Que la salud mental es prioridad para nosotros, nuestros lectores lo tienen más que claro. Cómo se abordan estas temáticas tan complejas, de igual manera. En lo personal, como dijo Demi Lovato, “He hablado de ello durante años. Por eso, hoy no me lo tomo a la ligera”. En sencillo, nadie se lo debería tomar con liviandad, es algo sumamente complejo y requiere hablarse con seriedad, y sobre todo, respeto.
La final de “El discípulo del chef”, sucedida el jueves pasado en Chilevisión, así lo demostró. Luego de la victoria de Karen Bejarano, quien ha sido una embajadora nacional de esta temática a partir de diversas situaciones que le pasaron, Daniela Aránguiz tomó una actitud sumamente negativa: Empezó a denigrar a la cantante e influencer en sus redes sociales y a través de la prensa, acusando que ganó por “hacerse la víctima”. El farandulismo, que jamás torcerá sus antivalores de ser poco empáticos, ha difundido con demasiada amplitud las declaraciones de la farandulera y hasta la han defendido.
De la mano de la salud mental, también viene el ejercicio del bullying a través de medios masivos como la televisión. Vasco Moulian ha atacado la forma del rostro y cuerpo de Silvina Varas, lo mismo ha hecho con Catherine Fulop a quien todos los días ha insultado de forma cuasi obsesiva. Pamela Díaz lo ha ejercido cada vez que se daba la ocasión con Carolina de Morás, Sergio Rojas con el mundo femenino. En fin, ejemplos de agresividad hay muchos.
No solo en la farándula, desesperada por buscar recuperar el poder perdido y hoy reducida a sus reductos, verdaderos “mundos del revés”, suceden estas cosas. Todos los días lo vemos en el periodismo deportivo: En “Equipo F” y “Fútbol 90” de ESPN Chile vemos los griteríos de los panelistas; Felipe Bianchi ha defendido públicamente el regreso de Mauricio Israel en “Círculo Central” de TV+ (dónde sino) acusando a sus detractores de “fracasados”.
El nuevo Chile es mucho más empático con estos temas, por lo que la industria televisiva debe adaptarse a ella. Las actitudes tóxicas no deben ser normalizadas ni mucho menos aceptadas por ningún motivo, mucho menos el monetario. La búsqueda de nuevas audiencias no implica fomentar en la sociedad dichos comportamientos como el de Aránguiz, o el de Oriana Marzoli o el de cualquiera que intente siquiera insultar a una persona a pito de, literalmente, nada. No se trata de la eterna y estéril discusión de lo “políticamente correcto”, sino que de sentido común.