En los años 80s, cuando la información que se exhibía a través de la televisión era absolutamente controlada por la dictadura, las radios opositoras usaron una palabra muy bonita: La verdad.
“Usted tiene derecho a saber la verdad, y la verdad está en los hechos” decía el lema que abría cada emisión del Diario de Cooperativa, “saber la verdad es un derecho, decirla es nuestro deber” era otro de los eslóganes de CB 76 en esa década turbulenta. “Un compromiso con usted y la verdad” aseguraba también decir Nuevo Mundo, mientras que Diario La Época cuando debutó ofrecía entregar en sus páginas “la verdad a diario”.
Cuando la mentira se impone, hay que cuestionar por qué llega a tanta gente y con los recursos que no se gastan en mejorar servicios privados como las Isapres, las AFPs y sus propias estaciones televisivas de las que son propietarias.
El pasado domingo no solo ganó el Rechazo, sino que ganaron las noticias falsas. Es ganar electoralmente para la derecha, pero al mismo tiempo es una derrota ética y moral. Porque en todo este tiempo han mentido, y han masificado a través de las incontrolables redes sociales la mentira en forma de noticia. Que te van a quitar la casa, que no podrás elegir el colegio de tus hijos, que no podrás elegir el sistema de salud. Todo ello fue amplificado y fue desmentido incluso por Chequeado de CHV, pero todo fue en vano: Las fake news ganaron, y duele.
Duele porque esto es un fraude electoral blando, y porque en muchos sitios (incluido este) se hicieron esfuerzos sobrehumanos para desmentir cada falsedad que se ha dicho en redes. Pero el poder del dinero pudo más, y así lo han demostrado las cifras. Y duele porque en base a esas falsedades se separaron familias, amistades de años y muchos han eliminado a personas. No tenemos problema con atender a personas de derecha, sin embargo no hay otro límite que el respeto y la información verídica, que acá hemos defendido siempre, aún cuando en muchos días nos hemos sentido sobrepasados.
Cada vez que alguien dijo algo sin presentar algún sustento que refuerce tal afirmación, lo hemos cuestionado. Porque es un deber imperativo que nos lo autoimponemos por respeto a ustedes y a la credibilidad y el prestigio que conseguimos en cerca de cuatro años de existencia: Así lo hemos hecho, por ejemplo, cuando en dos programas supuestamente de espectáculos se ha dicho que Cami había hecho pucheros o tenido aires de diva en programas, en ambas tesis no se han exhibido documentos fidedignos que sustenten tal afirmación. O cuando un comunicador de Instagram afirmó que Ángeles Araya conseguía proyectos por encamarse con ejecutivos. Yo me pregunto cómo la conductora del 13 lo dejó pasar y no llama al departamento jurídico de la señal para tomar las medidas del caso.
No es justo porque, al menos en nuestro caso, cada vez que hacemos una crítica a un programa de televisión, rostro, personaje de la farándula o canal de televisión, se hace desde los hechos y la mesura. Nunca a través de supuestos o caricaturas. Y hay verdades que a muchos les desagrada que digamos. Como de que en Chile no hay un ecosistema de medios debidamente pluralista (y esa tesis la sostuvo hoy Oscar Contardo en conversación con la Deutsche Welle), o que el mundo del espectáculo chileno es absolutamente segregador y privilegia la polémica por sobre el talento. O que la televisión pública no va a progresar jamás si sigue complaciendo a los escasos seguidores de sus novelas turcas -al menos eso lo han enmendado en parte-. O que los realities de Mega han sido caja de resonancia de personajes con una conducta reprobable y que debemos reprochar. O lo que se ha sostenido desde hace dos años y se ha comprobado: Que la falta de presencia musical en las pantallas locales ha mermado la calidad de nuestra TV y la salud mental de miles de chilenos.
Sin embargo, y volvemos a citar a los tiempos mozos de la 93.3 FM: “Siempre va a ser necesario saber toda la verdad”.
Duele que se legitime la mentira como forma de hacer campaña política, de la misma forma en que afecta que nadie sea capaz de ponerle freno. Es un negocio nocivo y tóxico, tanto como lo es el mundo de la farándula que se vio muy favorecida en base a la mentira. Nicole Moreno, la Luli que le dicen, se hizo famosa por inventar un secuestro en un mall. Desde el punto de vista ético y moral es pésimo quien festine con ese drama lo puede pasar mal, pero desde ese mundo lo blanquearon y le inventaron el eufemismo de “tongo”.
Cuesta dar vuelta la página porque las mentiras son difíciles de olvidar. Pasa cuando cortas una relación amorosa, o una amistad de larga data, o cuando dejas de ver un canal de televisión por endurecer su línea editorial y dilapidar prestigio e imagen, como sucedió con Canal 13 y está a punto de pasarle a Mega, a luz de lo revelado hoy por Interferencia. Una mentira genera rencor y división, y costará superar ese duro momento de la vida.
Perder una elección por una serie de mentiras es como perder un campeonato porque el rival hizo un gol con la mano o con un penal inventado. Y créanme: Esa espina no va a ser fácil de quitar. Al menos si no hay una solución concreta. Por nuestra parte, seguiremos hablando con la verdad, que no se debe confundir con insultar o maltratar a las personas: Es informar y criticar desde los hechos y datos concretos, nunca por algo que nos inventamos. Solo así se construirá prestigio, credibilidad y se generará una referencia informativa aún desde la cobertura a la industria televisiva. Y así se creará un mejor país.