Hablar de la irrelevancia de la televisión abierta no solo obedece a una disminución de los ratings tanto generales como específicos en cada programa, sino también incide de manera importante la manera cómo los medios de comunicación se refieren a la industria televisiva local, tanto en relevancia como en extensión de estas informaciones.
Por años la televisión abierta logró, luego de años de construir relevancia pública, alcanzar una aceptación general en todos los estratos sociales. En una serie de columnas escritas en años anteriores, me refería a que en la década de los noventa definitivamente la televisión chilena logra tener un destacado poder de influencia y figuración incluso en los estratos sociales más altos, así se puede inferir a través de la cobertura de medios asociados a la clase alta donde las figuras televisivas chilenas desplazaron a figuras internacionales. El éxito de la localización de la televisión chilena generó un gran impulso a la producción local, que pudo superar la crisis asiática, evento que marcó el fin de la era de opulencia que vivió la pantalla chica a mediados de los noventa.
Nos fijamos como fecha de análisis ya el año 2008, lejanos eran los días del fin de la “edad de oro” y estamos en presencia de una televisión bien distinta, con una liberalización de los contenidos y una presencia de una farándula fuerte. Eran esos los años en que Roberto Caamaño iniciaba sus comentarios críticos sobre la industria, antecedente directo de lo que hoy es este portal. Y a pesar de todos estos antecedentes, podemos percibir que la influencia de la televisión a través de los grandes medios permanecía alta.
No solo nos referimos a los diarios orientados a un público popular y más enfocados en las polémicas faranduleras que en los detalles de los programas, sino que la cobertura sobre la televisión local también tenía alta cabida en los principales diarios capitalinos, nos referimos a El Mercurio como a La Tercera. En ambos periódicos, información acerca de programas y figuras televisivas tenían presencia diaria, en específico en el diario de COPESA algún titular sobre la televisión local eran constantes. Además, ambos medios contaban con sus suplementos de espectáculos, Wikén y Glamorama específicamente, donde había un espacio exclusivo para tratar a la televisión abierta, en modo de reportajes o entrevistas a las estrellas, estas entrevistas se enfocan directa o indirectamente a su rol televisivo más que aclarar otros temas. Podemos decir que el periodismo de televisión gozaba de buena salud, conviviendo muy cercanamente con el periodismo de farándula, “juntos, pero no revueltos” sería la consigna más idónea para esta relación.
Quepa mencionar que grandes espacios televisivos como las telenovelas El Señor de la Querencia, Mala Conducta, Don Amor o Hijos del Monte lograban una gran atención por parte de los periódicos chilenos, así también cubrían de amplia forma los estelares y realities más vistos como Animal Nocturno y Amor Ciego respectivamente. Filtraciones de movimientos de animadores y actores entre las diversas señales también eran constantes en los periódicos nacionales. En fin, se percibía que la industria televisiva chilena se mantenía en buen estado y sobre todo influyente dentro de la actividad nacional.
El paso del tiempo nos hace dimensionar que todavía en el año 2008, ya en presencia de una farándula muy fuerte y alejado de los mejores años de la industria, se ve a una televisión local lo suficientemente poderosa para marcar pautas e influir en amplios estratos de la sociedad. Todo lo contrario a lo que se refleja hoy, donde la televisión local se dimensiona como un elemento de grupos etáreos de menor relevancia, e incluso enfocada a sectores socioeconómicos más bajos, mientras que las apuestas de las plataformas de pago (sobre todo OTT) son las producciones que logran un mayor nivel de aceptación en grupos etáreos y económicos más apetecidos por los círculos de influencia. La pantalla chica parece que está ganando esa irónica y cruel acepción brasileña definida como cosa de pobre, recuperar una televisión abierta transversal e influyente parece que debería ser el gran desafío para nuestra industria.