Para empezar esta editorial, hay que poner la pelota en el piso: Ningún medio es apolítico o debe definirse como tal, porque todo lo que se hace, incluso desde las plataformas de comunicación, querámoslo o no, tiene relación con la política directa o indirectamente. Cada programa que se hace, invitado al que se lleva, contenido que se realiza, todo es político. Incluso las personas a las cuales aplicamos cierto “veto informativo” o miramos de forma crítica.
No es malo desde ningún punto de vista que un medio haga sentir su preferencia política, eso ocurre en Estados Unidos, cuyo sistema multimedial miramos con admiración pero también desde un punto de vista crítico. Los llamados “endorsements” son habituales para bien o para mal, desde el progresismo del New York Times hasta el conservadurismo meme de FOX News o Newsmax.
Sin embargo, el tema de fondo es que en el ecosistema multimedial chileno, la diversidad y pluralismo no son habituales. Lo vemos cada vez que en los paneles políticos hay más panelistas de una opción que de otra, o cuando en los noticieros hay una tendencia clara o usufructo de una temática en específico por sobre todas las cosas. La crítica fundamental que se le hace a los medios chilenos es primeramente, reitero, la falta de voces disonantes al poderio casi bicentenario de El Mercurio y el Grupo Copesa, y cómo la salida del estado como actor que garantice el derecho a la información ha mermado la calidad de la misma.
Y no solamente ha pasado en la dictadura con la ola de privatizaciones de empresas que hoy podrían ser necesarias como Entel o CTC, sino que en la política de ciertos sectores. Un exministro de la Concertación decía que “la mejor política pública en cuanto a medios es no tener política pública”, justificando la posterior privatización de Radio Nacional de Chile. Dos décadas después, Piñera decide cerrar y luego vender La Nación y recuerdo que Pablo Longueira celebró el fin de dicho medio.
De ahí vino el fenómeno de la farándula en Chile, cuando Primer Plano marcaba 25 puntos y era más importante el tongo de Adriana Barrientos que la desigualdad de nuestro país que a inicios de la década se empezó a destapar gracias al Movimiento Estudiantil, pero que en algunos casos fue minimizado en favor de los escándalos de las modelos de aquel entonces, los que incluso mostraron su afinidad con el piñerismo. Luego en 2019, cuando la situación se volvió insostenible, todos los actores dijeron al unísono que nadie lo vió venir.
Pero no hay que lamentarse toda la vida de lo que pudo ser y no fue. El pasado, pasado está (quiéranlo o no los viudos de Gonzalo Bertrán, Don Eleodoro y la época dorada de las novelas chilenas) y es importante construir un futuro mejor para los medios de comunicación, sobre todo para esos actores que tienen la voluntad de competir, incluso con modestia, a los grandes consorcios que también viven sus propios problemas. En definitiva, para ser un país en serio y tener medios en serio, hay que tener un ecosistema en serio.
Por eso queremos hacer público nuestro apoyo a la Opción Apruebo en el Plebiscito de este 4 de septiembre. ¿Pero por qué un sitio tevito debe expresar su afinidad política? Simple: Porque no debemos vendernos como “apolíticos” o esconder la cabeza como un avestruz ante las deficiencias del ecosistema multimedial chileno, incluyendo del canal estatal que debe someterse a las reglas de los medios privados y por eso tenemos lo que tenemos, con la salvedad de NTV y el Canal 24 Horas.
Aprobar no solo significa robustecer los medios públicos, sino que garantizar una mayor diversidad dentro de los actores, y en eso se incluye la televisión. Si Juan Sutil por ejemplo quiere tener un canal, que tenga por seguro que nadie se lo va a impedir. No obstante, deberá entender que así como él tiene el legítimo derecho que buscar influir a través de la “caja boba”, también debe tenerlo desde el periodista más modesto hasta el más poderoso de nuestra tan criticada élite, y en eso también se incluye la más prestigiosa de las universidades, que han apostado su mirada desde el academicismo.
Aprobar no significa quitarle voz a la derecha, pues estas tendrán y seguirán con un espacio garantizado en los paneles, pero sí es imperativo que tengan igualdad de condiciones ante las voces más progresistas, con sumo cuidado para los reaccionarios que gritan mucho, pero hablan poco.
Aprobar no significa acabar con la farándula, pues a pesar de estar en segunda división, nada les quitará su espacio, pero sí hará que así como las modelos desfilan por sus paneles, también debe haber espacio para nuestra música y las diversas expresiones culturales.
Aprobar no significa reemplazar los matinales por cultura, pero sí un equilibrio justo. Tampoco significa que los noticieros sean complacientes con el gobierno de turno, sea quien fuere. Pero sí que haya un ecosistema tan amplio como nuestra diversidad. Si hay medios oficialistas o de izquierda, que tengan el mismo derecho de existir como las voces más conservadoras que hasta el día de hoy circulan en papel de diario o en forma de informativo o radio.
En fin, tenemos razones de peso para aprobar, siempre desde los hechos. Y por eso en TVenserio optamos por renovar nuestra Carta Magna, para que así tengamos un país en serio, y al mismo tiempo, lo que da orígen a nuestro nombre.