Habría sido mucho más concreto hacer un relato cronológico de los hechos acaecidos en la televisión chilena durante 1988 a 1992, pero quisiera destacar algunos momentos (incluso extemporáneos a esta fecha) que relata las características del periodo, sin entrar en detalles específicos, sino que haciendo un balance crítico de aquellos años.
La última semana de marzo de 1988, Canal 13 estrena De Cara al País, el primer programa estrictamente político realizado en la estación universitaria desde el Golpe de Estado de 1973. Si bien los chilenos recordamos de aquel programa el llamado “dedo de Lagos”, en el primer episodio fue el economista demócrata cristiano Alejandro Foxley quien expresó una frase demoledora: “En Chile hay cinco millones de pobres”, casi la mitad de la población del país en aquel momento. Esta frase derrumbó cualquier discurso triunfalista que pretendía esgrimir la dictadura para defender el éxito económico del régimen. La televisión, a partir de ese momento, involuntariamente fue el instrumento para que los opositores pudieran no solo expresar su mensaje democrático, sino que es el mismo régimen quien comienza a perder su instrumento más valioso para ejercer el control social.
El perder ese control, aunque sea de una manera mínima, significó que la televisión comenzaría un proceso progresivo para poder mostrar de una manera más real a las realidades chilenas, pero claro, estamos hablando de un proceso de transición; no todo lo que se esperaba como medio de comunicación se cumplió, el modelo de entretenimiento como motor de la programación siguió su lugar predilecto, algunos reportajes de programas de investigación fueron censurados. El proceso vivió sinsabores y retrocesos, se llegó a la sensación de que nadie quedó completamente satisfecho con los resultados del proceso: los empresarios adictos a la dictadura se quedaron con los canales privados, pero los sectores conservadores se quejaban por las campañas emitidas por el naciente gobierno democrático en torno a la llamada “agenda valórica”, inmortalizada por los mensajes de prevención del SIDA.
Tampoco la televisión tuvo la osadía de mostrar las cosas de una manera directa. Los mensajes contra la dictadura no fueron ilustrados con las chocantes imágenes de cordones urbanos rodeados de pobreza, como lo reflejaban los videos independientes, los debates políticos siempre se hicieron de una manera muy cerrada hacia los políticos profesionales y muy pocas veces a otros actores sociales. Tendríamos que recurrir a un evento anterior como la visita de Juan Pablo II a Chile para poder mostrar un testimonio directo de los pobladores expresando sus demandas, la gira papal de 1987 fue bastante más explícita en mostrar a un país en su más completa dimensión, gentes de todas las edades, regiones, clases sociales y pueblos indígenas. La llamada “primavera papal” en la pantalla chica duró mucho más tiempo de lo que se esperaba, ni siquiera las alegres franjas que hicieron perder el miedo a miles tuvieron esa capacidad de mostrar de una forma tan transversal a Chile. Tal vez ese no era el problema, tal vez nosotros éramos los que no queríamos que la tele refleje las cosas tal cual son. Preferíamos que la democracia se manifestara a través de un comercial de televisión bien preparado que a través de imágenes chocantes que solo generaban mayor indignación.
Las transiciones son difíciles, como decíamos anteriormente, casi nadie se queda satisfecho con los resultados inmediatos. Hay que ceder mucho para ayudar a que una frágil democracia no se vuelva a caer. La dictadura cayó y con ella toda su opresión, pero no por eso se podía entrar a una fase nueva a través de un destape total, no era aconsejable y la gente, esa misma gente que pedía años antes libertades, hoy solo querían tranquilidad. La televisión solo formaba parte de esa sensación nacional, no iría más allá de lo que la gente quería dar o mejor dicho, de lo que quería ver.