Un año televisivamente deficiente no podía terminar peor. La guerra declarada en redes sociales entre una apologista del bullying y alguien que hace casi diez años se hizo famosa en los medios por embaucar a un asiático y que al año fue denunciada por trata de blancas en el programa “Contacto” de Canal 13 despertó las alarmas entre quienes creemos que nuestra televisión no está para más personajes cuestionables dentro del lado turbio del espectáculo chileno.
Porque, no se confunda: Lo que se critica no es al periodismo farandulero en sí, puesto que existe incluso en los países con industrias televisivas serias como Estados Unidos y Europa, cada una con sus aciertos y errores. Lo que se cuestiona es que le den cabida a figuras con antecedentes personales más que manchados y se las impulse como modelos a seguir, que es al fin y al cabo el mismo resquemor que se le tiene al mundo del trap.
Personajes vinculados al narcotráfico, a la drogadicción, que romantizan el bullying como método de defensa, que idolatran una etapa oscura de nuestro país que el próximo año cumplirá medio siglo y que se burlan de la salud mental de las personas buscan volver a tener su sitial en una pantalla chica desesperada por recuperar público.
Un eventual regreso de los programas faranduleros o contenidos vinculados a ella podría causar una desigualdad tremenda entre las personalidades que acuden a los estelares. Y esto no se trata de volver a la época de “Martes 13” o “Viva el lunes”, sino que de sentido común.
La presencia musical es casi nula, los cantantes de altura casi no aparecen, y un retorno de estas figuras clase Z podría causar que, en tiempos donde la industria musical chilena vive su mejor momento en el extranjero, estas les quiten su espacio que buscan ganar merecidamente. Y es que durante este año, el periodismo farandulero ha demostrado que puede derribar un edificio como pudo destrozar la figura de Cami durante su instancia en “The Voice Chile”.
Además, quienes componen el tóxico mundo de farandulandia demuestran que no les importa el dolor ajeno, puesto que no han aparecido para ayudar a los damnificados del incendio en Viña del Mar. En el fondo, es hasta positivo puesto que su presencia podría estorbar y generar mucha más críticas que las que hoy tienen Humberto Sichel, Rodrigo Sepúlveda y Mónica Pérez, pero no quita que sea una señal de lo desconsiderados que son cuando se trata de impulsar la solidaridad.
Volver a la etapa de los tongos sería un retroceso de 15 años, puesto que hicieron mucho daño a la calidad de nuestra televisión, la cual supo llegar al máximo en los noventas. En el caso de que así fuere, nuestra postura ya la conocen muy bien: No toleraremos nada. Está incluso explicitada en la línea editorial que es de público conocimiento y que hemos cumplido a rajatabla. No vamos a defraudar, menos callar ante las injusticias de la tele en Chile.
Porque estamos claros que la gente quiere entretención. ¿Pero a qué costo? ¿Al costo de bajar el nivel de la misma fomentando a personas de dudosa reputación y que tienen una oscura hoja de vida? ¿Al costo de nuevamente marginar a los músicos, los artistas y quienes buscan destacar en buena lid? ¿Al costo de acoger a personas que incluso glorifican una dictadura que costó sangre y muerte a miles de chilenos? ¿Qué clase de televisión le vamos a entregar a las nuevas generaciones?