumémosle lo que está haciendo NTV.
No se confunda, esto no es ni chauvinismo ni patriotismo (“Shile de loh shilenoh”, bueh) sino el hecho de hacer que nuestra industria cultural tenga los esteroides que incluso el estado se resiste a darles, y que las estaciones de libre recepción televisiva les quitaron para darselas a personas poco capacitadas. Quienes son parte de ella han conseguido logros que hace veinte o treinta años eran inimaginables, apariciones en los artículos de Billboard, nominaciones a los Oscars e incluso actuaciones en películas de renombrados directores y próceres hollywoodenses lo certifican.
La música y el cine son parte de la cultura. En la década pasada, la misma televisión se encargó de desvirtuar ese arte tanto promocionando las películas de Sebastian Badilla y -el hoy caído en desgracia- Nicolás López, como mostrando a Kenita Larraín como una promesa del pop nacional, y de esta manera, burlándose de quienes si estaban trabajando de forma seria y responsable. Hoy, con una sociedad que cambia y un país gestándose en las panzas de 17 millones de chilenos, se ve providencial darle el énfasis que realmente merece. Eso nos hará más inteligentes e impulsará jóvenes que pueden formarse en sus cualidades, evitando caer en vicios o en malas juntas. Y por supuesto, dará trabajo y colaborará con la tan ansiada reactivación económica. ¿Aceptan el desafío? Nosotros sí.