Partiré esta columna con una afirmación: la parrilla del festival de Viña del Mar es uno de los más complicados de realizar debido a su enorme capacidad de aglutinar una serie de géneros tanto musicales como etareos, y que elaborar esta grilla cada vez es más complicada por factores que son ajenos a la organización del certamen.
Más allá de los enumerables problemas generados por temas relativos a la organización que se han reflejado (y afectado) a través de este portal, podemos establecer que la entrega correspondiente a este año del festival busca la convocatoria de la mayoría de grupos sociales, atendiendo a la importancia que tiene este certamen para la idiosincrasia nacional (y también digamoslo para un número importante de países de la región latinoamericana). Pero al parecer la balanza ha quedado un poco inclinada hacia un sector generacional, lo que refleja otros grandes fenómenos sociales.
La petición expresada por años a través de estas tribunas para que se abrieran las puertas a nuevos géneros y sobre todo a las nuevas generaciones fue efectivamente escuchada por la organización, no podemos manifestar quejas algunas por la necesidad de abarcar el inevitable fenómeno de la música urbana en Chile. El problema es otro, son muchos los artistas urbanos presentes esfe año y quienes deben hacer el contrapeso, con el debido respeto a las trayectorias de aquellos artistas, no son lo suficientemente aglutinadores para compensar al público más adulto. Ni siquiera estuvieron bien elaboradas las noches donde actuarán artistas de una dilatada trayectoria como Los Jaivas (a mi parecer, merecen abrir una noche) o Alejandro Fernández.
Quiero volver a hablar de algo mencionado anteriormente, si había algo que podía hacer el festival de Viña en años anteriores era tener al menos un artista tan transversal que pudiera unir a diversas generaciones en torno a este. Al menos los artistas convocados a este año no se logran hacer el peso de intérpretes que estaban en carpeta para este año, me refiero a un Chayanne o un Ricky Martin, capaces de lograr inusitadas reacciones de transversalidad.
Otro fenómeno que no podemos dejar de mencionar acá es cada vez la mayor distancia que se producen entre generaciones en torno al mero conocimiento de los artistas que gustan a las edades más jóvenes. Aquí implica mucho el hecho que el medio de comunicación más transversal existente, la televisión, ha perdido su alcance a los sectores más jóvenes, así también como las plataformas digitales producen una mayor fragmentación a la hora de distinguir los diferentes géneros. Esto ha llevado a situaciones vergonzosas en donde comunicadores sociales cuestionan la trayectoria de varios intérpretes que estarán en la Quinta Vergara por el solo hecho de no haberlos oído al no ser parte de su esfera generacional. Ahí también pesa mucho que la prensa de espectáculos no tome en serio esta nueva camada de artistas que no venden discos físicos, pero son escuchados por millones a través de las plataformas de reproducción digital.
Acá la tarea es de los medios al poder acercar mejor a todos los grupos generacionales a las nuevas tendencias musicales y a través de aquí poder cambiar los prejuicios que estos detienen (me refiero sobre todo a la música urbana) y este puede ser un buen punto de partida. No olvidemos que fue en un festival de Viña en donde se hizo del reggaetón un género ampliamente masivo a través de la hoy mítica presentación de Daddy Yankee en 2006. ¿No será la esta la oportunidad para que algún artista urbano rompa los prejuicios y los limites generacionales? Esto lo veremos en las seis largas jornadas de festival que tendremos a partir de hoy.