Se apronta un nuevo Festival de la Canción de Viña del Mar. Un evento que desde siempre ha tenido seguidores y detractores. ¿Incluso en la que según los entendidos fue “su época de mayor esplendor” que fue en los 80s? Créanme que sí, ya a comienzos de esa década se juzgaba al certamen en las páginas de la Revista VEA.
Sin embargo, para comentarla han habido voces especializadas y vinculadas a radioemisoras y medios del espectáculos. Hablamos cuando el género era respetable y se centraba en lo importante, a diferencia de la actualidad en donde su única motivación es hacer daño y al mismo tiempo posicionar en la opinión pública a gente cuestionable, sin ningún ápice de crítica.
Pero ese no es el punto al que quiero ahondar en esta editorial que, además, representa la visión como medio que tenemos de la industria y del evento. De hecho, en esta ocasión quiero, o mejor dicho, queremos ser como la TV Grama que ante las críticas cada vez más ácidas, siempre lo defendió.
Por ejemplo, defenderla es también protegerla de ciertas anomalías en la organización que despiertan no solo dudas sino que temores. Desde la cuasi-eliminación de la Orquesta, las atribuciones que los canales y Bizarro tomaron de sobremanera, las restricciones a la prensa y la marginación a los medios pequeños, el elitismo a la hora de cubrir. Fuentes cercanas a los medios nos han dicho que se restringieron las entrevistas a los participantes de las competencias a solo los medios acreditados, lo que es un grave perjuicio a aquellas plataformas que desinteresadamente quieren ser parte de la fiesta.
Dichos errores no forzados de parte de Canal 13 y TVN, y más aún de una empresa que tiene experiencia en la realización de eventos y cuyo manejo quedó a contrapeso con Daddy Yankee, ya están en la mira del Municipio de Viña del Mar. Las mismas fuentes nos han dicho que Ripamonti no dudará en tomar acciones concretas respecto a la concesión. Otros han dicho que van a ser sumamente severos ante ciertos problemas como el no cerrar la parrilla en los plazos estipulados. Sin duda el flanco más grande que juega en contra de los actuales organizadores.
Sin embargo, también debemos defenderla de algunas críticas sin fundamento. Sergio Riesenberg en “Sígueme y te sigo” dijo que “deberían suspenderlo” y lo comparó con este Gobierno. Con el debido respeto a la trayectoria del director, pero el cancelarlo nuevamente implicaría costos sumamente altos porque hay compromisos y contratos que se deben cumplir. La comparación con los actuales dirigentes del país no viene al caso porque en los incendios han demostrado que sí se la pueden, al contrario de lo que digan las redes sociales que son demasiado ruidosas y que ante la adversidad y el desánimo, tanto Boric como su gente siempre han estado ahí para dar abrazo y soluciones concretas.
Esta semana no más ví en “Contigo en la mañana” una crítica relacionada a que está demasiado enfocada al público joven. La nota pudo haber sido bien hecha de no ser porque solo le preguntaron a gente de avanzada edad y a viejas glorias como Horacio Saavedra, exdirector de orquesta del Festival. No hubo ninguna opinión de gente sub-40, ni siquiera fueron a consultar a los fans club de los artistas que irán, ni a los locutores de radios especializadas como Carolina, Los 40, Romántica, Disney, FM Dos y Play FM. Ni siquiera a los “vocal coaching” que también son gente joven y que tienen amplios conocimientos en los talentos de cada artista.
A pesar de que la brecha generacional impida que sean del gusto de la mayoría, no es justo cuestionar la popularidad de Tini Stoessel, que celebra 10 años de su boom de “Violetta”, que continuó su ascenso como artista propiamente tal llenando varios recintos, y que nunca ha renegado de sus orígenes en Disney. O el de Paloma Mami, cuya humildad se basa en que rechazó ir a Viña por no tener una cantidad aceptable de hits, y que creyó que este era el momento propicio. O el de Karol G, una de las artistas más exitosas globalmente hablando y que ha instalado hits en plataformas digitales y en radios. ¿O acaso el late de Jimmy Fallon al que acudió estaba equivocado?
Tampoco podemos negar la vigencia de Christina Aguilera, cuyo disco que la hizo volver a los tiempos de “Mi Reflejo” la han llenado de premios y de reconocimientos como el que recibirá en marzo por parte de GLAAD, y que fue capaz de llenar el Movistar Arena. Ni el de Emilia Mernes, que ya pasó por Viña cuando fue parte de Rombai y que tiene un gran futuro como solista que buscará reafirmar en la Quinta Vergara. O el de Nicki Nicole, cuyas colaboraciones con artistas importantes le dan el peso que se merece.
Cierto, hay gente que hace ruido como Alejandro Fernández y sus polémicas, o Rels B que también es la gran duda del evento. Pero la historia del Festival está llena de apuestas que son riesgosas, y que algunas tuvieron éxito mientras otras cayeron al olvido y hoy son un meme.
Este festival está lleno de problemas, pero nada que no se pueda solucionar. Aun así, yo no podría odiar al Festival de Viña. No me nace ni en lo más mínimo de mi ser. Ha sido parte de mi vida y tal vez la de ustedes. Tantas juntas con amigos, con mi familia y con cercanos en torno al evento me hacen que no la rechace. Recuerdo en el año 98 cuando luchaba porque el canal 2 de Concepción, o sea Megavisión, pueda verse bien dentro de su baja potencia para ver a los Backstreet Boys. O en el 2000, cuando llegó a Canal 13 y no me perdía los satélites ni cada una de sus noches, y dentro de ellos se incluye a mi mamá que grabó el show de Ráfaga.
Esas noches buscando una radio con AM para poder escuchar la Cooperativa con programas como “Libre Acceso” o “Prueba de Sonido”. Esa devoción que mi madre sintió por Marco Antonio Solis en 2005, aunque eso haya generado un daño colateral en la actuación de Fey. Esas risas que me sacaron Álvaro Salas, Palta Meléndez, Dinamita Show, Memo Bunke, Los Indolatinos en 2004 y por supuesto Stefan Kramer y Bombo Fica; y por el otro lado la incredulidad al ver a Natalia Cuevas o a Vanessa Miller.
Cuando Coco Legrand que durante años se negó a ir tras el desaire de 1980, le hizo caso al poder de convencimiento de Gonzalo Bertrán y se hechó la Quinta al bolsillo. Las reivindicaciones de Maná a la paz y la protesta cantada de Los Prisioneros.
O cuando esperando a Ruperto gocé como adulto el show de Franz Ferdinand, junto a todo lo que despertó Miranda! llegando con innovadores trajes. Veo ahí a Denise Rosenthal junto a sus antiguos compañeros de Amango dando todo en el escenario, antes de liderar la camada del pop femenino nacional que hoy acapara los rankings. También puedo observar a Simply Red, Marc Anthony arrasando, cuando Catherine Fulop volvió a enamorar a los chilenos tal como lo hizo en “Abigail” en 1989. O cuando me decepcioné la vez que supe que no venía Katy Perry en 2010 y las expectativas por la última noche se esfumaron tras el terremoto.
Esas ocasiones en donde el certamen me pilló fuera de Concepción. Como cuando pude ver el primer año de Chilevisión en Chillán, o esa complicada versión de 2012 en Santiago que grabé con una modesta TV análoga cuando el HD solo era experimental y estaba privada para DirecTV. O en un camping en 2017, donde solo pude saber del éxito de Mon Laferte y Lali Espósito cuando nos lo contó uno de los encargados del recinto, en el interior de la bella Santa Juana que hoy se levanta de los incendios. En fin, tantas historias que hacen que a pesar de todo -y de todos- le tenga cariño y afecto.
No puedo odiar al Festival de Viña. Es un evento imprescindible para nuestra televisión, tal como lo es la Teletón y los partidos de la Selección Chilena. Tan imprescindible como la música, ese vital elemento que cura el alma y a cuyos artistas le pedimos más que a Dios, nuestros políticos o a los jugadores de nuestro equipo favorito. Algunas críticas podemos adherir más que otras, sin embargo el veneno o cierto “clasismo” no son parte de ellas, al menos para mí. Cierto, no es un evento perfecto, ninguno lo es. Pero la magia que se vive en las seis noches es inigualable. Espero que el desastre organizacional de la previa sea compensado por excelentes shows de parte de la nueva generación del pop chileno y latino. Y cualquier desprolijidad, no dudaremos en denunciarla.