Tendremos una semana interesante en la televisión local. El regreso de Margot Kahl tras casi dos décadas de ausencia sin dudas que será un importante acontecimiento, pero el lunes también veremos el estreno de Karen Doggenweiler en Mega tras su sorpresiva salida de TVN luego de treinta años en la señal pública. Pero no solo son estas incorporaciones las que remecen el mercado, Eli de Caso volverá a la pantalla chica el domingo en un programa de Canal 13 pagado por una compañía de telecomunicaciones, también se anunció el regreso de Ivette Vergara a las pistas tras un par de años sin pantalla. El mercado se mueve bastante.
Podemos decir que son noticias positivas, no quepa dudas, hablamos de grandes profesionales con años de carrera, además de una buena dosis de cariño del público. También es un gran mensaje relativo a que el talento no conoce edad y que los años no son impedimento para mostrar profesionalismo y cercanía. Pero tras estas noticias hay algo que preocupa.
Si nos detenemos bien, si vemos el número de animadores e invitados a los espacios de conversación y concursos en la televisión chilena vemos a una ronda bastante monótona de figuras que estelarizan estos programas, es rara vez que vemos gente que no conozcamos al menos desde hace diez años en televisión o en la industria del entretenimiento. Para ser más tajante, no vemos a casi nadie que haya figurado en comunicaciones desde el apogeo de las redes sociales, tal vez la única gran salvedad fue la aparición de Germán Garmendia en la pasada Teletón, y ya sabemos que Garmendia es el primero de una camada de creadores digitales que ya tiene un buen número de exponentes chilenos, consolidados y populares, algunos con millones de seguidores.
Para muchos la conclusión es clara, la televisión chilena perdió el futuro y se encaramó en el glorioso pasado, no hay ofertas que estimulen a un público adolescente y son pocas las ocasiones que se hace referencia a estos grupos. ¿Se ha hablado en televisión del fenómeno del k-pop, al menos en reportajes noticiosos, incluso en algún cariz negativo? ¿En qué quedó el proyecto de Canal 13 de realizar un programa relativo a esta cultura? La encargada de conducir el espacio terminó yéndose a la competencia. El único espacio donde vemos figuras nuevas son las áreas dramáticas, pero los encargados de formar a esta nueva camada no son las estaciones de televisión sino que las escuelas de teatro.
Esta claudicación a las nuevas generaciones es evidente, ¿Pero que llevó a este escenario? Respuestas hay varias, pero quiero atreverme y levantar una hipótesis nada irresponsable: el temor de crear un fenómeno que puede devenir en negativo. La última esperanza de una renovación televisiva surgida desde la industria, Karol Lucero, terminó siendo vapuleado socialmente luego de ciertas actitudes indecorosas y se transformó, medio en serio, medio en broma, en uno de los personajes más perseguidos por los chilenos tras el estallido social de 2019. Tal vez el temor de volver a ver una nueva estrella televisiva caída en desgracia ha motivado a que la televisión desconfíe de los nuevos rostros y se quede en la seguridad de rostros confiables y de poca resistencia al telespectador. Mejor no correr grandes riesgos, como en toda decisión que está tomando la televisión chilena desde algunos años atrás.