Esta semana, después de dos años parado por las razones pandémicas que todos conocemos, se oficializó el Festival de Viña del Mar para 2023.
No cabe duda que, después de dos años con escasos eventos veraniegos televisados por la situación sanitaria, y más aún con una televisión que, cuando se trata de hablar de política, insiste en llevar a los más polemistas que a los más racionales, eran tremendamente necesarios los espectáculos musicales. Lo digo yo que la gocé toda con las espectaculares Ha*Ash en Las Condes y lo disfruté de principio a fin, lo mismo con la Fran Valenzuela tanto en el Parque Padre Hurtado como en ese experimento llamado “La fiesta de Chile”.
Y es que muchos estamos expectantes por este nuevo tono del certámen: Virginia Reginato dejó por la puerta de atrás el sillón de Arlegui 615 y, como concejala, “duró lo que tarda en llegar el invierno”, como cantaba Joaquín Sabina luego de una resolución que la inhabilitaba de ejercer cargos públicos por cinco años. La victoria de Macarena Ripamonti, sorpresiva para muchos, trajo consigo no solo aire fresco, sino distintas revelaciones de lo que se ocultaba en la Ciudad Jardín cuando las luces se apagaban y las cámaras dejaban los hoteles donde se hospedaban.
Desde calles sin pavimentar, poblaciones y campamentos postergados por eternas promesas, y la contaminación en el Sector Las Salinas con el Grupo Angelini desesperado por levantar un proyecto habitacional en plena zona de sacrificio, hasta la problemática de la delincuencia. Todo eso que con “la Tía Coty” era tabú y hasta causal de cancelación del contrato de transmisión (porque eso pasó en los 90s), hoy la misma licenciada en ciencias jurídicas se ha encargado de hablar de ello sin tapujos, luciéndose en cada entrevista, incluyendo en los canales oficiales. Ripamonti sabe de antemano que hay cosas que no pueden esperar. Pero sin duda le ha dado una renovada brisa viñamarina, aunque como decía la Teletón en 1992, todavía “hay tanto por hacer”.
Por eso, y a diferencia de varios “nietitos” y “amargos” en redes sociales, ella sabe que Viña es un patrimonio de la ciudad y de nuestro país, y puede darle otro enfoque. Quizás los conciertos que se hicieron durante el verano en la misma Quinta Vergara fueron una señal de aquello. Está claro que el “festival de soas” al que estamos acostumbrados no va a seguir como tal, por lo que debe sí o sí recuperar su esencia.
Y es que la critica que se le ha hecho durante muchos años al Festival como evento es que, por preocuparse en demasía de una noche, se descuidaron las otras seis. Si, hablo de “La gala”, ese comentario obligado en reuniones familiares que, televisivamente hablando, era rentable y hasta más visto que el propio evento, pero que no tenía nada de relacion entre sí. Más parecía un homenaje a la farándula dura (que fue muy Reginatista) en donde sus viejas glorias hablaban de quién era la joya, el vestido, la cartera, el zapato, pero de quienes iban a estar, de música o del siempre bien redituado humor, absolutamente nada. ¿O usted ha visto que en los Grammys o los Oscars, en las Alfombras Rojas de E! Entertainment o TNT, las figuras consulares de la canción o el entretenimiento se dedicaban a ostentar sus lujos?
Si se va a mantener la Gala, que sea con gente vinculada al Festival o a la industria musical chilena, como se hace en el Primafestival de Sanremo. Aunque, más necesaria que esa noche es imperativo que se recuperen las preselecciones. Basta de elegir a dedo quién representará a Chile en las competencias, que dicho sea de paso, pocas canciones han sido del agrado de la gente. Si se quiere recuperar el interés en aquello hay que volver a este proceso que era habitual en diciembre, que era la preparación para Viña, y que con CHV se perdió por completo dándonos canciones, en su mayoría olvidables, de forma dedocrática.
Honestamente, yo siendo popero, no me hago la ilusión de ver a divas anglo. De que es necesario verlas, lo ha sido desde que la televisión en Chile empezó a irse al carajo para favorecer al farandulismo y, con ello, promover pensamientos ultraconservadores a través de los medios masivos. Por eso, es imperativo desde este portal hacer un enésimo llamado a la cordura: Si bien Viña no va a seguir siendo para la Radio Pudahuel, tampoco veo prudente que se transforme en un “Lollapalooza de seis noches”. Ahí los presupuestos se van al carajo y, si bien los índices económicos de ambas estaciones están con brotes verdes, no hay que cantar victoria todavía hasta que haya cierta normalidad en las finanzas y, sobre todo, un modelo sustentable que no comprometa la calidad programática de TVN como de Canal 13.
Por eso, mi lista de deseos se enfoca más en divas latinas. Sería bueno ver a Danna Paola, Tini Stoessel, Nathy Peluso, María Becerra, Anitta, tal vez el regreso de Becky G, Sofía Reyes, Ivy Queen (si, la caballota hace rato que debió estar en la Quinta, aunque demás que deleitó en el verano pasado en el mismo recinto), Karol G, Paty Cantú, Lali Espósito que es otro retorno imperativo, en fin, una lista que bien puede completar usted. ¿Y por qué no apostar por un grupo de K-Pop? Muchos han pedido varios grupos surcoreanos, tomando en cuenta además que se hizo un Music Bank en el Anfiteatro del Palacio Vergara. ¿De lo chileno? Me gustaría ver a Javiera Mena, la revancha de Cami, Mariel Mariel, Princesa Alba, Soulfia y otras tantas.
Tenemos tantas expectativas puestas en Viña 2023, pero también tenemos mesura. Porque será un festival en rodaje, que tal vez no vaya a dejar contentos a todo el mundo, pero que puede remarcar la nueva brisa viñamarina que llegó a partir de junio del año pasado. Y ojalá que la vuelta de Viña motive a los canales abiertos a volver a apostar por Olmué, Dichato, Talca y otros que quieran salir al país. Les aseguro que ellos y la salud mental de nosotros como televidentes saldrán ganando.