El peligro de las “fake news” no solo involucra un serio compromiso a la transparencia informativa y al sano desarrollo de los procesos democráticos, el hecho de la propagación de esta información de manera directa a los usuarios, sin intermediación alguna de medios de comunicación, provoca un nivel diferente de receptividad de la información. Pero más allá de estos factores, también se genera un problema aún más grave.
Las campañas políticas generalmente (y recomendablemente) se centran en propuestas y programas, este sería el escenario ideal; ciudadanos bien informados eligiendo al candidato con mejores condiciones programáticas para conducir un determinado cargo. Pero cada vez más las elecciones políticas se están centrando en características personales, y a esto se le incorpora el elemento cada vez mayor de información falsa divulgada a través de redes sociales.
Es cierto que algunas características personales son relevantes para elegir a un candidato, nos referimos características de liderazgo y generación de grupos humanos fuertes para conducir a una determinada comunidad, pero ¿son las cualidades personales las que definitivamente importan para elegir a un candidato?, o mejor dicho ¿son exclusivamente estas características las necesarias para elegir a un lider político? Si hay algo que debemos tener en mente en la política es que no todo se basa en la decisión de una persona, la raíz misma de la democracia liberal implica en que el poder no quede en manos de una sola persona, y que los personeros tengan una serie de controles establecidos para el ejercicio de los actos. Y no solo esto, el ideal de la política implica el establecimiento de grandes equipos colaborativos, que influyan en la conducción del país para que ese líder pueda decidir de manera categórica sus propuestas.
La proliferación de las “fake news” atacan sobre todo los aspectos más personales de los candidatos, provocando una radicación de los asuntos públicos a los asuntos personales, y genera una decisión malsana; generar un plebiscito moral donde uno no elige a un “candidato con buenas propuestas con un candidato con malas propuestas”, sino elegir “una persona buena versus una persona mala”, estamos generando caricaturas provocando una situación similar al mundo de las historietas: buscamos un héroe de cualidades superhumanas que busca vencer a un villano que busca destruir la convivencia de las personas.
El provocar esta disyuntiva ayuda también a la polarización, ya que al colocar la disputa entre buenos contra malos, se pasa a llevar las inquietudes reales y ciertas de las personas que elige una y otra candidatura, se evitan ver los matices que se generan en cada una de las opciones en disputa y finalmente, se pone en riesgo la convivencia social. El extrapolar la elección en características que van más allá de la política termina alejando las reales inquietudes sociales, y los factores que implican que las balanzas se apeguen a una u otra alternativa, en conclusión, tratamos de solucionar problemas complejos y multidimensionales con la simpleza de establecer el “blanco versus el negro”, sin distinción de matices.
Las conclusiones de estos hechos ya son conocidas públicamente, ya sabemos las consecuencias de estos efectos. Debemos actuar con prudencia para encaminar los procesos democráticos de una manera sana y que no se destruya el tejido social, que es muy fácil de destruir y muy difícil de recomponer.