No es un cliché decir que durante la guerra aflora lo mejor y lo peor del ser humano, cada ocasión en que los conflictos bélicos rondan el mundo se observan prácticas y comportamientos difíciles de ver en tiempos de paz, y eso no solo se extrapola en el campo de batalla, sino también en diversos comportamientos sociales reflejados a través de los medios de comunicación social. El problema está en que los medios de comunicación también se suman a un entusiasmo popular que como instituciones que canalizan mucho más que información al público terminan siendo parte de un problema mayor.
Si bien estamos hablando de un país agresor (la Federación Rusa), con un líder abiertamente dictatorial y con aspiraciones similares a los peores regímenes totalitarios de los años treinta y cuarenta, la visión cándida y casi perfecta de Ucrania y su presidente nos parece, al menos debatible. Nos hemos olvidado, que el presidente Zelenski estuvo acusado de casos de corrupción y su gobierno estaba en entredicho público hasta apenas días de la anexión rusa de las provincias del Donbass, pero hoy son pocos los medios occidentales que hablan de ese tema, solo se refleja en los perfiles del ex comediante que ha pasado a ser líder capaz de motivar la moral no solo de su país, sino la de un continente europeo (y siendo más expansivos, del bloque occidental) que desde hace años no tenía tan claro un objetivo en común.
Pero esto no es una parcialidad informativa en relación con los atributos de los gobernantes, algo muy común en regímenes no democráticos (y que el señor Putin sabe usarlos muy bien) sino en estos días se han incurrido en prácticas repudiables incluso emitidas por corresponsales de medios respetados como CBS, hablamos de manifestar dichos de superioridad racial en algunos informes, eso de mencionar la impresión por ver gente blanca muerta en una guerra es tal vez el inicio de otro tipo de comentarios aún peores, pero aquello también marca el “pacto tácito” llevado por las superpotencias en 1945; que Europa no sería nunca más el teatro de una guerra, y que los conflictos entre occidentales y soviéticos se disputarían en países pobres, con la crueldad de la destrucción mitigada ya que la cuna de la civilización estaría segura de una guerra directa. Que triste legado nos dejó la Guerra Fría, además de desestabilizar regiones completas donde unos y otros se impusieron con la fuerza, al parecer Putin “solo” rompió ese pacto, colocando a Occidente en la encrucijada casi mortal de dejar solo a un país para asegurar algo más que la paz, sino la supervivencia del género humano.
Creíamos en esa noción en donde la historia era un proceso donde cada avance era una señal de progreso estaría asegurada, eso creían los hombres al comenzar el siglo XX en medio de las luces de las industrias y la civilización, en solo un puñado de años, ese orgullo se había desvanecido. Décadas más tarde, cuando se suponía que el fin de los conflictos ideológicos suponía el inicio de una paz duradera, nos vemos nuevamente con el horror de la guerra en la cuna histórica del bravo pueblo ruso. Pero esa noción de progreso no solo se limita a la paz, sino en la confianza depositada por los ciudadanos a un sistema de medios que cada vez se enfocarían en condiciones menos parciales y más criticas de su desempeño, pero finalmente, al calor de la guerra y las armas, terminan siendo un medio de propaganda para levantar la moral a un Occidente que parecía verse en decadencia. Nuevamente estamos equivocados, nuevamente caemos en una sensación de decepción.
Sólo hay que esperar que estos eventos no nos sucedan a nosotros, ese es el más profundo anhelo.