Son días difíciles para Chile. El fallecimiento de tres carabineros en menos de un mes durante el ejercicio de sus funciones dejan de manifiesto la complicada crisis de seguridad que vive el país, hoy no son tiempos en que se pueda ocultar este escollo social y el tiempo no corre a nuestro favor. En relación a esta difícil coyuntura han prosperado en el Congreso una serie de iniciativas de ley enfocadas a dilatar la imputabilidad de los policías en su labor, quienes se oponen a estas medidas las han calificado como “leyes de gatillo fácil” por sus amenazas a principios procesales y penales. Pero más allá de todo esto, el “gatillo fácil” se está expresando de manera muy evidente en los medios y sobre todo en televisión.
En medio de la rabia generalizada por los decesos de carabineros, se ha enfocado por parte de las estaciones de televisión en mostrar reacciones a veces destempladas de ciudadanos e incluso de autoridades que dentro de su justificada indignación lanzan una serie de improperios varios y descalificaciones a las autoridades políticas, muchas de estas no son una simple crítica a quienes nos gobiernan, sino que evidencian una total agresividad verbal a autoridades que, mal que mal, han sido elegidas democraticamente. Lo peor es que algunos rostros políticos también se suman a este coro agresivo, sin grandes contrapesos por parte de quienes deben intermediar en estos eposodios, quiere decir los periodistas. En conclusión, hoy se amparan ya no sólo opiniones, sino que descalificaciones que erosionan un necesario ambiente de acuerdos nacionales y transversales ante el flagelo de la delincuencia.
Pero el gatillo fácil no viene solo de quienes expresan opiniones, sino que tristemente vienen también de quienes toman decisiones en los medios de comunicación. El despido de Paulina de Allende-Salazar de Mega es la demostración clara de cómo existen periodistas de primera o segunda línea no en un sentido de figuración, sino en que sus dichos corren mayor peligro para sus carreras que otros. No está de más recordar que en los últimos años hemos sido testigos de instancias en que periodistas han generado opiniones y actitudes bien poco alejadas a la sana integridad periodística y que no sufrieron las consecuencias que le tocó pasar a Allende-Salazar. Este despido duele en sentido doble, primero porque Mega despide a una periodista de impecable trayectoria, realizadora de algunos de los reportajes televisivos más trascendentales de los últimos tiempos (el mejor ejemplo es el caso Karadima para Informe Especial) sino que genera un antecedente nefasto para la libertad de expresión en Chile.
Son días difíciles, oscuros, y que lo sufren nuestros compatriotas debido al aumento de la brutalidad criminal reflejado en los crímenes en contra de los funcionarios de carabineros. Pero la oscuridad no sólo proviene de los delincuentes. Vemos con sincera preocupación el surgimiento de una verdadera caza de brujas hacia cualquiera persona que ose criticar las medidas tomadas para enfrentar la delincuencia y se priorize la mal ponderada opinión de personas que solo reflejan la voz del más fuerte. Espero que estas decisiones que se estén tomando más allá del entorno de la seguridad pública no sean un gatillo fácil para amenazar periodistas, implantar pautas informativas sensacionalistas y que busquen en definitiva, morigerar uno de los principios más básicos de todo ser humano: la libertad de expresión, su destrucción solo lleva a cimentar el camino hacia un debilitamiento de la democracia y la amenaza de un régimen que amenaza las libertades de todos. Más que nunca se necesita sensatez de todos, incluidos a quienes deciden en los medios de comunicación.