El fin de semana en las siempre bulliciosas redes sociales estuvo marcado por un papelón mayúsculo: Jaime Campusano, famoso por sus cátedras de buen lenguaje, el “profe de la tele”, el que cerraba el informe del tiempo con un dato anecdótico en el Megavisión de los 90s, el que desfilaba tanto por matinales como por espacios humorísticos como el “Jappening con Ja” o “Morandé con Compañía”. Ese mismo se burló de la forma del cuerpo de la futura Ministra del Interior, Izkia Siches.
Uno de los baluartes de la llamada “televisión amable” develaba su verdadero rostro. No es el primero ni va a ser el último de la vieja escuela que termina degradándose con el tiempo. Tenemos el caso de Alberto Plaza, otrora baladista que era habitué de cuanto estelar había, convertido en un troll político de redes sociales. Lo mismo pasa con Catalina Pulido, quien fuera parte de las mejores telenovelas que más nunca se hayan producido en la industria nacional, devenida en una opinóloga del Partido Republicano y compinche de Patricia Maldonado.
En el caso inverso tenemos a Florcita Motuda, quien nos regalara canciones maravillosas en tiempos complicados como “Brevemente Gente”, el que deslumbraba en Viña, en la OTI y en Sábados Gigantes, haciendo un papel más que decepcionante en el Congreso y funado por antivacunas y degenerado. Pamela Jiles, la misma que fue parte de revistas de oposición a la dictadura, que en los 90s encabezó el multipremiado equipo de “Informe Especial”, luego de salir en mala de TVN se convirtió en farandulera, luego en política y se la comió el personaje de “La Abuela”, que tendrá un nuevo periodo gracias al ciberfeudo que consiguió dentro de grupos de compra-venta por los retiros del 10%.
Y en el menor rango tenemos al Inspector Vallejo, Renato Munster, Alejandra Herrera (quien intentó ser parlamentaria por el partido del Dr. File), y quien sabe quién complemente los futuros etcéteras.
¿Cuál es la lección que sacamos en este portal? En el caso de quien escribe, lleva ya 15 años ininterrumpidos comentando televisión de distintas formas y ha aprendido muchas cosas en el tiempo. Entre ellas, que no hay que idealizar ni mucho menos romantizar la televisión de antes, porque cada década tuvo su problema. En los 70s y 80s, la manipulación informativa dentro del canal estatal; en los 90s, el conservadurismo arraigado en sus símbolos mediáticos como UCTV y el mismo Mega, en los 2000s un “destape” que trajo consigo la sexualización de la mujer y las peleas dentro de estos espacios y en los 2010s la farándula que hizo estancar la industria durante una década.
Y me quiero detener en los noventas, porque sí, tuvo cosas buenas: Se hicieron las novelas más añoradas por el público, hubo mayor libertad de información, tuvimos los mejores invitados artísticos y musicales que jamás pudimos haber recibido, siquiera en los tiempos de la “plata dulce” entre 1977 y 1982, tuvimos programas infantiles verdaderamente de primera clase, la industria reflejó movimientos musicales desde el “rock noventero”, el “britpop”, el “glamrock”, el pop mexicano y hasta estilos más populares como la onda sound. Tuvimos todo eso y mucho más. Pero también los citados “símbolos del conservadurismo” censuraron en varias ocasiones las campañas estatales del SIDA, y no contento con ello crearon programas ultracatolicistas en horario estelar (ejemplos claros fueron “Los 10 mandamientos” en Megavisión y “En el nombre del hijo” en UCTV); programas que pudieron haber contribuido al destape de los chilenos como “El Desjueves” y “Na que ver con Chile” sufrieron muchas veces censura desde diferentes grupos de poder, mientras otros como “El Sótano” caían por escándalos relacionados con la prostitución; Álvaro Salas hacía varios chistes sobre el VIH, el Viagra y la Pildora del Dia Después en “Viva el lunes”; el mismo Canal 13 censuró videoclips como “Hijos de la tierra” de Los Jaivas y “Déjate caer” de Los Tres; Marcelo, el cabezón que entretenía a los niños en TVN y el canal católico, era pesado con los mismos que le compraban sus CDs y cobraba hasta por eventos de beneficencia; Eleodoro Rodríguez Matte, ese ejecutivo que fue un capo de la televisión y todo lo que uno quiera, también compraba películas controvertidas como “La naranja mecánica” para simplemente no exhibirlas en pantalla y al morir, heredó una deuda incontrolable en IMU0848.
La TV “de antes”, esa que se añora en grupos de Facebook y en la que alguna vez fui parte, también tenía varias yayitas, a pesar que no eran tan dolorosas como en los 17 años de dictadura, pero cuyo resultado también padecemos hoy. ¿A qué debe apelar la TV de hoy? Por supuesto que no debe forjar a la generación del “no estoy ni ahí”, pero sí debe haber un destape de verdad. Esa apertura a iniciativas de equidad de género y políticas antidiscriminación que se implementaron en Estados Unidos una vez llegado Obama al poder se deben reflejar también acá, adaptado a nuestra idiosincracia. En síntesis, impulsar la cultura, el debate público desde el sentido del respeto a las distintas ideas sin caer en los discursos de odio ni discriminación, acoger al que quiere destacarse en buena lid, promover el talento, la crítica de la actualidad y la preocupación sincera y no hipócrita respecto a la corrupción, la impunidad y la violencia. Es el desafío que la industria debe tener por delante, para que así todos veamos venir lo que viene.