Este año la Competencia Folclórica tuvo ese elemento que -salvo Yorka- la Internacional careció, y es la calidad de las interpretaciones.
Por eso no es de extrañar que el talento y la armonía de los ritmos típicos mezclados por sonidos populares sean la tónica de un certamen que busca recuperar la trascendencia que alguna vez tuvo.
Sin embargo, en Perú aún ven con gran importancia el llegar a ganar la Gaviota de Plata. Quedó demostrado con el triunfo de Susan Ochoa en 2019, en donde tras su éxito no dejó de aparecer en la televisión de dicho país, aún con una farándula tan vigente como tóxica, que en muchos niveles deja a la nuestra como Disneyworld.
Por lo mismo, dentro de tres finalistas de excelente nivel, Milena Warthon consiguió con su excelente “Warmisitay” la Gaviota de Plata de una competencia altamente competitiva, en donde además contó con un factor muy importante: Por primera vez desde que tenemos memoria no hubo pifias extremadamente nacionalistas ni chauvinistas contra la representante del Rimac, algo que ha sido una triste constante y que felizmente y con un publico centennial mucho más empático, se pudo erradicar casi por completo.
Excelente por Milena, quien demostró que la música folclórica es más que ese horrible estereotipo que nos dejó la Tigresa del Oriente, que no puede salir del consumo irónico. A diferencia de Wendy Sulca que pudo traspasar la barrera -y el prejuicio- del viralismo para seguir la misma senda de Princesa Alba e incursionar en la música urbana.