Esta semana se han visto señales preocupantes de una preocupante deshumanización en los medios de comunicación. En un programa radial de la radio El Conquistador, la diputada María Luisa Cordero dudó de la condición médica de la senadora Fabiola Campillay, cual fue dañada su de visión en el mes de noviembre de 2019 por un oficial de Carabineros. Este tipo de comentarios desgraciadamente no han sido nuevos, pero siempre habían quedado dentro de los círculos de las redes sociales. Que este comentario haya sido expuesto en una radio de presencia nacional, y que no haya tenido mayores consecuencias para la diputada en el medio de comunicación donde mantiene su programa genera una fuerte discusión en torno a un ambiente que se vuelve cada vez más preocupante.
No hay que ser pitoniso para darse cuenta gran parte de los medios de comunicación masivos no son adeptos al gobierno ni a su programa, esto no es ninguna novedad en los últimos treinta años, en donde los gobiernos de la Concertación enfrentaron el mismo panorama. Al menos los canales de televisión han mantenido una posición bastante respetuosa con el gobierno y sus integrantes. Pero este ambiente es diferente en algunas radios, donde una serie de tertulianos en diversas emisoras han proliferado comentarios en contra del gobierno que van más allá de la tradicional crítica que puede recibir el gobierno y sus integrantes, hablamos de asuntos personales y otros que ponen en entredicho la institucionalidad democrática de este país.
Pero estos hechos solo se intensifican debido a la acción de portales de internet que promueven la divulgación de comentarios que solo generan una mayor exacerbación en contra de autoridades políticas y que en consecuencia promueven un ambiente donde se caricaturizan de mala manera a los dirigentes políticos de nuestro país. Si bien la mayoría de los afectados de estos ataques pertenecen a adeptos del actual gobierno y al propio Presidente, no quepa dudas que si este tipo de acciones son ejercidas contra dirigentes de la actual oposición mantendré este mismo discurso de alerta y preocupación del cual estoy haciendo presente en esta columna.
Este año no solo conmemoraremos los cincuenta años del Golpe de Estado, sino que también tenemos que recordar que la convivencia democrática estaba seriamente dañada previa al Golpe y lamentablemente los medios de comunicación, sobre todo los escritos, jugaron un papel protagónico en la polarización política y deshumanización contra los adversarios. Periódicos de derecha e izquierda tildaban de forma muy hiriente a sus contrarios e incluso inventaban historias falsas sobre sus vidas privadas. Es evidente que uno de los legados que deberíamos aprender de esas fechas tan oscuras es que la discusión política no debe transgredir ciertos cánones, como el insulto o la descalificación.
¿Quién ejerce ese control? No creo en la “censura” ex ante de los comentarios y dichos cometidos por las personas en medios de comunicación y me parece sumamente ineficaz una ley de medios ya que la difamación ya no solo opera a niveles de canales de comunicación formales. Es más que nunca necesario que sean los propios medios quienes regulen la presencia de personajes y contenidos que pueden afectar algo mucho más grande que la sintonía de un espacio, sino que es estabilidad misma del sistema democrático, y algo mucho más cotidiano, una sana convivencia diaria con quienes piensan distinto.