Desde hace diez años, quince si se quiere, que venimos constatando las falencias de la industria televisiva, en el sentido de cómo la farándula y su indiscrecional favorecimiento hacia contenidos relacionados a dicho género terminó por socavar otros tipos de programación como la ficción, la programación cultural, los informativos y programas de reportajes. La culpa es compartida, tanto del chancho como de quien da el afrecho.
Y nuestro diagnóstico era tajante, de que le faltaba espacio para el talento, que era algo más que el apellido de un antiguo conductor de programas infantiles en los 60s y de un histórico camarógrafo, ambos de Canal 13. Era casi inexplicable que mientras en otros países de la región se impulsaban varios formatos y explotaba la industria del streaming, en Chile en medio de uno de los movimientos que puso en jaque al primer gobierno piñerista, se optó por crear un mundo paralelo. Uno lleno de tongos, polémicas, virales que pusieron en evidencia la actitud tóxica de ciertas personas, notas sobre la ruta de la empanada, programas de baile que premiaban la polémica en vez de la destreza artística de los famosillos. Y entre una lluvia de millones, el negocio implosionó.
Lo peor es que el mismo género era absolutamente sobrevalorado tanto por rostros como por ejecutivos, quienes no titubeaban en defender el mismo a través de la prensa. A Mauro Valdés, por ejemplo, se le critica por haber farandulizado al máximo al canal estatal con programas como “Adopta un famoso” o “Las Argandoña”, al cual su protagonista incluso tuvo la osadía de culpar de su fracaso a alguien que no tiene nada que ver en absoluto.
Y creíamos, de forma muy seria y con los mejores argumentos, que el pop femenino era la antítesis de lo que nosotros llamábamos, y seguimos llamando, “las ídolas de barro”. El mensaje que ellas entregaban, y siguen haciéndolo, es de amarnos los unos a los otros, que está lejos de ser una consigna hippie, y además habían cosechado premios, logros en ventas de discos y reconocimientos por su trayectoria sin otra cosa que no sea su talento. Por todo ello, creíamos y lo seguimos sosteniendo, que su presencia podía darle una inyección de calidad a nuestra alicaída pequeña pantalla.
¿Pero qué recibimos de respuesta? Los críticos más mesurados decían que estábamos en Chile -un pretexto bastante estéril para justificar la mediocridad del medio- o me decían que “siguiera soñando”. Un hombre de radio tuvo la desfachatez de decir que “la farándula manda”, diciendo a la vez que no se movía dentro de la industria ninguna hoja sin que ellos supieran. Y a pesar de que entonces el dinero estaba para aquello y mucho más, supimos ver venir una crisis por el descontrol de las platas hacia géneros como los realities o programas como “Primer Plano”.
Mientras que otros mucho más duros si se quiere decir dicha palabra nos ninguneaban, decían que los ejecutivos nunca nos iban a leer, incluso nos bardeaban todos los días creyendo que lo único que queríamos era retroceder en 30 años la televisión. Nos hacían memes, nos trataban de obsesivos y un cuanto haya, lo cual solo hablaba mal de ellos como fans acérrimos del farandulismo. Incluso llegaron a hacer hacia quien escribe chistes homofóbicos, burlándose de mis problemas mentales.
La gran noticia de esta semana, que es la llegada de Christina Aguilera al próximo Festival de Viña del Mar, es una muestra clara de que a pesar de tanta burla desproporcionada o crítica a base de una odiosidad estéril, el tiempo nos dió la razón y que nuestras ideas no estaban en absoluto erradas, ni mucho menos utópicas. Había que cambiar cierta gente, partiendo por la alcaldesa y a la Comisión Organizadora, para que de una vez por todas haya enfoque en lo importante, y así también lo valoraron los matinales de los canales oficiales junto con el de Mega.
Hace diez años, la gran crítica al Festival era que carecía de artistas dirigidos a los jóvenes, hoy el panorama es distinto y mucho más alentador, gracias a la excelente gestión de cada una de las partes, partiendo por el de Bizarro como también de cada uno de los actuales miembros de la actual Comisión, cada uno de los miembros vinculados al ambiente televisivo, al radial (los concejales Williams y Puebla) y la alcaldesa Ripamonti, con pasado como DJ y muy culta musicalmente, y que tiene como su sello de gestión masificar la cultura y transformar a Viña como un gran polo de conciertos, no solamente durante seis noches.
Y una década atrás, otra crítica a la industria era que no tenía espacios musicales en otras instancias que no sea enero y febrero. Pensemos en que su éxito, al que nosotros abogaremos y promoveremos desde acá a los días del evento, puede significar un cambio en cómo se está considerando a la música en televisión, que puede pasar de ser un bien escaso como un valor en abundancia, como sucede en España y en Italia.
Por todo aquello, creemos también que no es justo que los que más cuestionan a la televisión chilena por lo humano y lo divino, mirando todo con el vaso medio vacío y sin ninguna gana de que hayan cambios, destacando lo negativo por sobre lo positivo (podemos llamar tal como “el síndrome de Neme”, que es el placer de encontrar todo malo), desde el jueves hasta hoy hayan tomado la decisión de guardar silencio. ¿Será que en el fondo les conviene que la televisión chilena siga teniendo más elementos malos que buenos, para que ellos puedan seguir criticando? Nosotros optamos por apostar, y promover, algo positivo. Y creemos que Aguilera, como un genio liberado, puede hacer nuestro sueño realidad.