Que la farándula buscará por todos los medios recobrar el poder que ostentaban hace diez y quince años, eso ya es sabido por todos los que analizamos la televisión desde un punto de vista más crítico, y en esto último se incluye la labor que por mucho tiempo hicieron llevándose consigo presupuestos millonarios, horas de programación, redes de retroalimentación de dudosa procedencia y los vínculos de la gran mayoría de ellos con movimientos y plataformas de ultraderecha.
Y uno de los elementos que ha caracterizado a ese tóxico mundo ha sido la violencia física y verbal entre quienes componen ese mundo, la cual se contagió a sus panelistas. Porque en “Zona de estrellas” (Zona Latina) se virtió una acusación en la que Sergio Rojas había tenido una noche de copas en un hotel de la capital celebrando un cumpleaños.
Raquel Argandoña dijo en su minuto que “Tiene un problema, que se trate. Si sigue haciendo lo mismo de hace 17 años quiere decir que tiene un problema que no asume”.
Sin embargo, el roche fue alimentado por el panelista, criticado desde este sitio por sus comentarios machistas que ha hecho durante todos los espacios donde ha estado, tratando de “sueltas” a gente como Mariana Marino, de “mechera” a Valentina Roth y denigrando a una modelo, como lo hizo en 2013. A través de su Instagram se desahogó: “No puedo creer… Que personas que hayan hablado de mí permitan por ejemplo que sus parejas no paguen pensiones alimenticias, otras que tengan que pagar para poder tener amor al lado, otros que son símbolos de promiscuidad, así suma y sigue”.
“Hay que ser muy cara de raja porque yo podré haberme tomado 30 mil copas de más, podré haber no sé, bailado o haber hecho algo indecoroso según el manual de las buenas costumbres, pero no soy ni una décima parte de todo lo tóxico o lo dañino que son ciertas personas”, puntualizó.
Estas rencillas entre dos espacios faranduleros demuestra la decadencia en la que terminó una televisión altamente tóxica, que durante un letargo mantuvo a la industria sumisa detrás de peleas, tongos, escándalos y violencia. Dichos elementos, tan característicos de la pequeña pantalla del viejo Chile, que por el bien de los telespectadores y del correcto desarrollo de la misma, deben quedarse atrás.