Las estrellas y figuras del espectáculo son motivo de conversación pública, son personas que al ser famosas tienen expuesto particularidades que el resto de los mortales no tienen, la vida privada, elemento donde solo unos pocos deberían inmiscuirse, termina siendo objeto de noticia y deliberación. Muchas veces, cuando está intromisión a la vida privada de las figuras públicas termina generando perjuicio a los protagonistas, se establece una ya larga discusión sobre los límites de lo público. Seria interesante analizar donde pueden estar esas barreras.
Pienso que las barreras dependerán del nivel de privacidad que el individuo establece, en parte es el famoso quien tiene el primer control de acceso a su esfera privada. Pero detengamos en algo, ¿las figuras que aparecen en medios por el solo hecho de figurar son famosos? O mejor dicho ¿merecen todos estos rostros el mismo nivel de intromisión de sus agendas privadas? Aquí va puede ir otra vertiente a nuestra teoría.
Un famoso puede serlo tanto como objetivo final, como serlo solo por el ejercicio de la profesión que ejerce, pero que no busca la fama como finalidad. Muchos periodistas, actores y comunicadores más que lograr ser famosos solo tratan de ejercer un rol de emisores de una determinada especialidad pero sin que ellos acepten que la vida de sus familias (y las de ellos mismos) sean objetos del escrutinio público, simplemente ellos usan los medios de comunicación masivos como un medio de trabajo y nada más, la fama, por lo tanto, es un “mal necesario” que constituye trabajar en este tipo de espacios.
Pero existe otra especie de rostros que si buscan ser famosos, y que toda costa buscan tener figuración. Muchos de ellos han vendido incluso su más íntima privacidad para ser objeto de comentario por millones de televidentes, haciendo de sus vidas incluso más importantes que las vidas de las propias personas. A este grupo de personalidades evidentemente no les podemos juzgar con la vara estricta de la no intromisión, porque son ellos mismos que aceptan entrar al juego de sus vidas. Y eso acarrea consecuencias.
¿Que rigor se le puede pedir a un personaje que dejemos de preguntarle por sus vidas si ellos han hecho sus carreras en base de su intimidad? Solo opera en este caso las barreras éticas y morales individuales de cada uno, porque un filtro general, gestado desde los medios masivos no tendrían suficiente asidero, sobre todo cuando hablamos de personas que han abierto su intimidad al público. Los controles solo serían más rigurosos cuando estos personajes están expuestos ya a situaciones límites, que juegan con su integridad física o psiquica y requieren otro tipo de protección. Solo en estos casos, extremos, se puede establecer de manera clara una barrera ética fuerte, pero antes de eso los límites terminan difuminados, no por la acción del periodismo, sino simplemente por personas que aceptan entrar a un juego que tiene consecuencias no siempre agradables para la vida de estos protagonistas.