No la tenía nada de fácil el ex “Club de la Comedia”, pues las pifias después de dos tandas comerciales y un backstage eran ensordecedoras. Tanto que María Luisa Godoy tuvo que pararle los carros al Monstruo antes de que el comediante entrara a escena. Sin embargo, bastó solo un minuto para que Fabrizio Copano se echara la Quinta Vergara al bolsillo.
El comediante demostró en una sólida rutina por qué es hoy por hoy un fenómeno en Estados Unidos con apariciones incluso en los late shows estadounidenses. Con una vara cada vez más alta, hizo gala de su humor punzante, atrevido pero divertido.
El humor político fue una de las armas poderosas de su espectáculo: Con menciones a Boric y la aclamación del público -que por cierto deja muy mal parada a la Cadem- junto con las consabidas pifias a José Antonio Kast, a quien el humorista en comparación con otros lideres ultraderechistas lo tachó de “el más fome”. Recordando además el hecho de que Bolsonaro levantó a un enano pensando que era un niño.
Sin embargo la historia no terminó ahí, ya que luego vinieron los momentos igual de significativos. Un piquito a Gonzalo Valenzuela, la talla de Pailita y su mamá -que según trascendidos desató la furia del intérprete de trap en las bambalinas- y el chiste de Tonka Tomicic y el caso Relojes.
Pero todo lo extraordinario debe tener un cierre a la altura: De pronto aparecen Pedro Ruminot y Sergio Freire, compañeros de tantos sketches que diversas circunstancias separaron, haciendo chistes de que los confundían con Los Bunkers. Después de los sones de Carmina Burana, el grupo penquista hizo su irrupción junto a Rodrigo Salinas causando la algarabía del público.
Una noche redonda en la que Copano demostró sus pergaminos y lejos de cualquier mal augurio, se llevó las dos gaviotas, las risas y la aclamación del respetable.