Hay pocos años que pueden ser ejemplificados de manera tan contundente con el contexto social que atraviesa un país, y que además haya instalado un sinfín de espacios hasta el día inolvidables para los chilenos. Hoy revisamos algunos de los hitos que hicieron del 2003 un año trascendental para la industria, tal vez el mejor año de lo que ha sido este siglo para la televisión chilena.
¿Pero, por qué podemos atribuir tanta importancia a este año? Primero porque fue un año que confirmó el cambio de eje que la industria había comenzado a proyectar años antes, renovando gran parte de los animadores, así como abriéndose paso a los grandes formatos internacionales en boga. Además es el año en que hay una completa sincronía entre la televisión local y los principales hechos sociales y noticiosos de aquel momento. Por último, es un año que refleja como la televisión chilena mantenía altísimas cifras de sintonía, manteniendo la masividad y transversalidad que había desarrollado en las décadas anteriores.
2003 fue sin dudas el año de la resurrección de Canal 13, que en este año dejó definitivamente el modelo creado por Eleodoro Rodriguez, y que era capaz de poner en el tapete público temas imposibles de generar en otros momentos. El destape de Protagonistas de la Fama, el primer programa de telerrealidad chileno, la infidelidad y la homosexualidad vistas en Machos, la telenovela que quitó la hegemonía a TVN y la ventilación de la vida privada de estrellas a través del estelar Vértigo transformaron definitivamente un canal de corte conservador y familiar al momento de enfrentar la realidad.
Esto no quiere decir que las estaciones favorecidas en los años anteriores, TVN y Mega no hayan instalado elementos aglutinadores. 2003 es el año en que se expresó de manera clara la competencia de los programas juveniles (Rojo versus Mekano), mientras que Morandé con Compañía marcaba 50 puntos promedio con una mezcolanza de humor revisteril con bajo presupuesto. La estación pública mostró con los ojos de chilenos la guerra de Irak, con la caída de Saddam Hussein (estatua incluida) relatada in situ por corresponsales chilenos (y uno que insistía en hablar como español).
Es el año de los grandes golpes periodísticos, justo en el aniversario número 30 del golpe. Tanto el 13 como TVN hicieron un mea culpa de sus propias acciones tomadas como estaciones en los años de dictadura y cumplieron un papel decoroso para las nuevas generaciones en explicar los factores que llevaron a Chile al golpe de Estado. Pero también fue el año en que la ética periodística estuvo en vilo y al borde de quebrarse con la cobertura mediática en torno al caso Spiniak; la tan necesaria verdad terminó siendo empañada con personajes que buscaban otros réditos y se reflejó que nuestro país aún no veía con los mismos ojos a diversas disidencias. También fue el año en que comenzamos a ver lentamente el silencio de las víctimas de los abusos sexuales por parte de sacerdotes como también víctimas de la indiferencia y la complicidad. El 2003 fue un salto adelante en información.
También ese año fue capaz de renacer el género infantil y darle proyección internacional, 31 Minutos fue la instancia en que se creó un contenido atractivo para grandes y chicos, capaz de mezclar humor, ironía, música y conciencia ciudadana sin tener que ser agotadores con el público. Terminaron siendo conocidos en toda la región y siendo recordados más allá de quienes lo vieron por televisión en aquellos años.
2003 fue también el año en que se proyectó la iniciativa que terminaría levantando a la televisión pagada en el país. El CDF, un proyecto apresurado por la falta de interesados en la licitación de los derechos de trasmisión del fútbol terminó siendo la gallina de los huevos de oro y la causante de muchos de los hechos acontecidos en el balompie local en estos veinte años.
Habría que hacer varias columnas más para seguir abarcando la diversidad que constituyó ese año para la pantalla chica local, pero solo queda concluir que 2003 fue uno año inolvidable para la televisión chilena, para bien o para mal, ese año confirmaba que la industria televisiva local mantenía su alto impacto y su capacidad de renovarse ante los nuevos públicos.