El linchamiento que sufrió un vecino de la comuna de La Florida al ser confundido por un ladrón y su posterior muerte producto de las lesiones sufridas tras esta mal llamada “detención ciudadana” han llevado, nuevamente, a una evaluación crítica a la televisión al momento de definir el hecho sucedido, así varios abogados penalistas expresaron los reparos al término “detención ciudadana”, sobre todo en este caso extremo.
Es fácil culpar a terceros sobre la proliferación de estos actos, que solo reflejan de manera evidente a una sociedad que hoy actúa directamente a través de la violencia bruta sin buscar intermediarios. Muchos arrojarán la conclusión directa que los medios de comunicación masivos, sobre todo la televisión, en estos últimos veinticinco años ha generado a la población una sensación de temor desmedido por causa de la delincuencia e inseguridad, incluso en esta misma tribuna en algún momento nos referimos a aquello, buscando los antecedentes que originaron este fenómeno en los medios. Pero creo necesario separar una agenda informativa que ha colocado exceso de ahínco en la información policial y otra muy diferente es culpar a la televisión por la acción agresiva y directamente criminal de un grupo de ciudadanos inspirados equivocamente en el concepto de la legítima defensa.
Vivimos momentos complicados, donde sinceramente vemos percibir en el país una seria crisis, una crisis que va más allá de la coyuntura económica y política (que ya de por sí son complejas), sino hablamos de una crisis de valores, una desconfianza generalizada que ha llevado a nuestros compatriotas a no creer en el Estado y sus instituciones y generar un ambiente propicio para la auto tutela y la “justicia por cuenta propia”, en simple, volver a la era de las cavernas, donde la solución de los conflictos era a través de la demostración del más fuerte. Crisis de valores que se demuestra además de una justificación de los métodos violentos para alcanzar objetivos políticos y sociales y de paso generar una progresiva pauperrización de la convivencia pública, partiendo por el entorno de nuestras ciudades. La crisis de valores se podría extrapolar a la falta de noción de principios básicos de cooperación y convivencia generados por una profunda dedicación a los elementos individualistas generando una paulatina desmembración del sentido de lo público y el bien común.
¿Y qué papel tienen los medios a todo esto? Hemos analizado en semanas anteriores el rol que tuvo la televisión para generar una particular conciencia consumista en los chilenos a partir de la segunda década de los setenta, como también podríamos agregar el concepto muy profundo que ha generado en las familias chilenas el cuidado y protección de sus bienes, que terminan siendo reflejo e incluso extensión de sus logros personales. Pero, reiterando el concepto esgrimido en líneas anteriores, no es posible establecer una línea directa entre priorizar ciertas agendas alarmistas y una conducta agresiva y delictual como lo hemos visto en la última semana. Los medios tienen una responsabilidad en haber sido parte de un engranaje mayor en la construcción de una “sociedad de consumidores” en desmedro de una “sociedad de ciudadanos”, pero no por ello son responsables de una generación desmedida de violencia, ahí son otros los elementos que han generado la crisis.
La solución a esta compleja coyuntura no se solucionará con una nueva constitución, por muy reformista que sea, ni siquiera por una positiva administración gubernamental (aunque claro, el fracaso de ambos podría generar aún mayor frustración social), es un cambio de conciencias en donde no solo implica el rol que pueden tomar los intermediarios, entre ellos los medios de comunicación masiva. Este cambio implica una revisión del “yo” interior y ver como reaccionamos a ciertos hechos, en que valores y principios priorizamos. Los medios podrían ayudar más que nada en reorientar algunos de sus ejes informativos, reducir de manera drástica su excesiva inclinación a la información y entregar espacios que produzcan, por menos, un efecto de mayor distensión y tranquilidad. Los chilenos estamos muy agotados de vivir en una permanente sensación de agobio y urgencia, y nos merecemos, poder vivir más tranquilos, el proceso será complejo, no es rápido y tendrá soluciones complejas, pero esperemos que podamos encontrar en la televisión un poquito de remanso en momentos turbulentos.