Las crisis son momentos para repensar y crecer, y no constituye una frase de un gurú motivacional, sino una demostración clara de lo que fue la televisión en Chile durante los años ochenta. Luego de vivir años de opulencia, la crisis del ’82 generó además de los esperables ajustes presupuestarios una revisión “hacia adentro” en materia de contenidos y a la misma vez se hicieron patentes los frutos que se habían sembrado en los años anteriores. La televisión chilena alcanza un nivel de complejidad que no se había puesto de manifiesto en periodos anteriores, lo que fortaleció su nivel de preponderancia dentro de los medios de comunicación en Chile. No es casualidad que en todas las áreas de la televisión encontremos en este periodo algunos de sus programas más inolvidables e icónicos: Los Titeres, Angel Malo, La Torre 10 (telenovelas), Martes 13 (entretención), Informe Especial, Mundo, Al Sur del Mundo , La Tierra en que Vivimos (reportajes y divulgación cultural), Cachureos, El Mundo del Profesor Rossa, Pipiripao (infantil), Más Música, Magnetoscopio Musical , Extra Jóvenes (juvenil), Zoom Deportivo (deportes), la lista es demasiado evidente.
El periodo compuesto entre los años 1982 a 1987 se produce una serie de eventos que generan una transformación de la industria nacional con efectos positivos y negativos: entre los primeros se encuentra la reducción del avisaje publicitario producto de la crisis económica de 1982 y la manutención de las duras políticas de censura en el plano informativo, pero en estos mismos años se perfeccionan algunos proyectos que se habían estrenado en años anteriores que durante principios de los ochenta estuvieron en segundo plano debido a la preponderancia de los programas de entretención, hablamos de los programas de reportajes y divulgación científica, estos pudieron ganar más presencia dentro de sus parrillas en gran parte por la reducción de presupuesto de los grandes estelares, por lo que la crisis favoreció la producción nacional casi por walk over. Y fueron todos los géneros los favorecidos, el impulso de La Madrastra motivó la competencia entre Canal 13 y TVN en producciones dramáticas que no sólo se limitaron a la telenovela, también espacios que siempre fueron considerados como hermanos menores como el infantil y juvenil ganaron gran figuración e incluso, en el caso específico del canal de la PUCV, salvaron la situación económica de la estación. Se aceitó la producción nacional en todos los sentidos, saltándose incluso las barreras de la censura en el momento de escoger actores disidentes para protagonizar algunos espacios, también ayudó la llegada de rostros que estuvieron en el exilio, como es el caso de Julio Jung, fundamental para el desarrollo de uno de los espacios de humor iconos de aquellos años: Medio Mundo. Si bien la entretención tuvo que ceder protagonismo, se fortaleció el poder convocatorio de Sábados Gigantes y se hicieron patentes las dos escuelas de espacios estelares, las duplas Bertran-Santis y Riesenberg-Vodanovic.
Pero no solo el gran salto fue en materia programática, la televisión chilena ganó en lo técnico. En 1983 se inauguró la central de televisión de Canal 13, con tecnología de punta para aquellos años, TVN por su parte agrega estudios de gran envergadura en su sede corporativa. Se perfeccionan las transiciones vía satélite, siendo la señal estatal la que ocupó tal plataforma para transmitir en simultáneo en todo el país a partir de 1986. Canal 13 sigue con su titánica misión de expandirse a lo largo del país y ofrecer una alternativa al resto de las regiones de Chile. Las cámaras de televisión comienzan a renovarse de manera periódica, por lo que la calidad de imagen y sonido cada vez se hace más superiores, sin encontrar grandes diferencias a mercados mucho más desarrollados.
Ayuda también a este crecimiento el perfeccionamiento de la industria publicitaria. Si bien sufrió los embates de la crisis internacional de los primeros años ochenta, esta tuvo un efecto colador para seleccionar a los mejores competidores del mercado, lo que hizo que la publicidad chilena obtuviera lugares de privilegio en la región latinoamericana, son los años del León de Oro en el festival publicitario de Cannes del Indio Firestone, los spots elegantes y hasta atrevidos de Costa, las transformaciones de imagen de empresas señeras como Copec y el lanzamiento de analgésicos con pinta de anticonceptivos como el Zolben. Se fueron los spots de autos japoneses y electrodomésticos taiwaneses de las tandas, pero se ganó en el relato y el discurso publicitario. Terminó ayudando en la más grande campaña publicitaria de todos los tiempos, que no fue para un producto, sino para promocionar la campaña política que cambiaría el curso del país.
La guinda de la torta ocurrió en 1987, todos los esfuerzos enumerados anteriormente fueron necesarios para la mayor transmisión televisiva hecha en Chile por aquellos años, la visita del Papa Juan Pablo II, una cobertura a lo largo de todo Chile, mostrando todas las realidades de un país inquieto y con la necesidad de expresarse públicamente fue reflejado por las cámaras televisivas que demostraron a un país que no sólo les unía la fe, sino la necesidad de hacer cambios profundos de manera masiva. Fue la demostración más fehaciente de Canal 13 como el principal medio televisivo del país, el que llevó sin censura todos los eventos papales, los que no cortó la palabra “dictadura” y “hambre” en los discursos de los pobladores de La Victoria y el primero en dar el tímido, pero primer gran paso para la apertura política en televisión.
La mesa estaba servida, estaba todo listo y preparado para que la televisión chilena, encumbrado como el principal motor de comunicación del país enfrentara la gran decisión ciudadana de 1988 sin dejar de entretener a su público. Venía el plebiscito, las elecciones, la democracia y sobre todo, el tan anhelado (y luchado) pluralismo en la televisión chilena. Iniciaría el periodo más floreciente de nuestra industria, que que uniría la calidad de contenidos con la libertad que traería la democracia.