Este domingo, en un nuevo capítulo del programa de Canal 13 “Todo por ti”, la invitada a conversar con Cecilia Bolocco fue la cocinera, artista, influencer y voz de 13C Radio Connie Achurra, quien homenajeó a la figura más importante de su historia: su padre, el actor Patricio Achurra.
La también cantante le mostró a Cecilia su casa, y le mostró a la animadora sus dotes musicales al piano. Asimismo, le indicó algunas de sus muchas manualidades y la llevó a conocer su cocina, donde hace sus reconocidas recetas en YouTube y en programas de TV, y el nutrido jardín de su casa, lleno de árboles y flores.
Consultada por los motivos para homenajear a su padre, la cocinera dijo amar al actor. “Nos llevamos muy bien, es un papá que ha estado muy presente siempre en mi vida. Ahora que está más grande y estoy más grande yo, también valoro tanto esta relación tan rica que tenemos. Para mí es muy importante tenerlo. Es mi fan absoluto y eso me hace sentir muy segura”, señaló.
Acerca de su infancia, Connie se definió como una niña de mucho déficit atencional, pero con muchos intereses, especialmente musicales. “Cuando era chica, lo que más me gustaba era cantar, el canto siempre ha sido un hilo conductor de mi vida. Tuvo mucho que ver con mi papá, porque él canta pésimo, y me llevó a clases con Ricardo Álvarez”, sostuvo, reflexionando que a veces le da pena pensar en que no se dedicó 100% a la música.
De hecho, primero estudió Diseño, pero no lo pasó bien, y luego entró a estudiar Música y Teatro. “No quería ser actriz, me interesaban las herramientas del teatro para aplicarlas a la música. Siempre me gustó mucho tener esta familia donde yo sentía que cada uno tenía la libertad de hacer lo que lo hacía feliz”, explicó.
Sobre su padre, aseguró que siempre tuvo conciencia de que era un actor conocido de teleseries. “Toda mi infancia mi papá era famoso. Muy famoso, porque había menos famosos. Estaba tan acostumbrada que nunca tuve ningún problema con eso”, indicó.
Entre las anécdotas que narró, estuvo la de cuando sus padres, al verse sin trabajo, decidieron dejarlo todo e irse a vivir a la casa de un amigo rabino a Austin, Estados Unidos, sin hablar una palabra de inglés. La idea era vender todo lo que tenían, comprar joyas de lapislázuli con eso y revenderlas allá. “Pero se las robaron en el aeropuerto antes de ir, entonces llegamos más pobres que antes a Estados Unidos a vivir de allegados. Mis papás se levantaban a las 4 de la mañana a hacer empanadas para vendérselas a la comunidad judía de allá, y de eso vivimos todo el tiempo que estuvimos allá, un año. Fue una locura de mis papás, pero fue una experiencia bonita y lo recuerdo con mucho cariño, una aventura enorme”, contó la cocinera.
Sus papás se separaron antes de que ella cumpliera una década de vida. Luego de que su mamá rehizo su vida, cuando Connie tenía 11 años, pasó a ser parte de una familia ensamblada, a la que se sumó una nueva hermana, Jimena. “Vi a mi mamá enamorarse, la vi florecer. Además nació la Jime, que fue un regalo del universo. Yo andaba todo el día con ella, la peinaba, le ponía pinches. Tuvo dos mamás”, contó.
En el proceso, le tocó vivir con su padrastro, quien era viudo y tenía tres hijos mayores, quienes se mudaron con Connie y su madre. Ahí fue donde uno de los jóvenes se volvió una pesadilla para la adolescente.
“Yo sufrí abuso de parte de uno de mis hermanastros durante muchos años”, confesó la cocinera, explicando que partió cuando ella tenía 13 años y él 20.
“Era una persona a la que yo admiraba mucho, era mi hermano, todos lo querían y era muy seductor. Empieza como una relación de ‘Yo soy tu hermano grande, te voy a enseñar’. De ahí fue una cosa muy siniestra que fue pasando, y en ese momento no fui capaz de entenderlo. Era una cabra súper insegura y en una edad compleja”, sostuvo.
Según indicó, se demoró años en procesar lo que le había pasado. “A mí me costó mucho darme cuenta. Sólo de grande logré darme cuenta que esta situación tenía que ver con abuso”, dijo, y contó que en cierto momento, ya tras el término de su primer matrimonio, le tomó el peso a todo y decidió verbalizarlo, 20 años después de lo ocurrido.
“Yo siempre había dicho ‘Esto nunca se lo voy a decir a mis papás porque se van a morir del dolor’, yo decía ‘me voy a ir a la tumba con esto’. Pero en terapia me empezó a aparecer esta verdad y me di cuenta de que no podía dejarlo escondido”, indicó. Entonces les contó en persona a su papá y hermana y vía mail a su mamá y su hermano, quienes estaban de viaje en España.
“Fue como que nos estallara una bomba atómica (…) Me dijeron que mi hermano, cuando supo, corría por el departamento y le pegaba combos a las murallas”, contó Connie, y agregó que para Patricio fue especialmente duro: “Para mi papá fue brutal. Es un gallo extremadamente pacífico, no mata una mosca, ama a los animales. Pero yo creo que en ese momento, si lo hubiera tenido al frente, lo ahorcaba”.
“Para mi familia saber la verdad fue atar cabos (…) Mi papá me decía que siempre percibió algo extraño, algo raro, que no encajaba, pero nadie se alcanzó a dar cuenta”, reflexionó la cocinera.
Hasta ese momento, Connie había tenido una adolescencia y juventud difíciles, con mucha inestabilidad. “Pasé por trastornos de conducta alimentaria todo ese período. Tuve una bulimia brutal, vomité el día entero por ocho años. Comía, vomitaba, lloraba, ese era mi loop. Siempre traté de entender de grande por qué pasaba, y nunca lo relacioné con lo otro. Cuando entendí la otra historia, supe que esa era mi manera de escapar, de enfrentar ese dolor, e hice un proceso de perdonarme a mí misma por hacerme tanto daño y faltarme el respeto por tanto tiempo”, explicó.
Fue producto de esos problemas alimenticios que congeló sus estudios universitarios y entró en terapia por una profunda depresión. Tras años sin resultados, probó con terapias alternativas y terminó descubriendo la alimentación saludable, adoptándola luego de que nacieron sus hijas Luciana y Julieta, hoy de 15 y 13 años. “La maternidad me dio una claridad y me ayudó a entender que de verdad me quería mejorar y sentir contenta. Entonces empecé a cambiar la alimentación y eso me cambió la vida”, sostuvo Connie, quien luego se hizo autora del libro “Cocina sana y feliz” y terminó conduciendo sus propios programas, primero en YouTube y luego en televisión, sobre cocina saludable.
Como es tradición en “Todo por ti”, Connie y Cecilia se dirigieron a la cocina de su casa para preparar una cena especial para su padre, en este caso, empanadas de pino sin cebolla. Una vez llegado Patricio, el recordado galán de teleseries de los 80 y 90, de 74 años actualmente, recordó la importancia que tiene ese plato en su vida.
“Es la receta de mi mamá. Era un clásico en su casa, los días domingos ella hacía un tremendo trabajo para preparar 25 o 30 empanadas. En esa época yo tenía un estómago bastante frágil, entonces me hacía pino sin cebolla”, dijo Patricio, aclarando que ya superó el problema y ahora sí come cebolla.
Ya en la mesa, se unió a la conversación el hermano menor de Connie, Ignacio, actor, director teatral y ex integrante de la Convención Constituyente. “Yo me autojubilé de la política, pero Ignacio quedó con el bicho, el contagio vivito”, bromeó Patricio en torno a su hijo.
Consultado por Cecilia sobre su infancia, Patricio contó que sus padres se separaron cuando él tenía sólo un año, y su madre, la reconocida periodista y escritora Mimí Garfias, se volvió a casar con el destacado periodista Luis Sánchez Latorre, quien se convirtió en su verdadera figura paterna. Al enterarse, su padre biológico –a quien casi no conoció- decidió, sin consultar con su ex esposa, inscribir por su cuenta a su hijo con su nombre, Patricio Achurra, pese a que todos lo llamaban Jaime.
“Yo me llamé Jaime siempre. El día en que tuve que ir al colegio y dijeron ‘Patricio Achurra’, miré para todos lados. Ahí recién supe cómo me llamaba”, reveló.
Cecilia le mostró un libro escrito por la madre de Patricio, Mimí Garfias, y el actor recordó a la mujer como una persona muy importante en su familia. “Mi mamá era la conductora del rebaño. Todos nos reuníamos alrededor de ella, era la mater. Y tan cariñosa además”, dijo.
Acerca de su juventud, Patricio explicó que siempre tuvo mucha facilidad para el deporte en su época colegial, y que llegó a ser seleccionado juvenil de salto con garrocha, quedando cuarto en un campeonato sudamericano. Pese a eso, decidió estudiar Derecho. “Me aburrí como ostra en las clases de derecho romano, que no sé para qué lo enseñan. Me retiré porque fui entendiendo qué era ser abogado y no me interesó nada”, confesó. Finalmente, se cambió a Teatro en la Universidad de Chile y descubrió su vocación.
Recordando sus grandes actuaciones en teleseries, Cecilia le mostró a Patricio y sus hijos escenas de “María José” (1975), su primera apuesta por el estilo -en blanco y negro- y de “La madrastra” (1981), donde interpretó a “Leonello Ibáñez”, hijo de “Patricia”, la mujer cuyo asesinato motivaba la trama. También de “Andrea, justicia de mujer” (1984), “Fácil de amar” (1992), “Amor a domicilio” (1995) y “Cerro Alegre” (1999). “Actuar es jugar, uno disfruta haciéndolo. Hay situaciones donde a veces hay un compromiso de emociones duras o fuertes y debes recurrir a la memoria emotiva, pero no deja de ser juego”, opinó el actor.
En torno a la confesión de Connie sobre el abuso que sufrió de adolescente, Patricio fue categórico acerca de sus sentimientos. “Primero tuve incredulidad, porque uno piensa en el personaje y dice ‘¿Ese infeliz, ese desgraciado fue capaz de hacer eso?'”, dijo el actor, y agregó que aún espera poder hacer algo al respecto.
“Dan ganas de venganza. Pero eso se disipa y queda rencor guardado. Y a lo mejor, en algún momento, la vida me permite darle alguna expresión a ese rencor y sacarle la cresta”, confesó.
Su hermano Ignacio, por su cuenta, valoró la valentía de su hermana a la hora de hablar del tema. “Para un hermano enterarte de una cosa así de una hermana es un dolor muy profundo, y uno podría querer bloquearlo, o relativizarlo. Pero enfrentarlo, decir que mi hermana es una víctima de esto, el responsable es este hombre, reconocer ese dolor y tratar de repararlo haciendo justicia, me parece que es algo importante que se viva como familia”, indicó.
“Para mí ha sido muy sanador ir cerrando ese capítulo. Siento que es una etapa que tengo absolutamente sanada”, agregó Connie.
Para finalizar el programa, y como rito del mismo, Connie le leyó a su papá la carta que le escribió. “Papito mío: agradezco a la vida por tenerte y sentirte tan presente en mi vida en estos 45 años. Siempre me he sentido muy orgullosa de ti porque, además de lo talentoso y entretenido que eres, tu bondad y nobleza son extraordinarias. Gracias por estar conmigo siempre en las buenas y en las malas, por las cientos de veces que me remolcaste en mi Fiat 147 naranjo, por socorrerme cada vez que te he necesitado, por apañarme en cada cambio de carrera y giro importante que he dado en mi vida, por alegrarte de cada uno de mis logros, por amar a mis niñitas, ser mi fan número uno y tenerme fe y confianza en cada proyecto que emprendo (…) Te adoro, te admiro y te amo”, leyó la cocinera.