Las circunstancias políticas y sociales han hecho que la proximidad de una nueva Teletón hayan sido trasladado a un plano menor dentro de la agenda pública, pero a una semana de una nueva jornada es importante señalar la importancia de esta campaña dentro de nuestra sociedad, y sobre todo, buscar fórmulas de renovación ante los constantes cambios que vive el país.
Más allá de las críticas que se hacen a la campaña, la renovación de la Teletón es algo urgente. En parte la protección que por años tuvo la campaña benéfica fue generada gracias al respaldo y alcance social que recibía su principal soporte: la televisión abierta. Con una industria en progresiva decadencia, la campaña ha sufrido los múltiples flancos al cual se le achacan, pero también la pérdida de respaldo de la televisión abierta ha generado un nuevo obstáculo, aunque no de legitimidad.
Son los tiempos en que la pantalla chica se aboca cada vez más en los contenidos informativos, transformando espacios de importancia como los matinales, lo que deja a otras áreas de la televisión bastante débiles o como en el área de la entretención, basada principalmente en formatos internacionales, espacios de entretenimiento y humor generados en el país tienen un rol secundario, lo que dificulta la generación de contenidos esenciales para el desarrollo de la campaña, como los espacios de trasnoche, donde el humor y la entretención preponderan sobre las historias motivacionales, que están amparados en el perfil informativo.
También preocupa que muchos de los animadores que hasta hace pocos años eran los eslabones de la campaña hoy poseen menguadas espacios en televisión, rostros como Tonka Tomicic y Karen Doggenweiler hoy no tienen la formación estelar dentro de sus canales y los conductores que parecían ser los “herederos” de Don Francisco, como Rafael Araneda y Luis Jara, al día de hoy, ni siquiera tienen espacios en la televisión local, es más, el propio Mario Kreutzberger solo tiene un espacio en la cadena CNN, en desmedro de sus anteriores roles centrales en las principales cadenas hispanohablantes en Estados Unidos. La falta de rostros o mejor dicho, la decadencia de los motores de la campaña es algo evidente, sobre todo para apelar a las generaciones más jóvenes.
Y es ahí donde la Teletón debe buscar el clavo, extender la campaña más allá de la plataforma tradicional y buscar que la maratónica campaña tenga una mayor vinculación con los “streamers”, personajes que hoy sí son capaces de motivar a un público menor. Pero esta oferta debe ser aún más ambiciosa, estos rostros deben reemplazar aquellos espacios muertos que la televisión tradicional no ofrece (como el mencionado anteriormente, y sobre todo, el espacio infantil) y que a través de las redes sociales y plataformas de streaming sean los pivotes de la campaña, a través de sus códigos. Y para que esto sea necesario, la televisión tradicional tiene que ceder su espacio, ya no es novedad para las nuevas generaciones una televisión funcionando toda la noche, la transmisión televisiva de la campaña debería reducirse a lo reflejado en la campaña del 2020, el resto de las horas deben ser entregadas a estas nuevas camadas de comunicadores, a través de sus plataformas, estableciendo sus códigos y modalidades, diferentes a la televisiva, quiere decir que los generadores de contenido digital no deben reemplazar a los animadores sino dejarlos ser en sus propios espacios.
Ya en los últimos años se ha realizado colaboraciones con estos creadores de contenido, pero con un rol secundario u obedeciendo a los rígidos mecanismos de la televisión analógica. Es tiempo que ellos, a su manera, tomen un nuevo protagonismo en la campaña. Para sobrevivir como campaña, la Teletón debe apelar a los nuevos públicos, y esos hoy precisamente ya no están en la televisión.